El término que mejor
define la política exterior norteamericana es la agresión, desde su
nacimiento como país soberano (1776) ha demostrado una profunda vocación
expansionista, evidenciada durante los gobiernos de Tomás Jefferson,
pero que tendría una mayor definición en la presidencia de James Monroe
con su famosa doctrina “América para los Americanos”, o lo que
es mejor decir “América para los norteamericanos”. Si bien el siglo
XIX es tiempo de consolidación de la economía norteamericana y de
su política interna (guerra de secesión, 1861 – 65), esto no los
aisló de su ideal expansionista, que ya se había manifestado sobre
Luisiana y la Florida, pero que se profundiza con la anexión de los
hasta entonces estados mexicanos de Texas y California (ricos en minerales
como el petróleo).
Fue nuestro Simón
Bolívar quien con mayor visión se percató de esta agresiva política
exterior norteamericana, puesta de manifiesto fundamentalmente en los
preparativos del Congreso de Panamá en 1826, con la idea de consolidar
la integración de los países recién liberados del dominio español
sin involucrar a los EEUU en dicho Congreso. El boicot norteamericano
estuvo claramente presente en la derrota de este plan integracionista
latinoamericano. En 1829 es aún más clara la percepción de Bolívar
sobre el país del norte cuando señalo: “Los Estados Unidos parecen
destinados por la providencia a plagar a la América de hambre y miseria
en nombre de la libertad” Precisamente la mayor desviación de este
proyecto fue la constitución del Panamericanismo en 1890.
Las mayores muestras
de agresiones continuas y de carácter brutal por parte del gobierno
norteamericano se producen desde 1898 con la guerra contra España,
cuando los Estados Unidos se posesionan de los codiciados territorio
Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Wuam comenzando así su expansión
extracontinental, sobre todo su interés en la “apertura” comercial
Asiática. Luego vendría la política del “Gran Garrote” de Teodoro
Roosvelt (1901 – 1909) y la historia de las invasiones en Cuba, Panamá,
Honduras, Haití, Nicaragua, Santo Domingo, separación de Panamá de
Colombia, agresiones que solo fueron disminuidas con el crac económico
de los años 30. Al tiempo que se producían intervenciones militares,
los Estados Unidos habían consolidado su poder económico sobre la
zona: el poder del dólar. En aquellos países donde no intervino
militarmente (como Venezuela); brindó “apoyo” a los gobiernos que
representaban seguridad para sus inversiones.
Tanto la crisis económica
de los años 30 como el enfrentamiento al nazifacismo (1933 – 45)
hicieron replegar la política intervencionista norteamericana, pero
el comienzo de la Guerra Fría permitió a los Estados Unidos consolidar
su presencia en regiones hasta entonces inaccesibles, como las zonas
petroleras del Medio Oriente. El dominio económico de los Estados Unidos
se expande por todo el mundo, sus capitales y compañías levantan a
Europa y Asia destruidas por la guerra y penetran en los países subdesarrollados,
ya no sólo en los de América Latina. Pero la expansión económica
y política norteamericana se vio frenada por el auge del socialismo
que dominaba ya no solo en Europa del Este, sino también en la
China, Yugoslavia y fue expandiendo su órbita sobre pequeñas naciones
que habían sido víctimas de los grandes imperios occidentales.
Al tiempo que los Estados
Unidos expandían sus políticas a través de la utilización de organismos
internacionales aparentemente neutrales (FMI, BM, OEA, TIAR, OTAN, ONU)
que han representado históricamente sus intereses, se inició una política
internacional de favorecer a los “gobiernos fuertes” de marcada
tendencia anticomunista, manifiesta en el auge de los gobiernos dictatoriales
no sólo en América Latina (1948 – 57) sino en el resto del tercer
mundo: Invade Guatemala en 1954 y 1965, presiona contra la revolución
Boliviana de 1952, así como se involucra en la caída de Perón en
Argentina y Vargas en Brasil, de Medina y luego Rómulo Gallegos en
Venezuela, interviene en los conflictos de Corea y de Vietnam donde
es, por primera vez en su historia, aplastantemente derrotado.
En el Medio Oriente,
hasta 1951, en el único país donde los EEUU no tenían participación
era Irán, controlado cien por ciento por los ingleses. Después de
la Segunda Guerra Mundial, además del debilitamiento inglés, existen
otros factores por lo cual el Medio Oriente se convierte en determinante
en la política exterior norteamericana; primero, en su política de
defensa ante la amenaza de expansión del comunismo, para lo cual se
lanza la “Doctrina Truman”, segundo, por la situación de dependencia
en la que se coloca EEUU a partir del año en que se convierte en principal
importador de petróleo, situación que aumenta el peso de los EEUU,
la población de origen judío fue lo que justificó su decidido apoyo
a la creación y mantenimiento del Estado de Israel. En pro de estos
intereses los EEUU llegaron hasta intervenir militarmente cuando consideraron
algún peligro: Así dieron su aprobación al desplazamiento violento
de los palestinos de sus territorios, en 1949 intervienen directamente
en un golpe de Estado contra Siria y junto a Inglaterra contra el Líbano
y Jordania, en 1958, motivados por el miedo a las repercusiones en esos
países de la revolución iraquí. Pero su acción militar más importante
fue el derrumbamiento de Mossadeh en Irán en 1954, donde la participación
de la CIA fue decisiva. En 1955, en el contexto de la guerra fría,
Inglaterra y EEUU establecen el acuerdo de Bagdad, acuerdo militar de
la región para la “mutua defensa” ante posibles agresiones, era
una extensión más de la OTAN, como lo fue el TIAR en América Latina
para enfrentar el comunismo y a los movimientos nacionalistas.
Regresando a Latinoamérica,
desde 1959 con la revolución cubana surge lo que desde entonces ha
sido el obstáculo más grande en la política exterior norteamericana
en sus relaciones con la región. El comunismo en su propio continente,
en un territorio que al igual que Puerto Rico habían considerado de
su dominio natural. Además, junto a la revolución cubana se había
producido el auge de los movimientos insubordinados en muchos países
de América Latina. Todo esto se producía, además, en el comienzo
de una profunda recesión de las economías hegemónicas capitalistas
aunado a la crisis energética de los 70, que a su vez generó una profundización
de los movimientos nacionalistas y tercermundistas a escala mundial
a los que tuvo que enfrentar la “diplomacia” norteamericana. Esta
política norteamericana contribuyó, en buena parte, al retorno de
las dictaduras cuya agresividad más palpable ocurrió en Chile con
la caída del gobierno socialista de Allende. 1979 es un año realmente
terrible para la política exterior norteamericana, cuando se producen
revoluciones socialistas en Granada y Nicaragua, así como la revolución
islámica y la caída del Sha en Irán, país que había sido uno de
los principales aliados norteamericano en el Medio Oriente.
Al contrario de lo que muchos ingenuamente pensaban, las guerras y cualquier
manifestación de violencia no han sido socavadas después del
fin de la guerra fría. Por el contrario hay quienes opinan que
existía mayor grado de “estabilidad política” cuando prevalecían
los dos grandes bloques del occidente capitalista Vs. el oriente comunista.
Hoy hasta quienes celebraron la caída de la Unión Soviética
y el auge del proceso globalizador están reflexionando sobre las consecuencias
de estos sucesos y sus repercusiones en el mundo actual. Los cambios
ocurridos con el derrumbamiento soviético; el fin de la Guerra Fría
posibilitó el surgimiento de los Estados Unidos como máxima potencia
mundial. Ante el debilitamiento soviético los Estados Unidos intervienen
militarmente y derrumban el gobierno socialista de Granada (1987) y
luego el derrocamiento del presidente de Panamá Manuel Noriega en 1989,
que estaba claramente influido por la resistencia – aun latente- de
entregar el canal en 1999 y luego su participación fue evidente en
el desplazamiento de los Sandinistas de Nicaragua. Como habíamos
señalado en la primera parte, la última intervención militar en América
se había producido contra Guatemala en 1965, luego vendría el fracaso
aplastante de Vietnam. En estos años la política exterior norteamericana
se hiso muy pragmática, salvo en el caso cubano, los intereses políticos
pasaron a un segundo plano, a pesar de la permanencia del comunismo
en China se silenciaron los ataques contra este país y por el contrario
se profundizó las relaciones económicas. En el caso de Rusia no hay
la menor duda que la reelección de Yelsin, frente a la amenaza que
representaban los comunistas y los ultra nacionalistas, tuvo en el apoyo
norteamericano un importante aval. Los Estados Unidos ahora jerarquizan
sus intervenciones en aquellas regiones o naciones que representan un
significativo interés.
La primera invasión
sobre Iraq (1991) se encierra en el contexto que hemos señalado, las
agresiones norteamericanas hacia esa nación hubieran sido imposibles
con la existencia de la URSS, también sería ingenuo pensar que las
mismas tuvieron como causa la defensa de la democracia y la soberanía
de Kuwait – que nunca las ha tenido- o la defensa de las minorías
étnicas, como los kurdos, cuyo problema, por cierto, fue creado por
los propios países occidentales y que hoy no solamente atañen a Irak.
Tan ingenuo es convertir a Hussein en un Satán como hacerlo un héroe,
eso no es lo que nos debe interesar, pero lo cierto es que es una lucha
en extremo desigual que solo pretendía garantizar el control norteamericano
sobre el 70% de las reservas petroleras del mundo ubicadas en el Medio
Oriente. Los gobiernos de Kuwait y Arabia Saudita e Israel le son ya
incondicionales a EEUU pero no así el resto de la región.
La Paz Americana que
se quiso imponer en la región, ha sido debilitada fundamentalmente
por el antiarabismo de Israel, pero más aún por la profundización
de los movimientos nacionalistas y concretamente del fundamentalismo
islámico, que amenazan con convertirse en el obstáculo mayor de tan
añorada globalización. Las agresiones a Irak, el intento de bloquear
a Irán y Libia (Ley de Amato), no son solo medidas coyunturales con
intereses electorales, esto va mucho más allá, los Estados Unidos
se han percatado del inminente peligro que representa la inestabilidad
de esta zona para su futuro. La adversidad de esta región hacia occidente
está siendo alimentada tanto por la intolerancia de Israel como la
de los EEUU.
En el contexto de una
supuesta globalización es la imposición y la intolerancia lo que predomina,
para ello los EEUU utilizan a los organismos internacionales, aparentemente
“neutrales”, para enmascarar sus propios intereses, como si hubieran
sido hechos bajo el consenso de todas las naciones del mundo y para
el bienestar general. Se imponen modelos de economías abiertas cuando
ellos aplican el proteccionismo, hablan de un mundo entre iguales y
de democracias liberales cuando rechazan al inmigrante del sur, intervienen
directamente en los problemas internos de otras naciones y apoyan gobiernos
dictatoriales pero con economías de mercado.
Así tenemos que frente
al tratado de libre comercio con México, su población es cada vez
más rechazada en territorio norteamericano. En Colombia, ante una aparente
lucha contra las drogas, ha intervenido directamente en la política
interna de ese país, cuando todos sabemos que la principal causa del
crecimiento del comercio de la droga está en el creciente consumo de
los países desarrollados, especialmente el norteamericano. Los EEUU
no intervinieron directamente en la desintegración y matanza de los
pobladores de la exyugoslavia, cuya desintegración le es más bien
favorable, no lo hicieron frente al apartheid sudafricano, en las matanzas
en Ruanda, Somalia, tampoco ante las cruentas dictaduras de Pinochet
en Chile o la de Corea del Sur, las cuales por el contrario se convirtieron
en importantes socios económicos para EEUU.
En relación a Cuba,
los EEUU vienen cometiendo – a nuestro modo de ver- sus más grave
error (junto a los del Medio Oriente) no solo por la injusta profundización
del bloqueo con la Ley Helms – Burton, sino que es tanto la intolerancia
demostrada y la prepotencia al tratar de imponer una legislación a
todo el mundo, que le ha producido un bumerang político, al ser rechazado
a nivel internacional y producir por efectos indirectos un sentimiento
de solidaridad hacia la nación cubana, al tiempo que ha despertado
sentimientos de aversión hacia el gobierno norteamericano. Igualmente
esta ocurriendo con las continuas agresiones hacia Irak, que han producido
todo tipo de reacción adversa.
En 1997, luego de una profunda indiferencia en su primer periodo gubernamental el presidente Clinton realizó una visita a Latinoamérica para tratar de reconquistar espacios perdidos, no solamente en nuestro continente sino en todo el mundo la política exterior norteamericana manifiesta preocupación por el avance geopolítico de Europa (especialmente Francia) y la expansión económica de Asia. Concretamente en Venezuela llego a bendecir la política económica de Caldera y Teodoro Petkoff de “La Agenda Venezuela “y sobretodo la plena apertura (mejor decir entrega) petrolera.
prodriguezrojas@hotmail.com