El filósofo Baruc Spinoza afirmó que
quien se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable, y tal
es el caso del presionable obispo Fernando Lugo, quien inducido por la
reacción acabó autorizando el ingreso de fuerzas imperialistas de
ocupación extranjera al Paraguay. La noticia aparece hoy en la prensa
paraguaya, y sólo puede sorprender a los incautos que todavía confían
en las mentiras del clérigo. Ver:
http://www.abc.com.py/abc/nota/40572-Justifican-presencia-de-militares-de-EE.UU./
La autorización del Gobierno de
A pesar de estos supuestos, se reconoció que la oficina de Asuntos Civiles de
La
Lugo había argumentado que no era prudente permitir que
militares norteamericanos estén en nuestro país en momentos en que en
la región generaba muchas críticas la presencia de bases militares
estadounidenses en Colombia. “No es un rechazo categórico. Simplemente
no creemos conveniente que el Comando Sur de EE.UU. esté presente en
Paraguay con 500 efectivos para este tipo de ejercicios”, había
expresado el titular del Ejecutivo y había aclarado que el rechazo no
abarcaba otras operaciones con objetivos “humanitarios”. El Gobierno
considera de este carácter, evidentemente,
La
decisión gubernamental de setiembre pasado había merecido la
histriónica crítica de la embajadora norteamericana en nuestro país,
Liliana Ayalde, quien la había calificado de lamentable. Los adulones
del obispo dedicaron gran esfuerzo a intentar difundir la noticia del
supuesto rechazo al ingreso de tropas norteamericanas al Paraguay, en
realidad una misión de médicos militares estadounidenses que realizan
cirugías de labios leporinos y otras actividades humanitarias, como una
prueba de la posición “digna” de oposición al imperialismo del
clérigo-presidente.
Sin embargo, hoy se comprueba que todo había sido una farsa más del luguismo.
Bastaron
las amenazas de juicio político para que Lugo se retracte en sus
reivindicaciones de los pobres, como dos tapas del diario que apuntaló
su proselitismo, el ABC color, frustraron la compra de tierras para
campesinos. Los mismos grupos de presión lo obligaron en incontables
veces a renegar de Daniel Ortega, de Hugo Chávez, de Evo Morales y de
todo lo que huela a izquierdismo en América Latina.
Las
mentiras de su campaña proselitista anticipaban estas contramarchas,
dado que se presagiaba que la derecha, el imperialismo y los
conservadores, todos ellos factores de poder que respaldaron al obispo,
pasarían costosas facturas.
A nadie en Paraguay escapa que
Lugo gozó con fuerte respaldo empresarial, de la prensa mediática de
derechas –entre ellas la vinculada a la secta Moon-, de grupos
neoliberales pitiyanquis de los partidos colorado y liberal, e incluso
los más recalcitrantes panegiristas del desaparecido dictador Alfredo
Stroessner.
Las voces que con más fuerza hoy se levantan
contra Lugo provienen de la derecha y de los conservadores, es cierto,
pero también es cierto que estos son los grupos cuyo apoyo resultó más
decisivo para su éxito electoral del 20 de abril del 2008. El calvario
de retractaciones que a partir de entonces debió recorrer Fernando Lugo
se hace cada vez más penoso, al punto que en burla muchos ya lo
apodaron amanecer, pues se pasa aclarando.
No en balde Ludwing Borne sentenció que no arrepentirse de nada es el principio de toda sabiduría.