El 24 de octubre de 1929 se produjo el derrumbamiento de la bolsa de valores de Wall Street en la ciudad de Nueva York, el corazón económico de la nación norteña, con 13.000.000 de títulos aproximadamente a la baja sin posibilidad de colocarlos en manos de nuevos tenedores, induciendo la debacle de los inversores, quienes en su mayoría acumularon posiciones con dineros de terceros.
Esto desencadenó un pánico generalizado trasvasando los problemas de la economía especulativa a la economía real, distorsionando el sistema financiero grandemente con repercusiones en todos los sectores, dificultando a las entidades bancarias fomentar la actividad productiva mediante el estímulo de instrumentos crediticios, conduciendo a un sin número de ciudadanos al default (cesación de pagos), este suceso se conoció con el nombre de la “GRAN DEPRESIÓN”. Tres años más tarde, la crisis golpeó a la población, elevando la cifra a 16.000.000 de personas desempleadas.
En 1933 asume la presidencia Franklin Delano Roosevelt del partido Demócrata, siendo electo por 4 período consecutivos hasta 1945, quien implementó una serie de medidas el “New Deal” para actuar de manera enérgica con el objetivo de reconstruir la economía de su país que se encontraba en muy mal estado.
Este paquete de medidas se basó en el trabajo elaborado por el economista, liberal inglés John Maynard Keynes “Teoría General de la Ocupación, Interés y el Dinero”, su esencia radica en que el Estado tendría una participación muy activa en la vida económica, asegurando las ganancias para los monopolios capitalistas más grandes, resaltando un detalle insoslayable el de desarrollar la industria militar con el propósito de aumentar el nivel de empleo disminuyendo los índices de paro forzoso.
Según el periodista Santiago Camacho colaborador de la cadena SER española señaló, sobre las altas probabilidades que el presidente Roosevelt conociera con antelación los planes de atacar Pearl Harbor por parte de la armada imperial japonesa, donde mueren 4.500 estadounidenses y fueron destruidos el equipo militar correspondiente a dichas unidades, empleándolo como pretexto para que permitiera la participación en la Segunda Guerra Mundial.
En aquella confrontación bélica que dejó un saldo de 75.000.000 de seres humanos sin vida, dato aportado por la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U); se enfrentaron dos bandos conformados por las “potencias del eje”: Alemania, Italia y Japón y por el otro lado las “potencias aliadas”: encabezada por Estados Unidos (EE.UU.), secundado por la República Francesa y el Reino Unido y con alianzas circunstanciales : la República Popular de China y la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (U.R.S.S), inclinándose la balanza a favor de las “potencias aliadas” fundamentalmente por dos razones:
En primer lugar EE.UU., tenía una sociedad de consumo desde antes de la Segunda Guerra Mundial. A simple vista es comparable esto, según dato suministrado por la Sociedad de Naciones (antecesora de la O.N.U), en 1929 por las calles y carreteras circulaban por ese país 24.000.000 de automóviles, mientras que en el resto del mundo apenas alcanzaban 15.000.000, es decir, la capacidad industrial de fabricar y difundir el automóvil por músculo propio, tal es el caso del emblemático Henry Ford a principios del siglo XX, demostraba y evidenciaba el notorio avance científico-tecnológico con que contaba para la época y, la disposición de ingentes cantidades de recursos.
En segundo lugar, en 1943, cuando todavía se peleaba encarnizadamente en el norte de África, el presidente Roosevelt, envió un equipo de geólogos al Reino de Arabia Saudita, a explorar una zona en ese territorio donde se encontraba la Standard Oil (hoy Exon Mobil). Estos hombres estuvieron por espacio de un año, y cuando regresaron a la capital Washington D.C, informaron al presidente Roosevelt, que Arabia Saudita poseía las reservas de petróleo más grandes de mundo, es decir, “las potencias aliadas” contaron con todo el combustible fósil requerido para desplazar su maquinaria de guerra, en tanto, las “potencias del eje” usaban en algunos casos combustibles sintéticos.
Es así como, llegamos al fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 con la victoria de las “potencias aliadas” representadas gráficamente en la conferencia de Yalta, en que los jefes de estados y/ o gobierno de la U.R.S.S Joseph Stalin, de EE.UU. Franklin Roosevelt y Reino Unido Winston Churchill, se reparten el mundo como “una torta de cumpleaños” y sientan las bases esenciales de los destinos geopolíticos de ahí en más a escala global.
Para ese año surge el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), tras los acuerdos firmados en un complejo hotelero de Bretton Woods en Nueva Hampshire, en Estados Unidos, conformaron las bases para el funcionamiento del nuevo sistema económico mundial.
Entre los elementos más importantes de este nuevo ente financiero tenemos: 1) el precio internacional del oro se fija en dólares de EE.UU. 2) el dólar es la moneda de uso operativo y principal medio de reserva para los bancos centrales y 3) el F.M.I funge de banco central internacional regulando el flujo monetario y otorgando créditos a los Estados que atraviesan una situación de coyuntura adversa.
De tal manera, EE. UU. con el dominio del mercado, teniendo su moneda nacional como columna vertebral del sistema financiero internacional, contando en el continente europeo con una ocupación militar indefinida bajo la fachada de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (O.T.A.N), reciclando los “euro-dólares” de la fulana ayuda del plan Marshall, le permiten una expansión de su economía bastante prologada por un período que comprende desde 1945 hasta 1971, cuando por primera vez la balanza comercial cerraba con un saldo negativo desde 1895.
En ese sentido, lo sucedido en 1971 se avizoraba desde finales de los años 60 en que el gasto militar aumentó vertiginosamente ubicándose en medio del conflicto bélico de Vietnam, en una suma alrededor de $ 150.000.000.000, con una tendencia marcada al alza debido al papel de gendarme en esa y otras latitudes del mundo.
En ese momento en el 1971, el presidente Richard Nixon perteneciente al partido Republicano, se da cuenta que para mantener la supremacía de su país en el papel de potencia hegemónica, era necesario destinar un alto porcentaje del presupuesto a la defensa como política de estado, resultando imposible sostener tales exigencias por la vía de la producción de riquezas producto del trabajo de sus ciudadanos (impuestos), pues el déficit fiscal sumaba ya $ 5.000.000.000, convirtiéndose en crónico sin lugar a dudas por no estar en consonancia con los ingresos, toma la decisión de romper los esquemas heterodoxos desvinculándose del modelo patrón oro, facilitando imprimir todo el dinero sin respaldo necesario para cumplir su empresa
“Cuando el presidente Reagan asume el poder, el déficit fiscal era de 1 trillón se triplicó durante sus ochos años, gracias a enormes recortes impositivos en 1981 y el aumento del gasto. En la presidencia de Bush padre, el déficit fiscal continuó incrementándose aún más”, afirmó Bill Clinton en su autografía titulada “Mi vida Bill Clinton” publicada en el año 2004.
Por tal motivo, este recuento de sucesos acaecidos en las últimas décadas de la historia estadounidense, muestran las coincidencias entre los conflictos bélicos y las recesiones económicas, de lo cual se puede inferir que, son usados como catalizadores para motorizar el crecimiento, mediante la enorme inyección de recursos a los diferentes sectores de la economía.
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