Esta ha sido
una herramienta trabajada en forma sistemática y consciente por el
gobierno de Uribe Vélez y así lo dejan ver, con toda claridad, las
orientaciones del llamado Centro de Pensamiento Primero Colombia,
creado en octubre de 2006 para apoyar la política de Seguridad Democrática
de Álvaro Uribe que, en conferencias a través del mundo y en la propia
Colombia, difunde el consejero presidencial José Obdulio Gaviria.
La semana pasada,
en Estados Unidos afirmó textualmente que "Nosotros no tenemos
desplazados, tenemos migración en buena parte por el paramilitarismo
y la guerrilla (...) esa gente se fue para ciudades y allá están como
migrantes, más la gente que se fue del país, clase alta y media. (...)”.
Ante lo cual la opinión nacional, casi unánimemente, gritó que José
Obdulio estaba loco al afirmar que en Colombia no hay desplazados, jugando
con las palabras.
Nada de loco,
José Obdulio está caminando por los campos de la guerra de baja intensidad,
una de cuyas herramientas es repetir una mentira cien veces hasta que,
para la visión colectiva, se transforma en realidad, además de jugar
con las palabras para darle un “sentido” diferente a los hechos.
También ha
dicho José Obdulio, comunicando las “ideas superiores” – como
él las califica – del Presidente Uribe, que en Colombia se acabó
el paramilitarismo, cuando todos los días oímos informes sobre las
acciones que cometen grupos paramilitares. Nos dice también que en
Colombia no hay conflicto armado (sic) y que “las Águilas negras”,
que según informes oficiales ya han cubierto todo el territorio nacional
para ejercer políticas de retaliación, son producto imaginario de
la oposición política.
Y una perla
más: afirma que la lucha de las ONGs, en defensa de los Derechos Humanos,
tiene como objetivo que los abogados defensores se lucren en un 35%
de las “cuantiosas sumas” demandas al Estado.
Lo grave no es que todo esto sea un montaje de mentiras deliberadas y calculadas, sino que, poco a poco, gracias a los medios de comunicación al servicio del establecimiento, la gente las irá aceptando como ciertas.
Por ello es
fundamental la lucha por la conquista de la cultura popular y no sólo
de la razón, porque nosotros nos movemos impulsados por esa cultura
que está a nivel del subconsciente y no por la razón. La verdad es
que no existe el libre albedrío, planteamiento que en su momento hizo
Jorge Eliécer Gaitán y que le permitió conquistar el subfondo del
alma colectiva, tesis que ha sido comprobada hoy en día por los neurocientíficos.
El doctor Wolf
Singer, director del instituto alemán Max Planch afirma que “nosotros
somos los últimos que nos enteramos
de lo que nuestro cerebro tiene la intención de hacer” y añade:
“aquello que el ser humano experimenta como una decisión, no es otra
cosa que la justificación posterior de cambios
de estado que de cualquier forma sucederían”,
mientras que el profesor norteamericano Benjamín Libet pudo demostrarnos
que nuestras acciones se producen segundos antes de que aparezca nuestra
voluntad de actuar. La “chispa consciente” se produce, en promedio,
entre 0,3 y 0,4 segundos después de la aparición del potencial de
alerta. Según Libet, la sensación de que se realizó un movimiento
intencionadamente se produce 350 milésimas de segundos después del
movimiento.
Estos descubrimientos,
logrados gracias a las nuevas tecnologías de punta, le permiten afirmar
al profesor Gerhard Roth, investigador del cerebro en la Universidad
de Bremen, que “la sensación de que yo soy dueño de mis actos,
sujeto consciente que actúa, es ilusoria. El cerebro decide antes de
trasmitirme la sensación de que quiero hacer lo que me dispongo a hacer”.
Y nos hará saber que “el libre albedrío no es tan dueño de sí
mismo como a él mismo le agrada creer. Todo sucede como si el cerebro
necesitara “calentar filamentos” durante unas fracciones de segundo
antes de que salte el destello consciente. Por tanto, el acto de la
voluntad no puede ser la causa del movimiento, sino únicamente una
sensación que acompaña el movimiento mismo”.
Igualmente
el doctor Niels Bimbauer, de la Universidad de Tubinga, dirá: “cuando
yo digo o pienso “quiero hacer esto”
el cerebro ya ha definido su voluntad unos 100 milisegundos antes”.
Esto explica
la importancia trascendental de la cultura en el destino de los pueblos.
Cuando no se trabaja este aspecto, científica y conscientemente, tenemos
como resultado el que se haga necesario expedir leyes habilitantes para
establecer políticas que permitan hacer los cambios. Ahí radica el
problema actual de Venezuela: por un lado van las reformas estructurales,
mientras que la cultura sigue siendo puntofijista.