Propaganda de guerra: Washington Post justifica la agresión de Colombia contra Venezuela

Los venezolanos también podríamos decir que Osama Bin Laden se refugia en la sede de The Washington Post. Como si se tratara de un juego, EEUU fomenta la matriz de opinión que acusa a nuestro país de albergar guerrilleros

Los venezolanos también podríamos decir que Osama Bin Laden se refugia en la sede de The Washington Post. Como si se tratara de un juego, EEUU fomenta la matriz de opinión que acusa a nuestro país de albergar guerrilleros

30 de julio 2010.-El diario Washington Post se suma a la campaña mediática internacional contra Venezuela con las difusión de un editorial que promociona el show de Colombia ante la OEA y la opinión pública mundial.

Según dice el diario, las pruebas presentadas por Colombia en contra de Venezuela son convincentes, y son válidas como pruebas de las hospitalidades de las que gozan grupos guerrilleros en Venezuela.

Contradiciendo a la verdad, a la lógica y al sentido común el rotativo valida unas acusaciones sustentadadas en fotografías sin referencia de espacio o tiempo y mapitas de Google Earth.   Washington Post alega que las” pruebas” son tan contundentes que “si el asunto estuviera ocurriendo en el Medio Oriente, ya estuviera (el caso) ante el Consejo de Seguridad de la ONU”, dice el influyente diario en un editorial publicado el viernes.

Ante la interrogante de por qué Álvaro Uribe decidió realizar estas denuncias en sus últimos días como presidente de Colombia, el diario sostiene que Uribe “está profundamente frustrado por el continuo respaldo que el gobierno venezolano le ha dado a las FARC y por la negativa de la comunidad internacional de responsabilizar a Chávez por ello”.

¿Propanda de guerra o ignorancia rotunda?

Washigton Post hace descarada propaganda a un mafioso. Álvaro Uribe no ha logrado ocultar sus vínculos con el narcotráfico y con el paramilitarismo colombiano.Durante su gestión, los índices delictivos de asesinatos, secuestros y violaciones ejecutadas por paramilitares en territorio venezolano se han incrementado exponencialmente.

Abusando del amplio espectro de distribución del Washington Post, el Departamento de Estado se esfuerza por lavar la imagen del presidente colombiano, quien según dice el rotativo, “ha dedicado su presidencia a rescatar a Colombia de los grupos armados, tanto de izquierda como de derecha”, y “antes de dejar la presidencia, sintió la necesidad de hacer un último esfuerzo para llamar la atención sobre el problema”.

El editorial va acompasado con las declaraciones que emitió ayer el Jefe del Comando Sur de Estados Unidos, el general Douglas Fraser, afirmó que “no hay razón” para dudar de la validez de la evidencia que presentó Colombia sobre la presencia de guerrilleros en Venezuela.

Las peligrosas declaraciones funcionan como una señal de alerta a las autoridades y el pueblo de Venezuela. El territorio bolivariano se encuentra literalmente rodeado por las fuerzas militares estadounidenses: en Colombia se conoce de la existencia de al menos siete bases militares, en Perú  cuentan con efectivos disponibles, reactivaron la cuarta flota, movilizaron 13 mil marines a Costa Rica, y cuentan con otra instalación militar en Guyana.

Tratando de justificar la invasión

El funcionamiento del imperio es claro: previo a la invasión militar, despliegan una invasión cultural. Informaciones falsas, artículos de opinión, fotografías forjadas o descontextualizadas, datos por internet, comentarios en redes sociales y hasta películas,  sirven para justificar las agresiones contra los pueblos. No en balde, la industria del cine es la segunda más importante de Estados Unidos. Sólo le antecede la militar.

El show de Hoyos en la OEA fue muy similar al que interpretó Colin Powell ante la ONU para “demostrar” que en Irak había armas de destrucción masiva. Fotos, videos y mapitas google (en aquel entonces menos populares que ahora) bastaron para confundir a un sector de la opinión pública mundial. Y los gringos invadieron Irak. Destrozaron a un pueblo. No se encontró ni un arma de destrucción masiva. Lo que sí se comprobó es que EEUU se robó el dinero de las ganancias de las ventas de petróleo de Irak en el período 2004-2007.



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