Analizar los pasos del actual presidente presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es mucho más interesante de lo que fue hacerlo con su antecesor.
George W. Bush era fácil, simple y lineal. Obama veremos, también termina obedeciendo a una línea, pero en su camino se descubren algunas tangentes que este autor puede divisar, pero no analizar con la exactitud que nos ofrecerá una mirada más amplia e histórica.
Obama inicia su gestión con algunos anuncios progresistas como la anulación de las torturas por parte de la CIA o el cierre de Guantánamo. Pero se aclara que son anuncios y no medidas concretas, y esto es parte central de la gestión Obama, una habilidad muy grande para hacer anuncios progresistas que los medios hegemónicos reproducirán extasiados mientras se aplican medidas conservadoras, o se mantiene todo tal como era.
¿Quién se animaría a afirmar que EEUU ya no tortura en su cruzada contra el terrorismo?
Guantánamo no pudo cerrarse por no se qué problemas burocráticos -y sigue igual hasta ahora- pero su cierre fue noticia en todo el mundo.
Luego de esos anuncios iniciales el ímpetu de Obama por mostrar un rostro diferente y progresista se apagó, la cara más patética del Obama imperial se vio a finales del año pasado, cuando el mandatario recibió su premio Nobel de la paz, en medio de un intento impresentable por justificar sus aventuras bélicas en Asia. Luego acudió a la cumbre de Copenhague, donde ofreció otra muestra de arrogancia unilateral que no viene al caso detallar.
Ahí se acabó el Obama progresista que vino a revivir hace 2 semanas cuando se votó la reforma de salud.
Allí vimos declaraciones que podríamos enmarcar en una lucha de clases. Los sectores dominantes haciendo lobby y amenazando ante la propuesta gubernamental, comentarios insistentes que tildaban a la reforma como socialista y un Obama que realizó fuertes arengas en defensa de su proyecto y en ataque a los sectores dominantes, prometiendo dar pelea para defender su propuesta a favor de los sectores más desprotegidos de la sociedad estadounidense.
No fueron hechos menores, hubo diversos actos de agresión contra legisladores afines a la propuesta y una campaña mediática conservadora de consideración, eso reflejó que la propuesta gubernamental demócrata afectó intereses dominantes.
En Michigan, la policía federal apretó su cerco sobre milicias de extrema derecha, y detuvo a nueve integrantes del grupo Hutabbe por presuntos planes para desestabilizar el país.
Según un comunicado del FBI citado por el diario The New York Times, los detenidos querían asesinar a varios funcionarios y provocar un levantamiento contra la actual administración estadounidense.
La llegada de Obama al poder había despertado comparaciones con John Fitzgerald Kennedy (JFK), ambos venían de ser senadores, carismáticos y con discursos progresistas.
Analizar a JFK es tan difícil como hacerlo con Obama, y eso que Kennedy nos da una ventaja de casi 50 años.
Hay consenso entre conservadores y progresistas en torno a ciertos eventos ocurridos durante el gobierno de JFK. En medio de la Guerra Fría y de la explosión de la revolución cubana, Kennedy heredó de Dwight Eisenhower un programa de invasión a Cuba que fracasó en 1961 entre otras cosas, por la renuencia de JFK de brindar apoyo aéreo a la operación.
Las siguientes líneas se las robo a un analista conservador que encontré husmeando en la red (Carlos Sánchez Hernández):
“Kennedy asumió en público y por televisión la responsabilidad del desastre, pero en privado acusó a la CIA de haberle mentido y manipulado para que ordenara la invasión.
Los exiliados cubanos se conjuraron desde entonces contra Kennedy como traidor, y la CIA inició a comienzos de 1962, una nueva iniciativa contra Cuba, la Operación Mangosta, que incluía entrenamiento militar y financiación de los cubanos para intentar una nueva invasión de la isla. Kennedy ordenaría antes de ser asesinado el cierre de los campamentos de entrenamiento, aunque sus planes y su obsesión personal para acabar con Castro proseguirían hasta su muerte.
La relación de Kennedy con el poder y la cúpula militar era igualmente mala. Los rumores sobre una posible retirada y no intervención estadounidense en Indochina fueron sólo la gota que colmó el vaso para muchos generales del Alto Estado Mayor Conjunto que veían en Kennedy un hombre débil con los comunistas.
Se rumoreaban planes para sacar a las 16.000 tropas de EE.UU de Vietnam para 1965, también se hablaba de más pactos secretos con los soviéticos para reducir la tensión de la Guerra Fría y de la Carrera Espacial, le reprochaban su excesiva tibieza en los asuntos latinoamericanos.
Otro entramado de poder que, muy ligado a la cúpula militar, tenía malas relaciones con Kennedy era el denominado Complejo Militar-Industrial, enclavado dentro del también denominado "Sistema del Pentágono" (el sistema de financiación en I+D+i tecnológico-militar que ha dado a EE.UU la supremacía tecnológica mundial en todos los campos en los últimos 50 años). Los recortes presupuestarios en defensa que Kennedy proyectó en 1963 suponían pérdidas billonarias y en contratos para varias empresas de armamento. Estos recortes afectaban a 50 instalaciones militares en EE.UU y otras 20 en el extranjero.”
Esta línea argumental conservadora es similar a la esgrimida por el progresista Oliver Stone en su película JFK, que nos ayuda a entender los motivos sobre la eliminación del mandatario en noviembre de 1963.
Personalmente creo que Obama debe conocer bien esta historia, tal vez sea por eso que después de verse enfrascado en una discusión que puso sobre el tapete cuestiones de profundo contenido ideológico que lo ubicaron del lado progresista, realizó una serie de movimientos ultraconservadores.
El mandatario no debe querer que lo maten, por eso viajó a Afganistán por primera vez y de manera sorpresiva, desde allí volvió a manifestar su compromiso con la guerra y 3 días más tarde se conoció que los ocupantes iban a lanzar una nueva gran operación en la sureña ciudad de Kandahar.
Al día siguiente la noticia fue que el presidente de EEUU impulsa la exploración petrolera de 1 millón de kilómetros cuadrados de plataforma marítima, un proyecto que había fomentado Bush durante su gobierno y que el propio Obama había criticado por sus consecuencias ecológicas.
Obama tal vez afecte los intereses de algunas aseguradoras de salud, pero a la semana siguiente fortalece su alianza con dos sostenes íntimamente relacionados del poder imperial, el militar industrial y el petrolero.
No vamos a decir que esta alianza es nueva, en noviembre pasado Obama firmó una ley de defensa que estableció la mayor erogación en la materia de toda la historia de EEUU.
Pero la cosa no se quedó ahí, una semana después de estos hechos firmó una reducción de 30 por ciento de su armamento nuclear junto a Rusia y declaró que sólo era el primer paso para un mundo sin armas nucleares que tardará décadas o centurias en llegar.
¿Lo dijo porque lo siente y lo cree o porque sabe que será un buen titular en los periódicos?
De cualquier manera y aunque no lo sienta ni lo promueva verdaderamente, es un mejor mensaje que el de la guerra eterna de Bush.
En base a estos datos podemos hablar de algunas dudas y certezas.
La certeza sería que Obama no llega a ser como Kennedy, hoy no hay lugar para enemistarse con la CIA ni para impulsar medidas que afecten el complejo militar industrial (esto sería frenando las guerras de ocupación en Asia Central)
La duda que se presenta es otra vez la misma de arriba: ¿Obama no lo hace porque no quiere o no lo siente, o porque aprendió la lección de la historia?
Por supuesto que ninguna de estas dos líneas argumentales lo exonerarán ante la historia, Obama comanda un imperio y dos guerras, es responsable político y militar de centenares de asesinatos en Afganistán y Pakistán (por no mencionar Irak) y como tal debiera ser enjuiciado en tribunales internacionales -si existiera un mundo con un mínimo de dignidad-.
Ahora se me aparece otra certeza, la historia nos demuestra que no se puede hablar de una democracia en el caso de EEUU.
Siempre se habla del complejo militar industrial, pero agregaría aquí a la inteligencia.
¿Quién fue desde la Segunda Guerra Mundial hasta ahora, el único presidente de EEUU que se enemistó duramente con la CIA?
Kennedy.
¿Cómo terminó Kennedy?
El complejo de inteligencia-militar-industrial puso entonces las cosas en su lugar y desde entonces nadie se ha atrevido a mover un ápice dentro del sistema estadounidense.
Esta es la mejor muestra de que quienes gobiernan los EEUU no son los presidentes que su pueblo pueda votar de manera mayoritaria, sino los poderes del complejo de inteligencia militar industrial, que no son elegidos por nadie.
Por lo tanto estamos en presencia de una dictadura.
Alguien podría afirmar que el asesinato de Kennedy ocurrió hace 50 años y que las cosas cambiaron.
En enero de 1961, el presidente Dwight D. Eisenhower –a quién nadie podría imaginar como un comunista-, decía lo siguiente en su discurso de despedida:
“Esta conjunción de un sector militar enorme y una gran industria armamentista es nueva para los Estados Unidos. La influencia total en lo económico, político y hasta espiritual, se ve en cada ciudad, cada cámara de diputados, cada oficina del gobierno federal. Tenemos que tomar precauciones contra la infiltración de influencias indebidas, adredes o no provenientes del complejo militar industrial. No debemos permitir que la fuerza de este conjunto ponga en peligro la libertad o la democracia.”
Eisenhower tuvo razón y su descripción sistémica tiene actualidad, desde el 22 de noviembre de 1963 –cuando fue asesinado JFK- hasta ahora, nadie se ha atrevido a tocar a ese nuevo poder que emergía y que no ha parado de consolidar su control dictatorial.
¿Podrá esa dictadura dar un golpe de Estado como el de 1963?
Obama está demostrando –no sin contradicciones- que no parece estar dispuesto a averiguarlo.
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