Ellos lo sembraron y ahora lo cosechan

Tánto estiró Francia la cuerda de su poderío, que la suma de los enanos penetró en su cuerpo para morderlo sin piedad y hacerle brotar sangre en el corazón de su fortaleza. El recuerdo de los 30 mil muertos de Libia, mas el martirio del asesinato de Kadafi es algo que debe rondar en la conciencia del gobierno francés cuando contempla atónito cómo el terror golpea tambien sin piedad a inocentes personas que se olvidaban del mundo en los mejores salones o en las calles de París. Me pregunto qué habrán pensado los centenares de miles de sirios, irakíes, afganos, libios, somalíes, senegaleses, que han acudido en busca de paz a Europa, cuando se enteraron de lo ocurrido la trágica noche del 13 de noviembre en el París de los ensueños, donde los parisinos se enteran de que existe un mundo diferente a donde acuden sus bravos soldados a llevar su civilización, destruyendo pueblos y culturas milenarias, sin sentir remordimiento de conciencia. Centenares de miles de hombres, mujeres, niños, abandonando los hogares y las tierras donde han vivido generación tras generación y acuden a otro suelo con la esperanza de ser acogidos por quienes los obligaron a sangre y fuego a dejar atrás un suelo destruido. Con toda razón y sentimiento expresó el presidente sirio, el Assad, en medio de la preocupación por la destrucción y el terrorismo en su tierra, cuando dijo lo que todo francés debería saber: ”Francia conoce hoy lo que vivimos en Siria desde hace cinco años”. Cinco años de padecimiento diario, cinco años de terrorismo contra el pueblo sirio, financiado y apoyado por los Estados Unidos y sus vasallos europeos. Al pueblo francés le hacemos llegar desde esta tierra americana y bolivariana nuestro sincero sentimiento de pesar por las víctimas inocentes del terror que no diferencia enemigos, pero al gobierno françés no podemos manifestarle sino nuestro rechazo y repudio por su política de intervención y guerras que han causado tanta destrucción y tantas víctimas inocentes.

Entre las tantas expresiones de condolencia enviadas enviadas por gobernantes extranjeros al gobierno francés, no podían faltar las habituales de quien se siente portavoz del mundo, al expresar el presidente Barak Osama: “Es un ataque contra toda la Humanidad y contra los valores universales que compartimos”. Demasiada pretención, hablar en nombre de la Humanidad y de “valores universales”, cuando diez o quince millones de muertos reclaman justicia al “imperio” y sus vasallos europeos por los inmensos daños causados a esa Humanidad desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que pretende representar quien acusó a Venezuela de ser “una amenaza para los Estados Unidos” y de amenazarnos a diario a traves de los eunucos del Comando Sur. En cuanto al presidente Hollande, no tiene moral para amenazar con ser “despiadado” contra los autores de los atentados terroristas. Bastante larga y cruel es la historia de intervenciones y guerrras de Francia. En cuanto a Zarcosy, harto conocida es su participación en la destrucción de Libia, en los bombardeos a posibles residencias familiares de Kadafi para asesinarlo con su familia. A propósito, Zarcosy no ha dado explicación de los 300.000 millones de dólares que tenía Kadafi en Europa. ¡Maravillosos candidatos para el Tribunal Penal Internacional! Continua.

Nunca antes en la historia de la humanidad habíase visto tal maremágnum de cambiantes situaciones de inaudita violencia, confusión, sadismo al que los pueblos antes llamados “tercer mundo” se ven sometidos a la codicia de quienes se autocalifican como “Comunidad Internacional”. Tenemos ya dos siglos sin fin de luchas de los pueblos por su independencia, por el derecho a ejercer en forma soberana su vida social, cultural, política, económica sin injerencia de poder extraño alguno.

A quince mil kilómetros de distancia al mar Mediterráneo, de Libia, de Siria, de Irak, de Afganistán, es imposible sentir la angustia, la desesperación de centenares de miles de seres humanos, sin otra carga sobre sus hombros que el cuerpecito indefenso de su hijo, tratando de alcanzar una tierra poblada de otros que, desde la comodidad de sus pantallas de televisión se enteran de que hay otra tierra donde lo que existe es una lucha interminable por conservar la vida, sin importarles dejar atrás cuanto bregaron por tener un hogar. Esa es una cara de la moneda del drama que viven los pueblos de Libia, de Siria, los irakíes, los curdos, los senegaleses, en fin, los millones del Norte de África, del Medio Oriente, de Asia y de todos los pueblos que fueron invadidos para apoderarse de cuanto estuviese al alcance del invasor, desde las riquezas del suelo hasta del derecho de poseer sus cuerpos sin limitación alguna de ley que los protegiera, con la invasión de hombres y mujeres prevalidos del color de su piel y el poder de sus armas, sin presentar pasaporte ni documentos de identidad. Sería demasiado extensa enumerar una lista de las tierras invadidas por las potencias europeas y los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX, cuando los civilizados blanquitos asentaron sus delicados piecesitos; solo necesitaron las tradicionales bendiciones sacerdotales a las banderas, y al posar los soldados sus botas militares solo tenían que decir “esta tierra es mía” para justificar las millones de víctimas que desde hace más de docientos años hasta el sol de hoy, se consideran dueños y señores de hacer los que les da la real gana. Para concluir con esta doliente letanía de desgracias, consideramos suficiente un ejemplo de la forma como en Europa, la civilizada, la cuna y modelo de las luchas de los trabajadores, trataban a los invadidos peor que a sus animales domésticos: la minúscula Bélgica, a mediados del siglo XIX también participó en el festín africano. El rey belga, aunque un pequeño reinado, envió sus heroicos soldados para domesticar a los “monos hablantes del Congo”, con la suerte de encontrar las inmensas riquezas, de las que todavía se habla, por lo que el rey Leopoldo, fascinado con el botín, declaró ante el mundo, (el mundo en ese entonces era la civilizada Europa), que en adelante el Congo no sería considerado una colonia, puesto que todo lo que en él había era de su propiedad personal. Impresionantes son las fotos de los rebeldes negritos encadenados de pies a cabeza.

asamblea142@gmail.com


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