Si el Rey Juan Carlos es un monarca de la monarquía más rancia, entronizado por un dictador fascista como Francisco Franco y máximo representante de una parte de la sociedad española que alberga los sentimientos más retrógrados, que le hacen admitir, aún hoy en día, que existen especimenes humanos dotados por Dios de una gracia divina que los hace superiores a los demás.
Si aún hoy, al menos la mitad de esa sociedad española piensa que la independencia de Latinoamérica fue una involución para nuestros pueblos y que la presencia de Su Majestad (la de ellos) en una Cumbre, es una bendición sagrada que debe ser venerada por nosotros los vasallos mortales subdesarrollados y generar suspiros y ¡ohhhh(s)! de asombro de nuestros innobles presidentes, quienes deberían agradecer la suprema fortuna de sentarse al lado de Juan Carlos.
Si para algo más de un tercio de la clase política española y casi todos sus medios de comunicación, el fascismo no es una ofensa, sino una lamentablemente clandestina condición política que le permitió a España encontrarse con el primer mundo y acabar con la sarna comunista republicana y José María Aznar es un fiel representante de los consagrados ideales del Opus Dei de Escribá Malavé y digno heredero del más puro espíritu redentor de la falange española de Castro Sotelo.
Si José Luís Rodríguez Zapatero está haciendo toda suerte de maniobras para no perder las próximas elecciones con la derecha, llegando incluso al extremo de concederle todo tipo de espacios, renegando de su sarampión izquierdista y llorando en la oscuridad la imposibilidad de emular a su abuelo fusilado por Franco.
Si todo lo dicho anteriormente lo juntamos en una licuadora y le ponemos una enzima catalizadora llamada Hugo Chávez, el resultado que obtendremos es el ya conocido dedo acuseta popularizado hace ya varias décadas por Lusinchi y el tristemente célebre “¿Por qué no te callas?” del jefe de los Borbones.
Así que vamos a estar claros. Debemos reconocer que por primera vez en la historia, el Rey se permitió un instante de sinceridad. Él hizo lo correcto. Juan Carlos, habló de acuerdo a su condición e hizo gala de lo que le hicieron creer que es. Habló desde el corazón, sin guiones ni frases prefabricadas por la Casa Real. El Rey, dio frente a Chávez y los demás presidentes, una muestra de la arrogancia propia de los monarcas, de los que se creen con la verdad absoluta. El Rey, por un momento, se metió la diplomacia por el fundamento y se comportó como lo que es: un puro y simple Rey.
Yo sospecho que a lo mejor tuvo una mala noche o estaba irritado porque con la intervención de Chávez se retrasaba su vuelo y con ello su aventura ecocida en algún bosque de Rumanía donde suele cazar o más bien, asesinar osos. En fin, su comportamiento me pareció de lo más normal, aunque pesen sobre él motivaciones tan banales como esa de caerle a tiros a unos osos emborrachados con vodka.
Zapatero, por su parte, logró al fin un momento de gloria para intentar congraciarse con la oligarquía española que vive pitándolo todos los 12 de octubre; y nadie mejor que Chávez para tal cometido. El Presidente español, de alguna forma, se puso una mascara para ocultar su simpatía por la Revolución Latinoamericana; no podía perder esa oportunidad.
¡Que loable, no!
Él, como Jefe de Gobierno, defendiendo a su adversario político ex presidente, de las ofensas proferidas por un extranjero. Claro, quizás el único error de Zapatero es que, para él, llamar a alguien fascista ciertamente es una ofensa. Yo también lo entiendo en ese aspecto. Pero José Luís, para Aznar, es motivo de un pícaro orgullo clandestino que lo denominen como tal, él, lo goza en secreto y lo celebra a hurtadillas. Por eso no dijo ni pío en Bogotá cuando le preguntaron sobre la ofensa de Hugo. Claro, para él, que lo llamen fascista en un honor.
Así que gracias a Chávez, Zapatero se puso una careta que le pudiera garantizar la reelección y el Rey, se quitó la suya.
LA DERECHA IMPLACABLE
Sin embargo y para su pesar, Zapatero olvidó, será por su desesperación, que la derecha es implacable y así como fusiló a su abuelo, ahora, con todo y el agradecimiento de Aznar, va por sus fueros y lo ataca por tener “amistades peligrosas” y devaneos con “dictadores”. Es decir, que la derecha no asume para si, la necesidad de respetar a los mandatarios electos de otros países y sigue ofendiendo a nuestro Presidente.
Y de paso, todos los medios y la clase política oligarca le dan los méritos al Rey y obvian la intervención del Presidente del Gobierno en defensa del neoliberalismo, de las privatizaciones, de la inversión extranjera expoliadora y de su archienemigo Aznar. Que triste para Zapatero, pese a su genial maniobra, el héroe de la jornada no es él, sino Juan Carlos.
El discurso derechista del socialista Zapatero, quedó enterrado en el olvido. De allí, su apresurada orden a Moratinos de que restablezca los hilos diplomáticos con Venezuela, maltratados por su oportunismo y la intolerancia real. Porque la otra gran verdad es que la sociedad española está más polarizada que la nuestra y la derecha parece tener una mayoría pírrica, pero mayoría al fin.
El meollo del asunto
Pero el chisme del “¿Por qué no te callas?”, tapó el debate de fondo que debemos reflotarlo a la brevedad. Ese debate se enmarca en la existencia de un poder supranacional que interviene en nuestros asuntos internos y cambia el destino de pueblos enteros en contra de su voluntad, para defender sus intereses económicos. En resumen, esto fue lo que denunció Evo Morales, que trató de ser desmontado por Zapatero y que recibió la respuesta de Chávez y Daniel Ortega.
Evo denunció la intervención norteamericana en los asuntos internos de su nación, solo porque decidió abandonar el neoliberalismo y renacionalizar sus recursos naturales como el gas y el agua. Ante esto, Zapatero le replicó que mal puede un mandatario culpar a los elementos externos de sus problemas internos y que las nacionalizaciones lo que traen es corrupción e ineficiencia. Ante esto, Chávez le replicó con dos ejemplos: Chile, donde fue derrocado Allende por la CIA y Venezuela donde se intentó lo mismo con el auspicio de la misma CIA y el Gobierno español de Aznar, tildando a éste último de fascista. Esto trajo consigo una nueva intervención de un Zapatero ofendido y la reacción ya conocida de Juan Carlos. Y finalmente, Daniel Ortega refrendó a Chávez y Morales, provocando nuevamente la ira real, por lo que Juan Carlos, mostrando su “talante democrático”, abandonó la sala plenaria de la Cumbre.
Este episodio, más allá de la intención coyuntural de Zapatero, de la vehemencia de Chávez y de la pataleta del Rey, es la intensificación del debate en torno a nuestro futuro que se debate entre la independencia real o la subyugación definitiva al imperio de las multinacionales, y lo que es mejor, es el despeje de una duda: ya sabemos que una buena parte de los españoles, incluyendo al Rey, nos ven como las colonias rebeldes y que existe aquí en Venezuela, un pequeño grupo de farsantes que se ponen de lado del Rey, lo justifican y hasta le celebran la gracia, no solo por estar irracionalmente en contra de Chávez, sino porque en el fondo de su corazón, albergan la posibilidad de que volvamos a ser súbditos y vasallos de la Corona Española.