La culpa no es de la estaca que el sapo salte y se ensarte

Bien vale la pena, poner como título de la presente nota de opinión política, esta frase que forma parte del decir popular, en momentos en que el gobierno supremacista de Joe Biden reactiva su jauría con la intensión de reproducir, sus fracasadas estrategias desestabilizadoras en contra del gobierno revolucionario de Nicolás Maduro.

Con el mayor caradurismo, de nuevo se inmiscuye en los asuntos internos de la República Bolivariana de Venezuela. Con el mayor cinismo, dice estar "profundamente preocupado" por el arresto y detención de algunos ciudadanos que forman parte de una banda terrorista que tenía como objetivo la ejecución de cinco planes conspirativos, a través de los cuales pretenden volver a generar caos en el país, como lo hicieron entre 2014 y 2017; asesinar al Presidente Nicolás Maduro y provocar un derramamiento de sangre en Venezuela. De manera insolente, ese gobierno supremacista, pretende darnos instrucciones acerca de la manera como debemos interpretar y ejecutar nuestro ordenamiento jurídico; su descaro es de tal magnitud que, quiere imponernos su interpretación del Acuerdo de Barbados; y, desconoce el Acuerdo suscrito entre Venezuela y Guyana el pasado 15 de diciembre de 2023.

Caradurismo, cinismo e insolencia que alcanza su mayor desvergüenza, al pretender darnos lecciones de democracia. De nuevo recurren a la calificación de nuestro gobierno como una "dictadura", vocablo que han pretendido solapar con el de "régimen", obviando que éste último término es el que usa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), para definir el sistema democrático. De nuevo habla, el gobierno imperial, de la "restauración pacífica de la democracia", en nuestro país; sería interesante analizar comparativamente el curso político del gigante del norte con Venezuela, durante los últimos años.

Caradurismo, cinismo e insolencia que alcanza su mayor descaro, al pretender imponernos un proceso electoral presidencial, diseñado y organizado, de acuerdo a sus intereses. Y, lo último, exculpar a priori a Rocío San Miguel, tarifada de la USAID y la NED, recientemente detenida y, como está establecido en nuestro ordenamiento jurídico, sometida a un proceso de investigación, por delios de traición a la Patria.

Nada nuevo dice, el gobierno supremacista de Joe Biden, contra la Revolución Bolivariana. Nada nuevo hace, al inmiscuirse en nuestros asuntos internos. En su afán por seguir siendo "dueño del mundo", el gobierno de Joe Biden, a través de la mentira y el terror, ha pretendido dar muerte a la esperanza, al sueño, al deseo de vivir mejor de los pueblos.

A través de los más variados métodos y técnicas de comunicación ha logrado establecer un imaginario para hacer creer que no existe sino un solo camino, el suyo; un camino cerrado, por tanto, quien no lo adopte para sí, se coloca al margen de su institucionalidad; convirtiéndose, de tal manera, en "enemigo de la democracia", y recibirá los más variados y soeces calificativos para ser estigmatizado y condenado por la comunidad internacional.

Que poca imaginación, cuanta orfandad creativa acompaña al "todopoderoso" gobierno imperial del norte de América. No ha logrado entender que el sentido común, constituye una fuente inagotable en la realización del acto político; que, el sentido común, trasciende las formulaciones teóricas cerradas, "verdaderas", infalibles, con que algunas veces se diseñan "tácticas y estrategias"; obvian que, el sentido común, no es un concepto, sino un sentimiento, un afecto, socializado; que, el sentido común nos es útil para "articular lo diferente y fraguar una voluntad colectiva"; y que es, precisamente, de la comprensión de éste relacionamiento de donde pueda inferirse el realismo de la acción política.

El imperio "no ha logrado" entender que en el presente los afectos, al sentido común y el realismo político ocupan un lugar de primer orden en el diseño de un mundo multipolar, que adquiere una nueva dimensión la cual es indetenible; y que, esta nueva dimensión, debe ser asumida a partir de lo que Gramsci definía como una profunda "reforma intelectual y moral"; sustentada, en nuestro parecer, en los más caros principios éticos del humanismo.

Por no entender esta nueva realidad, el imperio, al igual que el sapo, vuelve a saltar la estaca, y se volvió a ensartar.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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