El mito de Monroe y la intervención de Estados Unidos en Sudamérica (Parte 2)

Cuba para los americanos

Ya en 1823, su tercer presidente y autor de la Declaración de la Independencia (1801-1809) Thomas Jefferson había escrito: “Confieso que siempre he considerado a Cuba como la adición más interesante que pudiera hacerse a nuestro sistema de Estados. El dominio que esta isla nos daría sobre el Golfo de Méjico... llenaría la medida de nuestro bienestar”.

Aunque EEUU no había participado de Congreso Anfictiónico, delegados oficiosos hicieron saber a Simón Bolívar que EEUU no aceptaría la planeada invasión libertadora a Cuba para independizarla de España.

En 1898, tropas de EEUU invadieron la isla, que desde 1868 luchaba por independizarse de España, luego de falsificar un atentado contra el acorazado Maine, que había llegado a La Habana en visita de “amistad y confraternidad” (1). El hundimiento de la flota española al mando del almirante Cervera precipitó el curso de la guerra:

España debió ceder Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam, y todas ellas se convirtieron en posesiones estadounidenses. Cuba fue una colonia de facto hasta 1934. La enmienda Platt aprobada en 1901 ordenó a la Casa Blanca un estricto control de la Aduana cubana, la prohibición de que el gobierno local aprobara tratados o empréstitos con terceros, y se arrogaba el derecho de intervenir militarmente cuando lo considerara oportuno, como sucedió con las insurrecciones anti-norteamericanas de 1906, 1912, 1917, 1920 y 1934.

Aunque fue derogada en 1934, eso no acabó con la influencia de EEUU, quien incorporó la enmienda a la constitución cubana, entronizó a Fulgencio Batista (anterior senador, luego ascendido a general) hasta 1959, se reservó la posesión perpetua de la Base de Guantánamo (2), e hizo la vista gorda a las distintas mafias de origen estadounidense controlaban la economía de la isla, basada en la explotación de casinos, hoteles, prostitución, cabarets y drogas. En otras palabras, Cuba siguió siendo colonia norteamericana desde la asunción de un gobierno local títere en 1934 hasta el triunfo de Sierra Maestra.

Un canal para los americanos

En 1835, el senado de EEUU había solicitado al presidente Jackson que considerase la conveniencia de abrir negociaciones con otros gobiernos, particularmente los de América Central y Colombia (Nueva Granada) para asegurar el transporte ferroviario y fluvial a través del Istmo.

El control de una vía marítima o terrestre entre los océanos estuvo entre los principales anhelos expansionistas de EEUU, un objetivo que también pretendía Gran Bretaña. La comunicación interoceánica podía desarrollarse con mayor facilidad en dos puntos geográficos: ferrocarril-navegación a través del lago de Nicaragua, o a través del istmo de Panamá, con un canal o un sistema mixto. EEUU operó en ambos.

Por demás, y si bien la costa oeste de América del Norte ya era o sería próximamente incorporada a la Unión, las comunicaciones con el este continental eran difíciles por las largas distancias, los accidentes geográficos y la presencia de los pueblos originarios que se oponían a la colonización. Seminolas, cheroquees, dakotas, shoshones, otawas, chinook, mojave, iroqueses, delawares, navajos, apaches, comanche, unos doscientos pueblos fueron exterminados o paulatinamente desalojados de las tierras fértiles y de los corredores de transporte.

Un eventual canal acercaba las posesiones británicas en el Pacífico, y complementaba al de Suez, abierto en 1869. Además, la fiebre del oro en California había acrecentado el interés de Inglaterra.

En 1819, Simón Bolívar había creado la República de la Gran Colombia, a la que se unieron algunos de los departamentos del sur de la América Central; mientras los norteños, herederos de la audiencia de Guatemala, se integraban al Imperio mexicano de Agustín de Iturbide. Pero cuando el gobierno conservador de éste cayó en 1823, los liberales asumieron el control de la región, se independizaron de México y formaron las Provincias Unidas del Centro de América.

Además de varias de las Antillas, Gran Bretaña retenía posesiones en tierra firme: en la actual Honduras (Costa Mosquito, o tierra de los Miskitos, donde llegó a coronarse un rey, Jeremy); Belice, un enclave al sur de México en el que las tropas británicas se mantuvieron hasta 1994; en la Guyana; y en los 160 mil kilómetros cuadrados del Esequibo, al suroeste de la Guyana británica, reclamados por Venezuela desde 1840. Es un territorio rico en oro, diamantes, hierro y con un amplísimo potencial hidroeléctrico.

En 1899, el Tribunal Internacional de La Haya (reunido a pedido del presidente Cleveland de EEUU, quien invocó la Doctrina Monroe) sentenció que el Esequibo pertenecía a Gran Bretaña, pero Venezuela desconoció el fallo. En abril de 1850, EEUU y Gran Bretaña habían firmado el tratado Clayton-Bulwer por el cual se establecía un mutuo freno para avanzar sobre la construcción de un corredor de transporte a través de América Central. Cleveland, por su parte, había mantenido negociaciones tripartitas, con el agregado de Francia, para discutir un statu quo de la región.

Recién en 1901, Gran Bretaña aceptó abandonar sus pretensiones, cuando firmó el tratado Hay-Pauncefote que otorgó a Estados Unidos derechos exclusivos sobre el canal y dos años más tarde, el mismo Hay firmaba un contrato con el autoproclamada ministro plenipotenciario de Panamá, el ingeniero francés Phillipe Jean Bunau-Varilla, la construcción del canal y la sesión de soberanía de tierras panameñas.

Para llegar a ello, habían pasado 50 años de continua intervención norteamericana en los asuntos internos de Panamá y Colombia.

En 1840, el departamento Panamá de la Gran Colombia se independizó a instancias de Washington, quien a partir de allí giró su política en 180 grados; en 1846 firmó un tratado con Colombia (Hay-Herrán) por el cual obtuvo derechos exclusivos para la construcción del ferrocarril interoceánico a través del istmo de Panamá, ¡como agradecimiento de Colombia por haber reconocido su soberanía sobre Panamá!

Obtenido el paso del FC Colón-Panamá, éste comenzó a ser construido por la empresa ferroviaria de Cornelius Vanderbilt al costado de lo que sería el trazado de un canal marítimo. Cuando en 1850 se atornilló el último rail y la línea quedó inaugurada, estaba preparada la infraestructura necesaria para la construcción definitiva del canal, que comenzaría en 1881 dirigida por Lesseps, el constructor de Suez, y se detendría en 1889 luego de que murieran 22.000 trabajadores.

La empresa francesa quebró, pero eso no fue obstáculo para que su titular Bunau-Varilla siguiera empeñado en el proyecto. La cuestión de la soberanía de Panamá quedó en un terreno de sombras hasta que en noviembre de 1903 el antiguo departamento colombiano se autoproclamó soberano con el francés Bunau-Varilla como ministro.

EEUU se apresuró a reconocerlo, pocos días después a pesar de la relativa lentitud de las comunicaciones de la época, y el secretario de Estado John Milton Hay firmó de inmediato el tratado (en realidad, un contrato) con el ingeniero francés, por el cual una empresa norteamericana se hacía cargo de terminar la construcción a cambio de derechos perpetuos en Zona del Canal.

Aunque hubo una compensación monetaria a la dirigencia política panameña por los servicios prestados, EEUU declaró que “garantizaba” la independencia pero se arrogaba el derecho de intervenir discrecionalmente en caso de desórdenes internos.

El canal, por fin, no fue realizado por empresarios privados sino por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU (con esclusas, en lugar del canal nivelado que intentaban los franceses), y fue habilitado en 1914.

Haití y República Dominicana para los americanos

En 1826, el secretario de Estado Henry Clay, durante la presidencia de Adams, declaraba: “Los EEUU se hallan satisfechos de la situación actual (de Cuba y Puerto Rico), abiertas ahora a la empresa y al comercio de los ciudadanos americanos...

Si (ambas) se declararan independientes, el número y la índole de su población harían improbable que pudieran sostener su independencia... que podría determinar una repetición de las escenas horribles de que fue teatro lamentable una isla vecina (se refiere a las luchas raciales e independentistas en La Española, luego Haití y R. Dominicana). Y no se podría evitar tan triste resultado sino con la garantía de una gran fuerza extranjera (los Estados Unidos)”.

A diferencia del resto de América, en la que en general se había configurado un sector criollo mestizo, en La Española se expresó en toda intensidad el modelo colonial expoliador, similar al minero de Potosí, donde la reducción a la servidumbre estaba defendido por leyes y un sistema de extrema violencia. Como en Cuba, la principal actividad de la isla era la zafra azucarera.

Exterminados los originarios arawak por epidemias e inadecuación a la vida durísima del ingenio, la industria azucarera dependió desde entonces de la importación (el “comercio del ébano”) masiva de mano de obra esclava proveniente de África a cargo de negreros británicos, portugueses y franceses.

A principios del siglo XIX, el militar español Antonio de Alcedo había escrito en su “Diccionario geográfico-histórico de las Indias occidentales o América”: “el célebre Fr. Bartolomé de las Casas, Obispo de Chiapa fue el que con zelo indiscreto propuso para libertar á los Indios de la servidumbre, llevar Negros esclavos para el trabajo, como si esta parte del género humano debiera carecer de los privilegios de la humanidad por la diferencia del color que les da el nombre...”

En 1713, la British South Sea Co. había conseguido el derecho exclusivo de suministrar esclavos en el Caribe. A principios del siglo XIX, el grueso de la población de La Española era de origen africano, y los esclavos terminaron rebelándose contra la opresión antes de la propia Revolución Francesa, abolieron la esclavitud y constituyeron en 1801 la primera nación libre de América, a excepción de EEUU.

Su parte oriental, Haití, terminaría sufriendo la más larga y extrema intervención norteamericana, y hoy se encuentra entre los países más inhóspitos, violentos, injustos y hambreados del planeta.

Con el argumento de que la guerra civil violaba principios liberales fundamentales, EEUU ocupó Haití en 1915 y reprimió violentamente a los movimientos campesinos conformados mayoritariamente por descendientes de los esclavos, que se oponían al gobierno de los antiguos propietarios blancos y mestizos. La ocupación duró hasta 1934, a partir de la cual se inició un “protectorado norteamericano”.

En 1957 se llegó a la conclusión de que los grandes problemas merecían grandes represiones, y EEUU designó a François Duvalier “Papa Doc”, quien mediante un ejército irregular de rufianes, el Tonton Macoute, y un gobierno tiránico, sin congreso, mantuvo al país en la senda prevista por el Departamento de Estado. Papa Doc sería nombrado presidente vitalicio en 1964. En la década de 1950, el rubro de exportación más importante de Haití hacia EEUU era sangre humana.

El sector más oriental de la isla tenía otros problemas. Con mayor influencia española, había sido gobernada alternativamente por España y Francia, y allí se habían refugiado las familias propietarias de ingenios y sus empleados, aterrorizados por la rebelión de los ex esclavos.

Formalmente independiente de España desde 1821, un sector de la población, al parecer, pretendía la anexión a los EEUU y, con un interregno de gobierno haitiano, recién pudo elegir un presidente constitucional en 1844 como República Dominicana. Las disputas entre uno y otro eran decididas por el peso del ejército norteamericano, que atizaba a ambos bandos. Nuevamente en 1868, el conservador Báez intentó anexionar el país a Estados Unidos.

En 1905, el gobierno dominicano firmó un tratado de protección con EEUU por el cual éstos se adueñaban de los fondos aduaneros a cambio de liquidar las deudas contraídas por el gobierno con la compañía estadounidense Santo Domingo Improvement. Como ésta ocupación fue rechazada por la población, el próximo paso consistió en un gobierno de los Marines (1916) con un presidente títere, Henríquez Carvajal.

Cada paso siguiente requirió del beneplácito de los EEUU: la presidencia del general Vázquez en 1924 y, previo retiro de las tropas, la instauración de la sangrienta dictadura del general (y ex cabo de los Marines) Rafael Leónidas Trujillo en 1930, quien gobernó con su familia. Asesinado en 1961, Trujillo había contado con la colaboración de un personaje, Joaquín Balaguer, fuertemente vinculado con la Iglesia y que recordaba el papel de Talleyrand-Périgord como ministro de Napoleón. Balaguer llegó a ser presidente, con el gobierno de Trujillo en las sombras, y terminó sucediéndolo luego del ajusticiamiento del dictador.

En las elecciones del año 1962, Juan Bosch, antiguo exiliado y enemigo del trujillismo, venció por un amplio margen. Casi de inmediato comenzó la oposición de los grupos económicos ligados con EEUU, que acusaban a Bosch de ser procastrista.

Se sucedieron los atentados con bombas. En abril de 1965, tropas de EEUU invadieron Santo Domingo para proteger los intereses norteamericanos. Los patriotas dominicanos eligieron al coronel Francisco Caamaño Deñó como presidente, pero EEUU no lo aceptó y amenazó con una invasión masiva. Al año siguiente, Caamaño Deñó se vio obligado a abandonar el país.

(En la próxima nota, “El México de Pancho Villa” y “Nicaragua, el otro canal”)

- (1) El informe oficial aseguró que el vapor se había hundido por la explosión de una mina acuática española. Salvo 2 oficiales, el resto de los muertos (258) eran tripulantes. La oficialidad había sido enviada masivamente a tierra. La hipótesis del atentado se convirtió en consigna de las tropas de EEUU, que desembarcarían al grito de “¡Recordad al Maine!”.

Recién en 1976, el informe presentado por el almirante Rickover concluyó que la explosión se había originado en una carbonera próxima a la santabárbara, es decir, era interna.

En 1964, el presidente Johnson utilizó una maniobra parecida, cuando se falsificó un ataque nortvietnamita sobre la flota de EEUU estacionada en el golfo de Tonkin. Y después del 11-S, por el presidente Bush, con las armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein y su responsabilidad, más la de los talibanes de Afganistán, sobre el ataque a las torres gemelas.

- (2) En esa base de Marines, EEUU mantiene prisioneros en condiciones inhumanas a miembros de las resistencias afgana e irakí apresados durante las “guerras preventivas”. En el pasado, fue utilizada para sucesivas y fracasadas conspiraciones contra Cuba.


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