Diferencias entre Trump y Nicolás

Son las dos caras de una misma moneda, el yin y el yang, la dualidad filosófica que impregna todo lo que existe en el universo. Dos fuerzas, dos maneras de ser, opuestas pero complementarias. Uno necesita del otro, pero cada uno es diferente.

Como cada ser, objeto o pensamiento, cada idea necesita de un complemento antagónico para preservar su propia existencia. No hay luz sin oscuridad, no surge el amor sin el odio, no existe la guerra sin la paz. Inaudito pensar en una derecha sin izquierda, de capitalismo sin socialismo, sin comunismo. Ambos son seres mediáticos y se insultan a diario. Pero no existirían si cada uno dejase de nombrar a diario al otro, a su adversario. Uno más que el otro.

No es el hecho entonces de que Donald luzca un penacho de chamizas amarillas y Nicolás ostente su cabellera aún sospechosamente negra a la altura de las sienes. Tampoco que la despigmentación periorbitaria del pelucón norteño compita con las ojeras nicolasinas, ni que ver con los cachetes de ambos porque entre mofletudos y panzones queda empatado el partido.

Nada que ver con el atuendo, pues entre la mala praxis al anudárselas y el antiestético largo las corbatas de Trump y la globosa prominencia que ostentan los trajes de Nicolás, pues no existe una diferencia real. Lo mismo se quejaría Georges Brummell -primer "dandi" de la historia- que Clements -paradigma de la nativa alta costura masculina -, de la tosquedad y el deslucido porte de sus respectivos pupilos.

De los chinazos y barbaridades que en algún momento se les han salido a ambos, no hay muchas diferencias, pues entre las ordinarieces, los comentarios sexistas, las manifestaciones xenofóbicas y las afirmaciones supremacistas del gringo, y los disparates, las perogrulladas y las torpezas vernáculas del nuestro quedamos definitivamente tablas en este combate.

Es otra cosa lo del mutismo y el desdén con el que Donald ignora públicamente la enigmática belleza de Melania, en contraposición con la contumacia y la terquedad con las que Nicolás abiertamente insiste en meternos por los ojos los atributos de "Cilita la bonita"; y allí lo juro que prefiero la descortesía para con su esposa del primero al nepotismo matrimonial del segundo.

En cuanto al trato de mano dura que emplea Trump para con los países en desarrollo y la relación dispendiosa -derrochadora-, con la que Maduro ha manejado las finanzas, ni lo uno ni lo otro…

Ahora, en la administración de la pandemia ni hablar. Al colorado se le volaron los tapones. Menospreció la magnitud de la pandemia, desautorizó a los hombres de ciencia que le advirtieron a tiempo acerca de lo que debía hacer para frenar el avance de la COVID-19 y hasta tuvo las santas bolas de recomendar -a una población crédula e ignorante-, que usaran inyecciones de cloro.

Mientras tanto el adalid criollo, que comenzó muy seriamente la contención del coronavirus, terminó cediendo a las presiones de comerciantes, industriales y prestadores de servicio, comenzó a bajar la guardia, le dio por inventar planes temerarios como ese del 7 x 7 plus, que al analizarlo no es más que una manera de maquiavélico control del contagio, aspirando a que en cada semana de flexibilización se infecte un número no tan exagerado de personas, que por pequeño no desborde los precarios servicios de salud de nuestra patria, y al igual que Trump le dio por recomendar los brebajes milagrosos de un charlatán de las montañas trujillanas.

Y sin embargo, sortario como hasta ahora ha sido, no se ha desatado una catástrofe. Por fortuna para nosotros, la disciplina de nuestros conciudadanos, el rigor con que han perseverado el distanciamiento social, la obediencia con la que se han mantenido el mayor tiempo posible en sus casas, la severidad con la que han utilizado el tapabocas y la tenacidad con la que han recurrido a la desinfección frecuente de manos y objetos, más que todas las campañas gubernamentales son las que han detenido el avance aterrador del SARS CoV2.

Pero en lo que si se diferencian verdaderamente Donald y Nicolás, es en que mientras el gringo embarró la jaula teniendo todo a su favor, siendo el presidente de "la nación más poderosa del mundo", el nuestro gobernante de una país tercermundista, que sólo aspira a que la dejen desarrollarse en paz y con independencia, ha tenido que enfrentar durante su mandato, algo que todavía muchos niegan: un bloqueo pertinaz, feroz, criminal, un boicot multinacional y unas sanciones que han golpeado peligrosamente a la ciudadanía, quebrantando seriamente la paciencia de nuestro pueblo.

Afortunadamente Trump ya pasó, desgastó el aguante de sus correligionarios a tal punto que los mismos republicanos anhelaban otro candidato menos tosco, menos atorrante. Con estoicismo los norteamericanos soportaron los desaires del magnate sobrevenido en político, que pensó que el dinero le daría todo el respaldo que necesitaba. Sumergidos como están medio de una horrorosa pandemia, que diezma con su contagio a sectores susceptibles de la población, afroamericanos, latinos, inmigrantes asiáticos, etcétera, librarse de este sujeto ha sido toda una bendición, una esperanza abierta entre los nubarrones de la recesión.

Para los venezolanos, el hecho de que se haya producido un cambio de un gobierno de republicanos a uno de demócratas, no significa necesariamente que las sanciones unilaterales y el bloqueo económico vayan a ceder. Por el contrario, conociendo que el abanderado demócrata tuvo un papel preeminente en la instauración de dichas represalias durante la administración Obama de la cual él -Joe Biden-, fue Vicepresidente, lo más aconsejable para Nicolás Maduro y en general para todos nosotros, es que compremos un parcito de alpargatas, porque lo que viene no es precisamente rock and roll.



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Carlos Pérez Mujica


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