Como una amenazante sombra sobre Latinoamérica y el Caribe, se extenderá la tutela militar de los Estados Unidos, cuando a partir del 1 de julio entre en operación la renovada IV Flota de su Armada.
El restablecimiento intervencionista de este contingente naval, desmantelado hace mas de 50 años, luego de desaparecidas las razones de su creación (control y seguimiento en el océano Atlántico de los buques y submarinos alemanes durante la II Guerra Mundial), revela que frente a la voluntad de cambios políticos que experimentan los pueblos latinoamericanos y caribeños, los Estados Unidos, en vez de reconocer el camino del diálogo, reafirman la opción de la fuerza.
El almirante Gary Roughead, del Pentágono, al anunciar la restitución de este grupo naval, expresó un galimatías que únicamente él pudo entender.
Roughead dijo lo siguiente: “Esta decisión incrementará nuestro énfasis en la región sobre el empleo de fuerzas navales para desarrollar confianza y seguridad entre las naciones, por medio de esfuerzos colectivos de seguridad marítima que enfoquen sobre amenazas comunes e intereses mutuos”.
Más allá de lo confuso del argumento, se trata en verdad de una clara advertencia del Pentágono a Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y a todos los países de nuestro continente que profundicen sus pasos hacia la plena soberanía e independencia. Una amenaza intervencionista contra todos los gobiernos que intenten zafarse de las redes de la dominación imperial.
La razón de esta amenaza debe ubicarse en los cambios que vienen registrándose en la escena política regional e internacional, que han alterado las históricas relaciones de subordinación entre los países de Latinoamérica y los Estados Unidos.
Nueva orientación
De acuerdo con Osvaldo Martínez, Director del Centro de Investigaciones Económicas de Cuba, en las últimas tres décadas de voracidad neoliberal, los gobiernos de América Latina perdieron a manos de las transnacionales imperialistas, más de 4 mil empresas de bienes públicos y de servicios.
Pero en menos de una década, 9 gobiernos progresistas han manifestado estar en contra de decenios de expoliación neoliberal y de exclusión.
Así, en diciembre de 1998, Hugo Chávez gana las elecciones en Venezuela, en enero de 2003 lo hace Lula da Silva en Brasil, y en mayo de ese mismo año, Néstor Kirchner gana en Argentina.
En octubre de 2004, Tabaré Vásquez gana la presidencia en Uruguay, y dos años después, en enero de 2006, Bolivia y América tienen su primer presidente indígena, con Evo Morales. También en el 2006, Michelle Bachelet, gana la presidencia en Chile.
En enero de 2007, Rafael Correa llega a la presidencia de Ecuador y, días después, vuelve al Gobierno de Nicaragua el líder sandinista Daniel Ortega.
La cadena la completa ahora el reciente triunfo de Fernando Lugo, el pasado mes de abril, en Paraguay, un ex obispo cuya victoria electoral acabó con más de 60 años de regímenes conservadores.
Los efectos
Estos cambios han traído significativas transformaciones, tanto en el ámbito interno de cada país, como en el plano internacional.
En el aspecto económico ha significado principalmente la ruptura con las políticas neoliberales de privatizaciones y reducción del papel del Estado.
Estos gobiernos han recuperado el manejo de sus recursos naturales, como son los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, y han impuesto nuevas y más ventajosas condiciones de negociación en sus relaciones con las transnacionales petroleras, mientras que en el ámbito político, han forzado en forma creciente decisiones y orientaciones contrarias a los intereses de los Estados Unidos, en la Organización de Estados Americanos (OEA), y en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Por ejemplo, en mayo de 2005 logran elegir al chileno José Miguel Insulza como Secretario General de la OEA, en contra del candidato que apoyaba Estados Unidos, el mexicano Luis Ernesto Derbez, y en noviembre, en la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, Argentina, condenan a muerte al proyecto económico estadounidense Alianza de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en presencia del propio presidente Bush.
Dos años más tarde, en febrero de 2007, es creada la Unión de Naciones de Suramérica (UNASUR), en la isla de Margarita, y en el abril siguiente se afirman las bases del Banco del Sur, iniciativa venezolana orientada a prescindir de los soportes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, para el financiamiento del desarrollo regional.
En el ámbito militar, estos países (con iniciativas de Venezuela y Brasil), han comenzado a dar pasos hacia la creación del Consejo de Defensa del Sur, por supuesto sin la presencia de EEUU. Además, el Gobierno de Ecuador ha reiterado que el próximo año saldrá de su territorio la base estadounidense de Manta.
Asimismo, la propia OEA, que años atrás era expresión de los dictados de Washington, rechazó la incursión militar que, con el apoyo de Estados Unidos, realizó Colombia en territorio ecuatoriano, y que costó la vida al líder de las Farc, Raúl Reyes y por lo menos a otras 19 personas. El organismo reafirmó el principio de inviolabilidad territorial, condenando de esta forma la línea de “guerra preventiva” que preconiza Washington y que orientó la acción militar colombiana.
Dimensiones de la amenaza
La IV Flota de la Armada estadounidense extenderá su área de influencia sobre 30 países del subcontinente, cubriendo 15, 6 millones de millas cuadradas, en las aguas contiguas a Centro, Suramérica y el Mar Caribe.
Su composición, entre navíos y personal, todavía no es del todo conocida, pero se sabe que tendrá como nave madre a un portaviones nuclear, como puerto la base de Mayport, en Florida y que será comandada por el contralmirante Joseph Kernan, actual jefe del Comando Naval de Guerra de Estados Unidos.
La Armada estadounidense cuenta con otras cinco flotas: la II Flota que cubre el resto del Atlántico, la III que vigila el este y el norte del Pacífico, la V Flota para el Golfo Pérsico, la VI que tutela el Mediterráneo y la VII Flota que recorre el oeste del Pacífico y el Océano Índico.
Sustituye a Roosevelt Roads
La IV Flota de la Armada estadounidense sustituirá a partir del 1 de julio, las funciones que cumplía en La Ceiba, Puerto Rico, la base naval de Roosevelt Roads, la más grande de EEUU fuera de su territorio.
Esta estación naval, creada también en 1943, fue desmantelada a partir de abril de 2004.
El escudo de la unidad
Se estima que la fórmula que vienen empleando los países latinoamericanos para solucionar sus problemas económicos de unidad, solidaridad y complementariedad, también debe dar resultados frente a esta amenaza.
De hecho, las expresiones de fuerza del coloso del norte representan un desafío para la naciente UNASUR, que celebrará en Brasil, próximamente, su nueva reunión de Jefes de Estado.