Otra travesura de Heinz Dieterich

El señor Heinz Dieterich acaba de pedirle a los gobiernos y movimientos latinoamericanos que se posicionen sobre la siguiente realidad: Obama es un mal menor a McCain. (Ver “Obama o McCain: ¿Quién conviene a América Latina?”, Aporrea, 28/06/2008).

Dieterich no sabe que en Estados Unidos no manda un presidente y que los matices entre uno y otro candidato no son razones para minimizar un mal. Si un gobierno se diferencia de otro no es porque lo decida un presidente, sino porque los grupos que mandan optan por cambiar la política. Ese proceso genera tensiones, pero no en los partidos ni en los candidatos, sino en los grupos de poder que están detrás, algunos de los cuales consideran que debe continuar la política y otros opinan que no. Si se decide el cambio de política, entonces se va un partido y llega otro. Esa magia es la que le permite al sistema político de Estados Unidos hacer creer que hay dos partidos. ¿Dónde esté el poder real? En el capital financiero, que no es bancario, como mucha gente cree, sino industrial y bancario a la vez, en su origen, pues hoy se extiende al resto de capitales. Y la industria incluye, por supuesto, la producción de armamentos.

Es evidente que lo esencial de la política de los últimos ocho años fracasó: derrota en Iraq y posiblemente en Afganistán, bloqueo al ALCA, entrampamiento del PPP y avance de las fuerzas progresistas y de izquierda en Latinoamérica. El retroceso de Estados Unidos es evidente. Solo en los últimos tres años su aporte al PIB mundial cayó de 28% a 23%. Y la Unión Europea pasó de 31% a casi 35%. El déficit comercial de Estados Unidos se amplió y sus competidores tienen más 3 billones de dólares en reservas. Solo China tiene 1.4 billones. Japón acumula 970,000 millones, la Federación Rusa 464,000, la India más de 272,000, Brasil alrededor de 200,000, etc. Si esos países le exigen a Estados Unidos el pago en Euro o en ACU, ese país no podrá seguir emitiendo dólares sin rapaldo para comprar en el mundo por el doble de lo que vende. Tendrá que comprar lo que puede, o endeudarse en otras monedas fuertes, lo cual sería un desastre, pues actualmente carga el 20% de la deuda externa mundial. Con préstamos externos, con inversión china, japone y alemana, y con un dólar inorgánico, Estados Unidos pudo mantener sus enormes importaciones, sus déficit fiscal y sus crecientes gastos militares. Eso se acabaría si el dólar fuera desechado en buena parte del mundo industrializado. Si eso occurre, quebrarían miles de empresas importadoras y buena parte de los bancos que les prentan. La economía entera descendería. El desastre sería de alcance mundial. Por eso los competidores intentan desplazar a Estados Unidos lentamente. Tal dilema tendrá un desenlace en el mediano plazo.

Resolver ese y otros problemas fue la tarea del gobierno republicano. Solo ganando la guerra y controlando el petróleo en Iraq, Estados Unidos bajaba las importaciones en billones de dólares, pues importa el 65% del petróleo que consume, cuyo precio ya superó los 132 dólares por barril. Y que nadie olvide que ese país consume el 25% del petróleo y el 40% de la gasolina mundial. Pero Bush se va pateado y con el rancho ardiendo. Por eso es evidente que habrá cambio de política y, por lo tanto, de partido en el gobierno.

Por lo anterior, Obama ganará. Un ataque a Irán antes de noviembre no le generaría popularidad a los republicanos, como dice Dieterich, sino un mayor rechazo, pues la guerra en Asia fue lo que más daño le hizo. Un ataque a Irán, sin posibilidades de ocupación militar, sería visto en el mundo, y sobre todo en Estados Unidos, como el exhabrupto de un niño, no como una acción audaz. El ataque puede ocurrir, pero de nada serviría.

Pero el trabajo de Obama no consistirá en aplicar una política blanda, de aceptación del declive de Estados Unidos. El nuevo gobierno intentará sudvertir, no necesariamente con armas, los procesos de Suramérica, para recomponer los gobiernos e imponer el ALCA, aunque sea con otro nombre. Al menos intentará acabar con los procesos más peligrosos para sus intereses. Estados Unidos no tiene chance en Europa, ni en Oceanía ni en Asia. Y África no es un mercado importante. Solo Suramérica le salva del declive definitivo. Ahí están los mercados, el agua y los hidrocarburos que necesita el vampiro. A querer tragarse esos recursos viene el nuevo gobierno. ¿Lo logrará?. No lo sabemos. Ni el triunfo ni la derrta están escritos.

Dieterich tuvo una luz cuando dijo: “El punto de partida de ambos candidatos es el interés imperial de reconvertir a Estados Unidos en una potencia mundial hegemónica. Sin embargo, la forma de hacerlo los diferencia, teniendo Obama una fórmula de éxito más realista que McCain.”

Pero al final cayó en una trampa cuando dijo: “Para América Latina, el “mal menor” entre los dos funcionarios imperiales es, sin duda, Barack Obama. La política práctica de los gobiernos y movimientos latinoamericanos debe posicionarse sobre esa realidad…”

Resulta que Obama tiene más posibilidades de éxito y es un mal menor. ¡Tremenda conclusión!. Dieterich cree que el éxito de Estados Unidos es preferible a su fracaso. Eso no da risa, sino pena.

Discutir sobre mal mayor o mal menor no es conveniente cuando se trata del principal país imperialista. En Estados Unidos y en el mundo entero hay contradicciones que la izquierda puede aprovechar, pero nada más. Eso no debe dar pie a posecionarse en un supuesto “mal menor”.

28 de junio de 2008

csvillalona@gmail.com


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