San Agustín (Huila-Colombia), 13 de septiembre de 2009
El presente artículo tiene por objeto estimular el debate. No tiene la pretensión de derrotar tesis de nadie. Aspiro, con modestia, a ayudar a clarificar el pensamiento y afinar la acción.
La política y las tareas históricas
Definitivamente la política es algo misterioso y maravilloso. Como toda actividad humana puede caer en lo más bajo, volverse una herramienta de apetitos individuales y de compulsiones malsanas, pero también, puede ser elevada a nivel del arte. Eso ocurre cuando interpretamos el mundo con espíritu altruista y ponemos el ejercicio de la política al servicio de intereses colectivos, en la búsqueda de soluciones de mediano y largo plazo para el conjunto de la sociedad.
Aceptemos – ingenuamente, dirán algunos - que todo político como individuo intenta defender o favorecer el “bien común”. Admitamos, esas buenas intenciones de principio. Sin embargo, como la sociedad está dividida en clases y sectores de clases, y éstos se organizan y alinean en diversos y variados “bloques de poder” (“grupos de presión”, los llaman en Occidente), los actores políticos se ven obligados a defender “su” interés particular, de acuerdo a la clase social a la que pertenecen.[1]
Los presupuestos anteriores parecen absolutamente contradictorios, irreconciliables, e incompatibles. Clases frente a Nación y a Sociedad. Pero allí es donde aparece la grandeza de la política. Claro, deben coincidir los pueblos, el momento y los personajes. Se unen circunstancias especiales para que algunos “grandes hombres” (que sólo son intérpretes) logren conciliar intereses sectoriales y ponerlos al servicio de sociedades enteras y de épocas históricas. He ahí la maravilla.
Napoleón, Garibaldi, Bismark y otros, colocan a la burguesía a la cabeza de la sociedad europea construyendo las primeras naciones burguesas. Lenin, Trostky y Stalin a nombre del “proletariado industrial” y de un proyecto histórico “socialista y comunista”, desarrollan un gran movimiento reivindicatorio de los pueblos y naciones eslavas a cuya cabeza se colocó el pueblo ruso. Mao, apoyándose en los campesinos chinos logra unificar esa gran nación y la ayuda a dar un salto gigantesco. Ghandi, unifica un bloque intra-nacional y supra-clasista para conquistar la independencia frente al imperio británico y sentar las bases de la gran nación hindú.
Hasta ahora, vale la pena resaltarlo, el interés social general ha sido subordinado al interés nacional (en últimas, clasista). La causa humano-socialista ha quedado aplazada.
En Nuestra América, han existido grandes hombres (Bolívar, San Martín, Artigas, etc.), pero los pueblos no hemos alcanzado el momento. Como lo plantea Raúl Zibechi[2], las naciones criollas (que no eran naciones propiamente dichas) se construyeron con base en la exclusión de indios, mestizos y negros esclavos. Recién se está armando la identidad indo-afro-euro-americana, y la gran Nación hasta ahora es un proyecto. Estoy convencido si, que nos estamos acercando a esos momentos históricos.
El momento y sus personajes
Siete (7) personajes representan – en forma fotográfica – el momento que vivimos en América. Cada uno vive su propia historia. Existen muchas más personalidades en la región, pero he elegido los más representativos. Aspiro – con esta “instantánea” – acercarme a la esencia de lo que está sucediendo y tratar de avizorar lo que viene.
Presento a las personalidades de mayor a menor edad: Fidel, Lula, Subcomandante Marcos, Uribe, Chávez, Obama y Evo.
Fidel Castro Ruz es el patriotismo heroico de un pueblo que intenta superar – sin lograrlo hasta ahora - un socialismo burocrático que ya caducó históricamente.
Ignacio Lula Da Silva, representa la nueva potencia regional mestizo-capitalista, y a la vez, la claudicación de una clase obrera “estatista” latinoamericana sin proyecto político propio.
El Subcomandante Marcos es la revolución virtual con alto contenido cosmogónico indígena “anti-sistémico” pero sin conexión popular nacional con México ni con el resto del continente.
Álvaro Uribe Vélez encarna el último estertor - violento y dictatorial - de una oligarquía facinerosa y mafiosa que pretende reciclarse en alianzas transnacionales para mantener su poder.
Hugo Rafael Chávez Frías es el anti-imperialismo popular, beligerante y combativo que carga con una clase parasitaria burocrática que puede hacer abortar el proyecto bolivariano.
Barack Hussein Obama resume en sí mismo las contradicciones de un imperio que declina, que asume una forma “afrodescendiente (negro), demócrata y ‘suave’” para intentar recuperar su hegemonía acudiendo a nuevas guerras e invasiones.
Juan Evo Morales Ayma personifica a los movimientos sociales indígenas y campesinos luchando por ser gobierno y, a la vez, desarrollar “desde abajo” un proyecto poli-clasista y plurinacional, ganándole tiempo a las fuerzas separatistas que actúan con ropaje autonómico.
No es casual que la burguesía latinoamericana no tenga alguien salido de su entraña que la represente políticamente. Esa clase – como tal – está en proceso de “inserción global”. Los Slim, Safras, Cisneros, Mendozas, Luksic, Pérez Companc, Sarmientos Angulo, etc., hace rato perdieron sus raíces nacionales.[3]
Particularidades y generalidades
Las características resaltadas en cada caso – de acuerdo a mi percepción – no corresponden únicamente a su propio país. Por ejemplo, la consigna de Fidel es “Patria, socialismo o muerte”, y sucede que si el socialismo cubano no se renueva, está en peligro de muerte la patria misma. Y ese no es un problema sólo del pueblo cubano, es un problema de todos nosotros, ya que nos toca aprender de los errores cometidos por los revolucionarios caribeños - del tipo que hayan sido -, para nosotros también avanzar.
Lo mismo sucede con Lula. La clase obrera industrial del Brasil, que él representa, fundadora del PT, el partido de los trabajadores más importante del mundo en la actualidad, en la práctica ha hecho un pacto político con su propia burguesía para tratar de sostener algunas de las reivindicaciones[4] obtenidas en la época anterior a la reestructuración neoliberal y post-fordista. La clase obrera industrial “estatal” de todo el continente – incluida la de los EE.UU. – está en esa misma línea, aislándose de los sectores sociales excluidos del “modelo” (campesinos, trabajadores informales, desempleados, inmigrantes, negros, indios) que son los que en verdad necesitan – con urgencia - derrotar de plano las políticas de las oligarquías en su conjunto.
Y así podríamos seguir. Cada uno representa una o varias contradicciones: Oligarquía imperial frente a intereses democráticos, nacionalistas y populares; intereses nacionales estrechos frente a la Patria Grande Indo-afro-euro-americana; nacionalismos étnicos de los pueblos originarios frente a intereses nacional-democráticos de los pueblos mestizos que se han formado en el transcurrir de los tiempos; la contradicción entre unas burguesías industriales, comerciales y burocráticas aliadas de la clase hacendataria “reciclada”, que se han subordinado – una vez más, en calidad de socios menores -, a un modelo productivo impuesto por la globalización neoliberal, que día a día las reduce como sector social “nacional”, lo cual explica su derrota política en la mayor parte de las naciones suramericanas; las contradicciones al interior de las clases subordinadas; y, las que se dan entre los intereses del pueblo norteamericano y los pueblos del resto de América. Y hay otras más.
Y también, cada uno, refleja otro tipo de dilemas relacionados con la estrategia política para orientar con acierto las luchas de nuestros pueblos y Naciones. ¿Cómo conciliar los diversos intereses? ¿Se puede o no, conjugar el papel de los gobiernos nacionalistas con el de los movimientos sociales, o definitivamente las luchas “anti-sistémicas” no deben “untarse” de Estados burocrático-capitalistas? ¿Cómo medir la tarea de profundizar los cambios estructurales (intervención del capital y de la tierra, fundamentalmente) con la urgencia de mantener equilibrios económicos para resolver necesidades de inversión social, indispensables para poder ampliar las bases sociales de los gobiernos nacionalistas? ¿Cómo impulsar la integración regional respetando las particularidades “nacionales”, y responder con visión estratégica a los ataques del imperio y de las fuerzas oligárquicas regionales? Y esto sólo es una parte de la complejidad de nuestras tareas.
Enemigos, aliados, y nuestras fuerzas
Para esta fase de la lucha ubicamos como nuestro enemigo principal al imperialismo estadounidense aliado con oligarquías regionales, en asociación progresiva con capitalistas europeos, sobre todo españoles.
Así mismo, identificamos a los campesinos, trabajadores en general, clase media pauperizada, y empresarios no monopólicos, como los principales componentes de nuestras fuerzas.
Sin embargo, es bueno precisar que, por ahora, son los pueblos originarios-indígenas, gracias a su acumulado de resistencia, y algunos sectores campesinos y obreros sobre-explotados vinculados a los nuevos proyectos agro-minero-industriales, los que se encuentran a la cabeza de las luchas. Su grado de organización va en ascenso y su nivel de conciencia está en pleno desarrollo.
Son fuerzas que se expresan principalmente en lo electoral, pero con la ayuda de sus gobiernos nacionalistas van construyendo procesos más consistentes y organizados. Sin embargo, en general, debido a los efectos de más de 30 años de neoliberalismo nuestras fuerzas populares son todavía bastante débiles y precarias.
Los empresarios no monopólicos son aliados potenciales, pero la gran mayoría se ubican al lado de las oligarquías entreguistas, aunque los empresarios pequeños y medios han ido identificando sus intereses “nacionales”, allí en donde los gobiernos “progresistas” aplican una política económica correcta.
Podríamos situar también como aliados, algunas empresas que trabajan para el mercado internacional que no adversan a los gobiernos nacionalistas o aquellas que trabajan en función del mercado interno, que nos apoyan o son neutrales.
La clase obrera organizada que ha sobrevivido a los embates neoliberales – que pertenece principalmente a sectores estratégicos estatales (petrolera, metalúrgica, transportes, algunas empresas de servicios públicos, y otras) - tiene un doble comportamiento: se coloca al lado de los gobiernos nacionalistas y de los procesos de cambio, pero por la fuerte tradición e influencia economista que tiene del “socialismo estatista del siglo XX”, entra en choque con el resto de sectores sociales en defensa de sus condiciones laborales, que son ciertamente, condiciones de privilegio frente a la situación del resto de la población trabajadora y a los millones de desempleados, marginados e indigentes.
Algunos de los sectores obreros más “politizados” por la “izquierda tradicional”, están a la cola de los actuales procesos de lucha, exigiendo, por un lado, a los gobiernos nacionalistas que tomen medidas “más revolucionarias y socialistas”, pero por otro lado, pocos esfuerzos hacen para contribuir realmente con la concreción de pasos democrático-participativos, incluso al interior de sus propias organizaciones que son fuertemente burocráticas. En algunas ocasiones juegan a la oposición “radical” haciéndoles flaco favor a nuestros enemigos.
Otros sectores organizados “poli-clasistas” son importantes aliados en esta etapa como los movimientos ambientalistas, las expresiones sociales culturales, de género, étnicos, juveniles, y pacifistas.
Otras fuerzas aliadas
En la actual coyuntura que enfrentamos los pueblos indo-afro-euro americanos (para no decir latino-americanos) es importante tener en cuenta algunos aliados que las fuerzas revolucionarias de nuestro subcontinente no hemos explorado con suficiente claridad.
En primer lugar debemos tener en cuenta a amplios sectores populares de los países desarrollados entre los cuales están los inmigrantes, los sectores sociales que sufren discriminación (negros norteamericanos, asiáticos, árabes, africanos, europeos orientales) y los trabajadores que por efecto de la decadencia de los imperios – estadounidense y europeo – han visto desmejoradas sus condiciones de trabajo y de vida. Allí también existen los ambientalistas y sectores democráticos que apoyan nuestras causas.
En segundo lugar, hay que hacer alianzas con gobiernos y bloques de países rivales de los EE.UU., cuidándonos de no caer en estrategias ajenas y terminar dependiendo de otras fuerzas internacionales. Si hemos avanzado casi solos, la prioridad es sostenernos a partir de nuestras propias fuerzas, pero es indudable que se requieren aliados poderosos que equilibren las fuerzas y sirvan de contención a ataques frontales del imperio gringo – previsibles en la medida en que se agudicen las contradicciones -.
En tercer lugar, en nuestra región existen algunos sectores de grandes capitalistas industriales que han conseguido mantener niveles importantes de autonomía frente a los EE.UU. Es el caso de las burguesías del Brasil, Argentina, Uruguay, y por momentos, de México, que en determinadas coyunturas aspiran a negociar en mejores condiciones con los países hiper-industrializados, y por ello juegan a la integración regional – para su beneficio particular y no porque sean “nacionalistas” –, pero pueden ser aprovechadas en circunstancias especiales.
La coyuntura actual y los ataques de los EE.UU.
En la coyuntura actual de ofensiva imperialista existen diferencias en cuanto a determinar el carácter de esos ataques.
Por un lado están quienes consideran que los gobiernos nacionalistas de la región han acumulado tal grado de poder que están poniendo en peligro la hegemonía estadounidense y sus intereses estratégicos. Ubican el golpe en Honduras y la instalación de las bases militares en Colombia, como parte un plan militar de inminencia inmediata contra los gobiernos bolivarianos.
Por otro, estamos los que pensamos que los EE.UU. juegan a más largo plazo apoyándose en las fuerzas oligárquicas que actúan como “caballos de Troya” al interior de nuestros países. Esos mismos hechos - con todo lo que nos duele y lo que significa para la soberanía de nuestros pueblos –, los interpretamos como parte de una estrategia político-mediática dirigida – principalmente -, a debilitar internamente la política de Obama, alejar cualquier cercanía a Cuba y a Venezuela, neutralizar el avance de UNASUR, y re-posicionar la política “bushista” al interior de los EE.UU. Y a fe que lo han conseguido sin mucho esfuerzo.
Claro que el imperio eventualmente utilizará – como lo ha venido haciendo en Colombia – estrategias “irregulares” (paramilitares, desestabilización económica, terrorismo, etc.) aprovechando las debilidades de nuestros procesos de lucha y organización, pero en lo fundamental trabajan – en esta etapa – para presionarnos, llevarnos al error, obligarnos a cambiar las prioridades en nuestra acción gubernamental, enfrentarnos entre pueblos hermanos, alimentar las fuerzas políticas opositoras y reaccionarias, y derrotarnos electoralmente.
De acuerdo a cada caracterización, los primeros llaman a los gobiernos a jugarse a fondo en este momento, forzando decisiones en UNASUR. Sabemos que gobiernos relativamente débiles frente a sus propias oligarquías como los del Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile, no van a tomar determinaciones drásticas. Forzar las decisiones, antes de tiempo, lo que lleva es aislar políticamente a los gobiernos del ALBA, que es el objetivo inmediato del imperio. Y si lo consiguen será más por nuestros errores que por la eficacia de sus acciones.
Los segundos, creemos que el tiempo corre a nuestro favor, siempre y cuando sepamos actuar. La crisis económica y las contradicciones intrínsecas del sistema capitalista juegan a nuestro favor. Los movimientos sociales siguen acumulando fuerza, nuevos gobiernos nacionalistas van a aparecer en el corto plazo, los que ya están en el “poder gubernamental” pueden mediante la integración regional avanzar en sus procesos de inversión y equidad social, y con nuestro ejemplo, incentivar a otros pueblos a seguir por el camino nacionalista-popular y democrático-participativo. Es más, tenemos condiciones para “hablarle” a los sectores estadounidenses que apoyaron a Obama y que hoy no encuentran consecuencia en sus acciones.
Ello lo podremos impulsar y concretar siempre y cuando, al tratar las tensiones con el imperio y con las oligarquías regionales (que se van a seguir dando y cada vez serán más fuertes), no nos dejemos provocar y no enviemos mensajes de “hegemonismo de nuevo tipo”, que son aprovechados por nuestros enemigos para incentivar falsos nacionalismos y presentarnos como los “nuevos ejes del mal, los enemigos de la paz y la democracia”. La prudencia, la paciencia y la visión estratégica son las herramientas que debemos utilizar para desenmascarar a los que en verdad se benefician con la guerra.
Llevarnos a escenarios de guerra, a corto plazo, es la táctica de quienes al interior del imperio juegan a varias bandas. Esos escenarios son ciertos, reales, pero, precisamente por ello, hay que prepararlos y enfrentarlos de manera conjunta, unidos y con mucha consistencia. Nuestra carta política es la Paz, el Progreso Social, y la Democracia Participativa. No estamos en los tiempos del Ché, de crear los 4, 5, 6 o más “Vietnams”. Estamos en la época de crear más y más Venezuelas, Bolivias y Ecuadores.
Los gringos nos quieren llevar a una lucha o batalla donde tengan todas las de ganar. Esa es la esencia de su política de contención. Nosotros debemos tener nuestra propia agenda, basada en nuestra propia táctica. Pueda que perdamos o esquivemos dar algunas peleas, pero la fundamental consiste en ganar el apoyo, la organización, la fuerza consciente de nuestros pueblos, que es nuestra fuerza vital y decisiva.
Dos miradas
Para algunos compañeros/as, los gobiernos nacionalistas son – en sí mismos – las vanguardias que encabezan y propician cambios “revolucionarios”. Para otros, como es nuestro caso, esos gobiernos sólo son herramientas provisionales y temporales para oficializar – en ocasiones mediante leyes - cambios sostenidos y sostenibles a largo plazo por fuerzas sociales organizadas y conscientes. Los gobiernos nacionalistas son un poder político relativo y parcial, expresión de una situación de “dualidad de poder” que juega a favor de los pueblos. El verdadero poder está por definirse, pero – desde nuestra visión – éste no es el momento.
Dos estrategias y dos miradas están sobre la mesa. La de la “batalla decisiva” a corto plazo para derrotar al imperio, o la de mejorar el ejercicio de los gobiernos, integrarnos más y mejor, vigorizar las fuerzas y movimientos sociales involucrándonos en los procesos de construir nuestro propio modelo de desarrollo, lo que significa seguir ganando aliados, neutralizar a los vacilantes, y acumular mayor fuerza para “hacer caer la fortaleza” en forma gradual, incluso desde dentro del mismo monstruo.
Elegimos el momento y las armas, o dejamos que el enemigo nos imponga las condiciones. He ahí el dilema.
[1] Sólo en ocasiones excepcionales un representante de una clase, estando en el poder o en el gobierno, traiciona a su clase y se pone al servicio de otras. Fue lo que ocurrió recientemente en Honduras con el presidente Zelaya.
[2] “El colonialismo cabalga de nuevo”: http:www.rebelion.org/ El-colonialismo-cabalga-de-
[3] 25 hombres más ricos de América Latina. Revista Forbes.
[4] Reivindicaciones – que así hayan sido luchadas - son privilegios frente a la situación del resto de la población.