El caso Soka Gakkai de Venezuela
Gustavo Fernández Colón
¿Cuál es la lucha
de los hombres
para lograr la paz?
¿Y cuál paz?
Si quieren dejar
al mundo como está
Alí Primera
El recordado filósofo venezolano Ludovico Silva (2006) resumió en dos palabras la función política de la ideología: Justificar y encubrir las formas de explotación imperantes en una formación socio-económica determinada. Las clases dominantes buscan siempre imponer las ideas, creencias y actitudes más favorables a sus intereses materiales, a través de las instituciones modeladoras de la conciencia: religiones, escuelas y universidades, medios de comunicación social, etc. De esta manera, los explotadores intentan influir en la manera de pensar de los explotados para que éstos acepten como natural y legítimo su sometimiento y no lo perciban como lo que realmente es: una situación histórica, arbitraria e injusta, que puede ser transformada gracias a la acción consciente de las clases populares organizadas.
Hace poco la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela publicó un libro que ejemplifica las estrategias típicas de las que suele valerse la derecha internacional para justificar y encubrir los desmanes causados, a escala planetaria, por el capitalismo globalizado. Me refiero al libro Por la Paz, Siete Caminos hacia la Armonía Global, escrito por Daisaku Ikeda, líder de la secta [1] budista japonesa Soka Gakkai.
En vista de las reacciones provocadas por mi último artículo sobre este tema (Fernández Colón, 2008, Mayo 25; 2008, Mayo 27) entre algunos seguidores de esta agrupación que me han hecho llegar sus críticas a través de correos electrónicos y cartas de réplica enviadas a los medios donde apareció mi trabajo (Del Río, 2008, Junio 08; 2008, Junio 09), y teniendo en cuenta las evidencias públicas y notorias acerca de la creciente influencia de esta organización en nuestras Universidades Nacionales y en los más altos niveles de algunos ministerios del gobierno nacional, considero oportuno formular algunas consideraciones acerca de las implicaciones de la ideología político-religiosa contenida en el libro editado recientemente por la UCV en alianza con la organización Soka Gakkai Internacional.
Pero antes de exponer mis observaciones acerca del texto mencionado, quiero dejar constancia de mi respeto por las antiquísimas tradiciones filosóficas y espirituales japonesas y asiáticas, entre las cuales el budismo, en sus distintas vertientes, ha hecho aportes significativos al pensamiento contemporáneo, como lo testimonia el prestigio alcanzado en Occidente por la obra de los filósofos de la llamada Escuela de Kioto [2], conformada por Kitaro Nishida [1870-1945], Hajime Tanabe [1885-1962], Hosekei Hisamatsu [1889-1980] y Keiji Nishitani [1900-1990], entre otros [3]. También quiero dejar sentado mi pleno reconocimiento al derecho que tiene todo ser humano de profesar la fe religiosa de su preferencia, siempre y cuando lo haga respetando el derecho a la libertad de pensamiento de los demás. No es mi intención cuestionar aquí la libre decisión de los seguidores de la organización SGI o de cualquier otra agrupación religiosa de practicar su fe. Sólo deseo hacer un llamado de atención a las autoridades educativas de nuestro país, acerca del hecho de que una organización religiosa estrechamente vinculada a un proyecto político de extrema derecha, pueda valerse de los recursos materiales y humanos de diversas instituciones educativas del Estado venezolano para hacer proselitismo religioso y promover una ideología conceptualmente adversa a los valores de la democracia, el socialismo y la soberanía que animan a la Revolución Bolivariana.
LA HISTORIA DE LA SOKA GAKKAI
De acuerdo con la historiadora japonesa Tomoko Asomura, autora del libro Historia política y diplomática del Japón Moderno, algunos movimientos religiosos del Japón contemporáneo “como Souka-gakkai, Rissho-kouseikkai y algunos otros basados en las enseñanzas del Nichiren (…) se conocieron históricamente como los grupos budistas más activos y agresivos. Estos grupos budistas de reciente data, comparativamente, también actúan fuera de Japón y tienen seguidores no sólo entre los japoneses, sino también entre los extranjeros. El Souka-gakkai creó su propio partido y recientemente se unió con otros partidos conservadores. Este partido se ha convertido, en la actualidad, en una de las organizaciones políticas más influyentes de Japón.” (1997: 30).
El partido político al que se refiere la profesora Asomura es el Komeito, fundado por Daisaku Ikeda en 1964 y rebautizado en 1998 como Nuevo Komeito (New Komeito Party, 2008). Pero antes de examinar la orientación política de esta organización, vale la pena puntualizar algunos detalles históricos sobre el origen de la Soka Gakkai. Esta agrupación religiosa conformada por laicos fue creada en 1930 por el maestro de escuela Tsunetsaburo Makiguchi [1871-1944], como resultado de una división suscitada al interior de la secta Nichiren, fundada en el siglo XIII por un monje del mismo nombre.
Siguiendo una vez más a la profesora Asomura, vale la pena señalar que “la secta Nichiren, como una versión japonesa del budismo, jugó un papel decisivo en la formación del japonismo o nacionalismo japonés que propugnaba la unidad espiritual y política [de la nación].” (1997: 34).
Respecto a la doctrina predicada por el monje Nichiren [1222-1282], el especialista británico Ernest Wood caracterizó a este fundador como un “entusiasta patriota”, empeñado en que el gobierno de su país suprimiera a las otras sectas budistas. Con este propósito, Nichiren las denunció enérgicamente en estos términos: “La secta jôdô es el infierno, el zen es el demonio, el shingon ocasionará el colapso nacional y ritzu es un enemigo del país” (1980: 113).
Varios estudiosos del tema (Gardini, 1995; Ravignant, 1978) han señalado que el intenso nacionalismo de Nichiren llevó a su secta a preconizar la formación de un imperio búdico terrenal que, con centro en el Japón, debería extenderse al mundo entero con el fin de “llevar la paz” a todos los seres.
Estos antecedentes ideológicos seguramente contribuyeron a la conformación del nacionalismo religioso y el afán expansionista que animan a la Soka Gakkai Internacional. En efecto, en un lapso de siete décadas la SGI dejó de ser un grupo conformado por un puñado de maestros en 1930, hasta convertirse en la actualidad, según suelen proclamarlo sus promotores, en una “ONG” con doce millones de adeptos ubicados en ciento noventa países del mundo (¿Qué es la SGI?, s.f.).
EL PARTIDO NUEVO KOMEITO
Los seguidores de la Soka Gakkai que me han hecho llegar sus observaciones, sostienen que la suya es una organización completamente apolítica, que la actuación pública del Partido Nuevo Komeito nada tiene que ver con las actividades humanitarias y las creencias religiosas del grupo y que la doctrina de su maestro Daisaku Ikeda es totalmente ajena a consideraciones de carácter político-partidista (Del Río, 2008). Sin embargo, un examen objetivo de los escritos y las declaraciones del Sr. Ikeda revela que, más allá de sus recurrentes campañas publicitarias a favor de la paz mundial y sus numerosas entrevistas con mandatarios de tendencias tan disímiles como por ejemplo Margaret Thatcher o Fidel Castro, es posible discernir en su discurso una posición política claramente favorable a los intereses del capitalismo globalizado, una ideología de extrema derecha inspirada en el mesianismo nacionalista del budismo Nichiren y un pensamiento perfectamente coherente con la línea ultra-liberal y pro-imperialista que ha caracterizado al Nuevo Komeito desde su llegada al poder en 1999, tras aliarse con el gobernante Partido Liberal Democrático de Japón.
En una entrevista concedida al periódico Seikyo Shimbun en diciembre de 2001, el Sr. Ikeda no sólo admitió la estrecha relación existente entre la Soka Gakkai y el Partido Nuevo Komeito, sino que además manifestó su disgusto ante las críticas recibidas por propiciar esta imbricación de política y religión, y reiteró su propósito de ejercer una estricta vigilancia sobre la política japonesa. En sus propias palabras:
“Los que participan en actividades políticas sobre la base de sus creencias y principios religiosos no están violando la Constitución japonesa; tampoco la está violando la relación entre la Soka Gakkai y el Nuevo Komeito. Este tema ha sido tratado en el parlamento y se ha llegado, una y otra vez, a que es constitucional. Una vez que esas actividades se aceptan como válidas, el problema real es que las personas que critican el vínculo entre la Soka Gakkai y el Nuevo Komeito lo atribuyen a una cuestión entre la iglesia y el estado con fines meramente políticos. El hecho de que estas personas, por conveniencia política, exploten asuntos que tienen relación directa con los derechos de los ciudadanos comunes es particularmente ofensivo. En todo caso, sigue siendo imprescindible que continuemos ejerciendo una estricta vigilancia sobre la política japonesa desde la estratégica posición que tenemos como ciudadanos comunes.” (El camino hacia un siglo de paz, 2001).
Entre las actuaciones del Nuevo Komeito en el Parlamento Japonés tras su alianza con el Partido Liberal Democrático, que pueden señalarse como ilustrativas del ultraliberalismo económico y el pro-imperialismo belicista antes mencionados, podemos destacar su firme respaldo a: 1) la privatización del sistema nacional de correo para favorecer el acceso de agentes económicos estadounidenses a los cientos de miles de millones de dólares acumulados en este sistema (Román Zavala, 2005); 2) la privatización del sistema público de pensiones (70% de japoneses se oponen, 2007); 3) el envío de tropas de autodefensa y fuerzas aéreas japonesas a Irak, recientemente declarado inconstitucional por el Tribunal Superior de Nagoya (Un tribunal declara inconstitucional, 2008); y 4) el envío de misiones navales de apoyo a las operaciones militares estadounidenses en Afganistán (Japón reanuda misión naval, 2008).
Dado que la Constitución japonesa, aprobada por las fuerzas de ocupación estadounidenses tras la II Guerra Mundial, prohíbe que Japón participe en conflictos armados, la coalición gobernante justificó el envío de tropas a Irak afirmando que se trataba de una “misión humanitaria”. Asimismo, en el año 2004, el primer ministro Junichiro Koizumi defendió esta iniciativa alegando que Japón nunca obtendría un “puesto de honor” en el mundo si no arriesgaba las vidas de sus militares en el extranjero para contribuir a la seguridad global (Tropas japonesas rumbo a Irak, 2004). No obstante, el juez que acordó declarar, en abril de 2008, la inconstitucionalidad de esta medida, estimó que los soldados japoneses no habían sido enviados a Irak para cumplir una “misión humanitaria” sino para participar en un acto bélico (Un tribunal declara inconstitucional, 2008).
Al momento de tomar estas decisiones, la coalición del PLD y el Nuevo Komeito ha tenido que enfrentarse a la férrea oposición del Partido Comunista, el Partido Social Demócrata y el Partido Demócrata de Japón, así como a una opinión pública crecientemente adversa. La impopularidad de sus políticas ultra-liberales y belicistas y una serie de escándalos por casos de corrupción, trajeron como consecuencia la pérdida de la mayoría detentada en la Cámara del Senado por el PLD y el Nuevo Komeito, en las elecciones parlamentarias de julio de 2007. Sin embargo, la coalición conserva todavía la mayoría en la Cámara de Diputados, lo que le ha permitido mantenerse en el poder tras el reemplazo del primer ministro Shinzo Abe por su copartidario del PLD Yasuo Fukuda, en septiembre del año pasado (Histórica derrota electoral, 2007).
DINERO, POLÍTICA Y RELIGIÓN
En nuestro artículo anterior (Fernández Colón, 2008, Mayo 27), mencionamos una serie de escándalos y pleitos judiciales en los cuales se han visto involucrados tanto la Soka Gakkai como el Partido Komeito en las últimas décadas. Con base en informaciones publicadas por el diario New York Times y la Revista Time, hicimos referencia al juicio en el que la Soka Gakkai fue declarada culpable por el espionaje telefónico de la casa del Presidente del Partido Comunista Japonés; las acusaciones por la persecución de detractores y el sabotaje a la publicación de libros donde se critica a la organización; la quema de templos de sectas budistas rivales y una transacción presuntamente ilegal mediante la cual la empresa Mitsubishi entregó una cuantiosa suma a la Soka Gakkai para la compra de dos pinturas de Renoir, entre otros incidentes [4] (Sterngold, 1991; Desmond y Kunii, 1995; French, 1999).
Mis críticos han señalado que se trata de informaciones “contaminadas” y que la Soka Gakkai ha resultado absuelta de todas las acusaciones mencionadas en estas publicaciones estadounidenses. En todo caso, quiero dejar sentado que el objetivo de mis consideraciones no ha sido demostrar la culpabilidad o la inocencia de la organización en cada uno de estos juicios o escándalos, ni comprobar la verdad o la falsedad de sus creencias religiosas. Mi propósito, en cambio, ha sido examinar documentalmente la articulación de su ideología con el contexto político y económico en el cual se ha desenvuelto.
Desde este punto de vista, nuestro análisis nos ha permitido concluir que hay evidencias suficientes para presumir que existe una estrecha relación entre el movimiento religioso Soka Gakkai y el partido político Nuevo Komeito, que tanto la secta como el partido comparten una ideología derechista y que ambos han adversado sistemáticamente a las organizaciones políticas de la izquierda japonesa. Por otra parte, hay también indicios que hacen plausible la hipótesis de una conexión orgánica entre la SGI e importantes corporaciones económicas de Japón, como se desprende de uno de los incidentes antes mencionados y algunos casos de corrupción en los que se vieron involucrados el Presidente y otros miembros del Komeito, integrantes del Parlamento, acusados de venta de favores a las empresas Meidenko y Recruit en 1989 [5] (El escándalo de Recruit, 1989).
LA PENETRACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES
En su libro El Poder de las Sectas, escrito en el marco de las investigaciones de la Comisión Parlamentaria para el Estudio de las Sectas en España entre 1988 y 1989, el periodista y docente de la Universidad Autónoma de Barcelona, Pepe Rodríguez, señaló:
“A diferencia de Japón, donde la secta se desarrolló y adquirió su poder actual gracias a los estamentos sociales más bajos, en occidente sus miras están puestas en captar a personas con la mayor inteligencia y/o dinero posible, para formar una elite de influencia a favor de las directrices de Soka Gakkai (…) Los campos de acción preferidos para alcanzar su propósito, tanto en España como en los diversos países en los que se ha establecido, son el de la administración y el de la docencia (particularmente en las universidades [sic.]). De ambos hay una buena representación entre sus adeptos españoles. En España, en 1983, el propio Daisaku Ikeda realizó una notable campaña de relaciones públicas. Durante la misma, Ikeda se entrevistó con Javier Solana, entonces ministro de Cultura, y donó un millar de libros editados en Japón a la Universidad Complutense.” (1997: 359-360).
La reciente publicación del libro Por la paz. Siete caminos hacia la armonía global de Daisaku Ikeda, por las Ediciones de la Biblioteca de la UCV, es apenas un indicio de la creciente influencia lograda por la SGI, durante sus más de tres décadas de estadía en Venezuela, dentro de las universidades públicas y privadas del país. La presentación del libro se llevó a cabo el pasado 24 de mayo en la sede de la agrupación en Caracas, y en el acto intervino como orador de orden el Editor Jefe de las Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela (Presentado Por la Paz, s.f.). Asimismo, en enero de 2005, la SGI conmemoró su trigésimo aniversario con un concierto en el Aula Magna de la UCV, entre cuyos asistentes se encontraban varios funcionarios gubernamentales y docentes universitarios (La banda local El Cuarteto, 2005). La exposición fotográfica “Gandhi, King, Ikeda: Un legado para la construcción de la paz”, promovida por la SGI y la Universidad Morehouse de los Estados Unidos, se ha exhibido en años recientes en varias universidades nacionales, con el patrocinio del Ministerio de Educación Superior. En el marco de estas presentaciones, las autoridades de distintas casas de estudios superiores otorgaron condecoraciones al Sr. Ikeda (a través de su representante en Caracas) por sus méritos como educador y promotor internacional de la paz (En el Vicerrectorado Académico, 2007; La Universidad de Carabobo, 2005). Vistas estas circunstancias, un análisis pormenorizado del contenido del libro publicado por la UCV constituye una tarea de gran interés, a la cual le dedicaremos los párrafos siguientes.
LA IDEOLOGÍA DE DAISAKU IKEDA
Para facilitar la comprensión de nuestro análisis de la obra de Ikeda, trataremos uno por uno los tópicos que en nuestra opinión resultan determinantes en la conformación de su ideología político-religiosa. Utilizaremos varias citas textuales para ejemplificar cada uno de los puntos básicos de su doctrina, todas provenientes de su libro Por la paz. Siete caminos hacia la armonía global (2008).
Anti-socialismo y anti-comunismo
Uno de los ejes temáticos más resaltantes del pensamiento de Ikeda lo constituyen sus recurrentes ataques contra el socialismo, el comunismo y el pensamiento marxista en general. El autor se siente esperanzado en el porvenir de la humanidad gracias a la caída del socialismo real e identifica explícitamente a la revolución bolchevique con el terrorismo. En sus propias palabras:
“…si observamos el mundo de hoy con mayor detenimiento, encontraremos razones para sentirnos optimistas en cuanto a la capacidad para el cambio que posee la especie humana. Tal es el caso del surgimiento del “poder moderado” que proviene del conocimiento y la pericia, en contraste con el “poder duro” que proviene de la fuerza militar (…) Otro ejemplo fue el que el bolchevismo se haya disuelto sin un sangriento holocausto, a pesar de que sus orígenes estuvieran enmarcados en la violencia y el terrorismo.” (Ikeda, 2008: 31).
En un contexto internacional signado por la controversial “lucha contra el terrorismo” declarada por el gobierno de los Estados Unidos para justificar sus intervenciones militares en el Medio Oriente, América Latina y otras regiones del mundo, una afirmación como la anterior mediante la cual se califica a la Revolución Rusa como un movimiento terrorista, ubica a su autor en una línea argumental coincidente con la de las campañas propagandísticas, promovidas por las potencias capitalistas, para criminalizar a todos los movimientos antiimperialistas y de liberación nacional surgidos desde principios del siglo XX hasta el presente (véase también ibid.: 40).
Los calificativos empleados por Ikeda para expresar su valoración tajantemente negativa del socialismo son reveladores. Además de asociarlo con la “violencia” y el “terrorismo”, en su libro abundan los pasajes donde lo califica como un movimiento político: “irrazonable”, “cruel”, “horrendo”, “fanático”, “pesadillesco”, etc. A continuación cito tres fragmentos ilustrativos de esta clase de afirmaciones:
“El derrumbe de la sociedad socialista que el mundo presenció en los últimos años es testimonio del fracaso en que acabó este intento irrazonable, y la desolación espiritual que se reveló, una vez que cayeron los disfraces de la ideología, demostró con horrenda claridad la cruel destrucción que el ‘espíritu abstracto’ inflige al corazón del hombre” (ibid.: 41).
“Ciertas ideologías como el comunismo moldearon una clase de personalidad muy especial, que proliferó en cantidades asombrosas: ideólogos superficiales, intolerantes, arrogantes y fanáticos.” (ibid.: 69).
“La ex Unión Soviética fue terreno de experimentación para las férreas zarpas del Bolchevismo, que fue la muestra más pesadillesca del pensamiento historicista” (ibid.: 195).
Contra el estado y a favor del individuo
Su prurito anti-socialista y anti-marxista concuerda plenamente con su animadversión hacia el estado y su exaltación de la iniciativa individual (el individuo capaz de “crear valor”). En esto coincide de lleno con las ideas clásicas del liberalismo y sus derivaciones contemporáneas defensoras de la globalización neoliberal:
“El factor decisivo y protagónico en la creación de la cultura es el individuo…” (ibid. 128). “En la medida que se vaya desarrollando el papel y la responsabilidad de los individuos, como protagonistas que configuran la historia, será cada vez más esencial que aprendamos a vivir como ciudadanos activos y creativos, conscientes de nuestra responsabilidad con la historia y dispuestos a trabajar para cumplirla” (ibid.: 34).
En su opinión, las sociedades humanas están obligadas a avanzar por un camino que conducirá, tarde o temprano, a la desaparición de los estados y las soberanías nacionales, hasta arribar a una situación donde los individuos formen parte de una sociedad civil planetaria gobernada básicamente por instituciones globales:
“La cultura define las comunidades, pero ya existen entidades de mayor peso que ejercen una poderosa influencia sobre el planeta. Debe transformarse también el papel de las naciones. Por incierto que sea nuestro avance hacia un mundo menos centrado en las naciones-estado, la realidad es que cuanta menos importancia se dé a los estados, más importancia podrá dársele a la gente.” (ibid.: 33).
Como puede observarse, el individualismo y el anti-estatismo preconizados por Ikeda son conceptos que se corresponden perfectamente con las medidas neoliberales de privatización de los servicios de seguridad social impulsadas por el Nuevo Komeito, desde su arribo al poder en 1999 en alianza con el Partido Liberal Democrático de Japón.
Estados Unidos: la gran esperanza de la “paz global”
Así como los estados socialistas han resultado, en su opinión, la expresión más pesadillesca de la violencia y el terrorismo, hay en cambio una sociedad que representa para Ikeda el más elevado modelo de libertad, justicia e igualdad de la era moderna y la mayor garantía para el logro de la “paz global”. Se trata de los Estados Unidos de Norteamérica:
“Los Estados Unidos representan una sociedad global en miniatura y presagia para bien o para mal, la humanidad del mañana… A pesar de las dificultades, el que se haya mantenido la existencia de esta nación y que sea una tierra de juvenil energía, libertad, democracia e igualdad ofrece grandes esperanzas en cuanto a que sí se puede lograr la paz global.” (ibid.: 97-98).
Incluso la guerra de independencia estadounidense es valorada como la única “revolución” positiva de la historia moderna -al contrario de la francesa y la rusa-, por haberse inspirado en la virtud del “autocontrol” individual exaltada por el maestro japonés como el fin supremo de la vida espiritual del ser humano:
“La Revolución Estadounidense sin la cual la democracia norteamericana hubiese sido imposible, es uno de los ejemplos más resaltantes; las capacidades de autocontrol, equilibrio y autorregulación que según he dicho son indispensables para la manifestación del espíritu como fuerza positiva, produjeron tendencias diferentes a las que se observaron en las revoluciones francesa y rusa.” (ibid.: 65-66).
Es significativo el silencio que el autor guarda respecto a los conflictos internos y guerras internacionales protagonizadas por los Estados Unidos desde su independencia (la Guerra de Secesión, la Guerra contra México, la Guerra contra España, la Segunda Guerra Mundial –incluidas las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki-, Corea, Vietnam, Irak, Afganistán, etc.). ¿O será que el Sr. Ikeda piensa que las únicas guerras positivas son las llamadas “misiones humanitarias” llevadas a cabo por los Estados Unidos y que, en cambio, las guerras “malignas” son sólo aquellas en las que por desgracia participan los países del tercer mundo –casi siempre forzados por las agresiones de potencias imperialistas que gustan autoproclamarse como “garantes de la paz mundial”-?
La ecuación del siglo XXI: capitalismo + religión = paz
Desde nuestra perspectiva analítica, la frase de Ikeda que mejor define el trasfondo ideológico de su libro es la siguiente: “la raíz del problema no está en el capitalismo en sí” (ibid.: 89).
Para el máximo líder de la Soka Gakkai, los grandes desafíos del mundo contemporáneo –una vez solucionado el problema del “bolchevismo” con el derrumbe de la URSS- como son el hambre, las guerras y la devastación ecológica, nada tienen que ver con la lógica intrínseca del sistema capitalista. La crisis por la que atraviesa el casino global no se resolverá, en consecuencia, transformando “externamente” las instituciones que rigen el funcionamiento del orden social, económico y político imperante; sino propiciando el surgimiento, en la conciencia de cada individuo, de un sistema de valores universales que faciliten la convivencia pacífica entre todas las naciones. Pero, ¿cuál puede ser el fundamento de este sistema universal de valores morales, en una época en la cual la ciencia y la filosofía se encuentran atrapadas en el callejón sin salida del relativismo? El fundamento no puede ser otro que la religión. En palabras de Ikeda:
“Dejando a un lado los sistemas políticos, ¿qué es lo que puede forjar a seres humanos confiables, no-violentos y puros de corazón? La construcción de una paz duradera dependerá de la cantidad de personas capaces de autocontrol que puedan formarse a través de una práctica religiosa.” (ibid.: 42-43).
Los males que aquejan al ser humano contemporáneo nada tienen que ver, por ende, con las estructuras de explotación social, devastación ecológica y guerra por el control de los recursos naturales en las que se sustenta el funcionamiento del capitalismo global. La raíz del mal son los cuatro demonios o “cuatro estados inferiores Infierno, Hambre, Animalidad e Ira” (ibid.: 43), que sólo se autocontrolan o apaciguan “cuando la parte racional gobierna y la irascible obedece” (ibid.: 47).
Apoyándose en una interpretación sui generis de Platón, Ikeda sostiene que así como en el ámbito individual la razón debe hacer obedecer a la ira y la concupiscencia para alcanzar la salud y la armonía del alma; en la esfera política, cuando predomina “la búsqueda insaciable de la libertad, la democracia nutre una gran cantidad de deseos que gradual e insidiosamente ‘se apoderan de la ciudadela del alma juvenil’ y la conducen al camino de la vanidad.” (ibid.: 45). Cuando las libertades democráticas conducen a este estado de desbordamiento generalizado de los deseos y pasiones, “la situación se vuelve incontrolable y se busca un líder para que instaure el orden” (ibid.: 45).
Mediante esta tendenciosa mezcolanza de budismo y platonismo, el Sr. Ikeda deja la mesa servida para justificar la instauración de un fascismo planetario que vendría a poner orden en el caos contemporáneo, mediante la implantación de un sistema universal de valores morales suministrado por una nueva religión mundial. ¿Se imaginan ustedes quién podría ser el maestro espiritual más indicado para liderarla?
Los obstáculos para la paz: las identidades nacionales y la causa árabe
Con el derrumbe del socialismo real, la interpretación marxista de la historia basada en el papel crucial de la lucha de clases en las transformaciones políticas y sociales, según Ikeda, “se ha venido abajo” (39). Tras la caída del Muro de Berlín, la explotación del trabajo por el capital ya no puede ser aducida como causa de la pobreza y las enormes desigualdades, que cada día se agudizan más a escala planetaria. La lucha para solucionar el problema del hambre en el mundo sólo tendrá éxito mediante “los esfuerzos internos que hagan los países más pobres para desarrollarse” y la educación de la población para el control de la natalidad (ibid.: 179).
Tampoco la crisis ecológica que amenaza con llevar a la extinción a la especie humana parece tener nada que ver con la lógica depredadora del capital transnacional y el consumismo desmedido de las naciones opulentas. La única razón que ofrece Ikeda para explicar la destrucción acelerada del medio ambiente, es que ésta es el resultado de la explosión demográfica de los “asentamientos pobres”, que “en su lucha por la supervivencia y en su fortuita búsqueda de energía (…) talan y queman imprudentemente recursos forestales, provocando la destrucción de los bosques.” (ibid.: 178)”. Como se ve, un típico argumento de culpabilización de las víctimas.
Tras decretar la extinción del socialismo y la anulación teórica del marxismo, el maestro japonés dictamina que “la raíz del problema no está en el capitalismo en sí” (ibid.: 89), pues la enfermedad que aqueja a la humanidad es otra: el apego de los pueblos del tercer mundo a las identidades étnicas y las identidades nacionales. En sus propias palabras:
“…luego de que la Revolución Rusa fallara en sus intentos por disparar una revolución mundial a pesar de las predicciones de Lenin y otros, esta esperanza de que las diferencias raciales y nacionales se sumergieran en las luchas de clases llegó a desvanecerse con el paso de los años y ha desaparecido sin dejar huellas.” (155).
“En un mundo donde la identidad étnica y nacional ha dado origen a una violencia tan cruda, es imperioso efectuar una revisión tajante de nuestras ideas al respecto (…) Esto se debe a que conceptos como el de ‘nación’ e ‘identidad étnica’ son, en gran parte, ficticios.” (105)
Pero sus críticas a las identidades étnicas y nacionales, por oponerse al avance de la globalización, no se detienen allí. También el concepto de soberanía nacional se revela ante su mirada escrutadora del futuro como una pasión enfermiza condenada a desaparecer. Factores como la lucha de las grandes potencias capitalistas por el control de los recursos naturales y las fuentes de energía, por ejemplo, jamás son mencionados por Ikeda al momento de examinar las causas de la conflictividad contemporánea. Sólo el apego irracional de los pueblos a las soberanías nacionales y los poderes estatales, es señalado como responsable de las guerras que obstaculizan el advenimiento de una nueva era de paz basada en el autocontrol individual:
“Innegablemente, los Estados soberanos y las cuestiones de soberanía nacional han sido los principales protagonistas de las guerras y de la violencia que sufrió el siglo XX… la transición de la soberanía nacional a la soberanía humana implica preguntarnos cómo desarrollar los recursos de la personalidad, para atemperar y encauzar valientemente los poderes sobrecogedores de la autoridad externa.” (ibid.: 160-161).
Entre los problemas contemporáneos relacionados con las identidades étnicas y nacionales, el caso al que mayor atención se presta en el libro es el de la “causa árabe”. Siguiendo a Benjamin Barber, Ikeda utiliza el término islámico “jihad” como sinónimo de los “particularismos” que es necesario vencer para hacer posible la formación de “ciudadanos con mentalidad globalista” (ibid.: 96). Reconoce también que frente a la violencia de los particularismos se alza el “Mc World”, la cultura consumista globalizada cuyos excesos deben ser moderados mediante la implantación de un sistema universal de principios éticos y religiosos.
Pero entre todos los “demonios” actuales adversarios de la ”paz global”, aparte del “programa de desarrollo nuclear de Corea del Norte” (ibid.: 208), es la “causa árabe” la que resulta más preocupante para Ikeda, hasta el punto de justificar argumentalmente la ocupación militar estadounidense de Irak:
“Aquí no dispongo de lugar suficiente para analizar la causa árabe en detalle, (…) pero debemos tener mucho cuidado de comprender bien su naturaleza, pues en nombre de este llamamiento muchos seres humanos están sacrificando la vida.” (ibid.: 165).
“¿qué constituye una causa ‘justa’ para los árabes? El presidente iraquí Saddam Hussein vinculó la resolución de la cuestión Palestina con el retiro de Kuwait, en un intento de hacer que el problema entre Irak y Kuwait fuese parte de toda la cuestión árabe. Los Estados Unidos no admitieron esto y fue lo que, en definitiva, condujo al estallido de la guerra.” (ibid.: 165).
Esta clase de argumento es una muestra palpable de la función justificadora y encubridora de la dominación que cumple la ideología. Reduciendo las complejas circunstancias que condujeron a la ocupación militar de Irak por los Estados Unidos y sus aliados (entre ellos el gobierno japonés del que forma parte el Nuevo Komeito), Ikeda se limita a caracterizar este conflicto como una consecuencia de la manipulación de identidades étnico-religiosas. Por otra parte, silencia factores tan relevantes como el interés de las potencias industriales en apropiarse de las reservas petroleras del Medio Oriente, y omite indicios económicos tan significativos como la participación de la empresa Mitsubishi y otras corporaciones occidentales, en el reparto de la producción petrolera y el mercado automotriz irakí después de la caída de Saddam Hussein (Mitsubishi entra en el mercado de coches de Irak, 2004; Repsol y otras cinco operadoras, 2003).
Hacia la religión universal
El libro que nos ocupa hace referencia, repetidas veces, a la misión que se ha propuesto cumplir la organización Soka Gakkai Internacional para curar los males que aquejan a la civilización moderna:
“La SGI se halla dedicada a un movimiento budista para abrir las mentes y los corazones cerrados, raíz del ocaso que hoy padece nuestra civilización. La tarea de la SGI no se agota en el tratamiento de los síntomas superficiales que manifiesta esta enfermedad; por el contrario, implica la laboriosa misión de extraer de raíz sus mismísimas causas. Desde luego, es indispensable efectuar un tratamiento sintomático, para hacer frente a emergencias tales como la irrupción frecuente de luchas étnicas.” (82-83).
El antídoto prescrito para sanar a la humanidad de su apego enfermizo a las identidades étnicas y nacionales es el “transnacionalismo”, un “concepto clave para explicar y predecir la futura dirección de los asuntos mundiales” (ibid.: 83), acuñado por el antecesor de Ikeda en la presidencia de la SGI, el señor Josei Toda [1900-1958].
Pero para que el individuo pueda llegar a encarnar plenamente este transnacionalismo, es menester que su “yo en sentido restringido” se transforme en un “yo superior” (ibid.: 80-81), mediante la “práctica religiosa” (ibid.: 43) y la “persuasión moral” (ibid.: 91). Sólo así el individuo alcanzará el autocontrol o dominio de sí mismo que lo convertirá en un “ciudadano del mundo”, capaz de vivir independientemente “y no a merced de los demás” (ibid.: 55).
Un claro ejemplo de un individuo que alcanzó este estado de conciencia fue, según Ikeda, Leonardo Da Vinci:
“Su vida, en muchos aspectos, es la resultante de haber alcanzado el dominio de sí mismo. Totalmente libre e independiente, no sólo liberado de las ataduras de la religión y de la ética, sino también emancipado de lazos que pudiesen atarlo a una nación, a una familia, a amigos y a conocidos, Leonardo da Vinci fue un ciudadano del mundo, intocable e imposible de igualar.” (ibid.: 48).
Cuando Ikeda se refiere a la necesidad de liberarse de las “ataduras de la religión y de la ética”, alude a las identidades étnico-religiosas particulares y no al sistema de principios universales que él y su organización dicen encarnar y aspiran enseñar a la humanidad: “Nuestro objetivo no es otro que inculcar la ética propia de un ciudadano del mundo” (ibid.: 115).
En efecto, su diagnóstico de las dolencias que atentan contra la salud del capitalismo global desemboca, finalmente, en una propuesta terapéutica de carácter místico, basada en la creencia de que es posible sustituir las identidades particulares y transitorias por una identidad universal y eterna, basada en las enseñanzas del Sutra del Loto y las revelaciones recibidas por los maestros fundadores de la SGI:
“El Sutra del Loto contiene muchas escenas de hondo dramatismo, que muchos han desdeñado por creer que se trataba de una frondosa fantasía. Las dos revelaciones de Josei Toda, especialmente la segunda, concuerdan perfectamente con la propia lectura del Sutra del Loto que llevó a cabo Nichiren, y logran restituir a dicha lectura su profunda dimensión vital… Aunque se diferencien del tipo de hechos objetivos que registra la ciencia empírica, representan hechos psicológicos vivenciales y más importante aún, verdades religiosas universales. Los miembros de la SGI tomamos como punto de partida y como base de la identidad eterna e invariable de nuestro movimiento la epopeya de restauración cosmológica que se libró en el corazón del maestro Toda” (ibid.: 184-185).
Sin embargo, al examinar más a fondo el supuesto universalismo de esta “religión mundial” destinada a constituir “la piedra basal sobre la cual tendremos que erigir el globalismo del siglo XXI” (ibid.: 112-113); es posible detectar en ella las huellas de aquel viejo nacionalismo religioso proveniente de la prédica del monje Nichiren. De hecho, la pregunta que se formula Ikeda: “¿Cuáles son las condiciones necesarias que debe tener una ‘religión mundial’?” (ibid.: 112), sólo alcanza su respuesta más acabada a través de las siguientes afirmaciones:
“En japonés, existe el término kosei, que puede traducirse como ‘espíritu de equidad’ (…) Creo que es gracias a los grandes desafíos que el espíritu de equidad va dejando de ser el ethos de un pueblo para convertirse en un principio universal, fuerte como el acero, cálido como el Sol, vasto como el cielo.” (ibid.: 94).
La equidad a la que se refiere Ikeda debe ser interpretada en el marco de su exaltación del individuo, su rechazo al intervencionismo estatal y su valoración positiva de la competencia. Por ello prefiere hablar de equidad y no de justicia social, puesto que considera un error de las teorías revolucionarias del siglo XX haber creído que la justicia social era un requisito necesario para alcanzar la paz (ibid.: 37). En realidad su propósito, al hablar de equidad, es mitigar la contradicción que se presenta entre la supuesta universalidad de los principios éticos del “transnacionalismo”, y su aspiración particular de que el budismo nacionalista de la SGI juegue un papel protagónico en la construcción de la “religión mundial” del siglo XXI. En otras palabras, para poder competir a escala planetaria con el avasallante “Mc World” estadounidense, el “ethos japonés” debe hacer valer la legitimidad de su cuota en los mercados culturales del capitalismo globalizado:
“En la raíz de la competencia humanística, lo que palpita es la extensión de la influencia espiritual, es decir, una extensión de los logros culturales y de la persuasión moral que un país o un pueblo ejerce sobre el mundo. En términos actuales, esto sería como una expansión de la competitividad basada en el soft power” (ibid.: 91).
El soft power o “poder moderado” es ejercido a nivel mundial por la SGI a través del adoctrinamiento religioso, el “diálogo” realizado “con la intención de influir positivamente sobre los demás” (ibid.: 79) y la penetración ideológica en las instituciones de Educación Superior de los países donde la secta ha conseguido establecerse. De ahí su interés en promover un currículum educativo de alcance global, con base en los principios éticos y religiosos propugnados por la organización, y el intenso esfuerzo desplegado para ejercer su influencia en las oficinas gubernamentales de educación y en organismos multilaterales como la UNESCO y las Naciones Unidas:
“El mundo de hoy clama por una educación a escala global” (ibid. 101) “Sugiero además que sea creada una Constitución para los Ciudadanos del Mundo como base para su formación. Sería una constitución para la educación para la paz, que estaría coherentemente relacionada con los tópicos mencionados antes.” (ibid.: 196).
En otras palabras, el “poder moderado” es el medio utilizado por la SGI para llevar a cabo el sueño mesiánico y expansionista del monje Nichiren de instaurar un imperio búdico terrenal, tal y como lo revela esta proclama del Sr. Ikeda en el prefacio de su libro:
“¡Yo venceré la oscuridad, las fuerzas demoníacas de la destrucción! Para ello cuento con una fuerza impresionante de cerca de doce millones de seres humanos que, armados con la brillante fuerza del espíritu, están poderosamente comprometidos con la causa de una genuina paz duradera.” (ibid.: 18).
RECOMENDACIÓN FINAL
En la reseña del acto de celebración de los treinta años de la secta Soka Gakkai en Venezuela, publicada en la página web de esta organización, se puede leer:
“El doctor Héctor Navarro, profesor de la Universidad Central y ex ministro de Educación, elogió los esfuerzos que realiza la SGI para plantar las semillas de la paz a través de la educación, y afirmó que los últimos treinta años representan sólo el comienzo.” (La banda local El Cuarteto participa en las celebraciones de la SGI de Venezuela por el 30º aniversario de la SGI, 2005).
Ha sido pública y notoria la consecuente conducta revolucionaria demostrada por el Prof. Héctor Navarro en su desempeño como máxima autoridad del sistema de Educación Superior de la nación. Con todo, dada la nueva responsabilidad que recientemente ha asumido, esta vez como Ministro de Educación a cuyo cargo se encuentra toda la Educación Preescolar, Básica y Media del país, nos parece pertinente la convocatoria de un debate nacional sobre la conveniencia o no de la difusión de ideologías como la propagada por la SGI en el seno de las instituciones educativas venezolanas.
Las organizaciones políticas de la derecha nacional han lanzado reiterados ataques contra los planes de reforma de nuestro sistema educativo emprendidos por el gobierno bolivariano, acusándolo de pretender ideologizar a niños y jóvenes con doctrinas ajenas a la identidad nacional y otras patrañas por el estilo. Mi llamado va dirigido a que nos mantengamos alertas para evitar ser utilizados como instrumentos ciegos de los auténticos planes de ideologización y manipulación de nuestra población estudiantil, llevados a cabo por organizaciones nacionales o internacionales comprometidas con posiciones políticas de extrema derecha.
Notas
[1] Empleamos aquí el término “secta” en un sentido no peyorativo y apegado a sus raíces etimológicas. De acuerdo con la definición ofrecida por WIKIPEDIA: “El término proviene del latín secta: ‘sendero’, ‘método’, ‘modo de vida’, ‘partido político’, ‘escuela de filosofía’ (de donde viene sectator y sectatorios: ‘adherente’, ‘seguidor’) que viene de seqüi: ‘seguir’. Se han planteado dudas de que proviene del latín secare (cortar, separar). De secare provienen las palabras «insecto» y «sector». En ambos casos está presente la idea de separación.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Secta).
[2] La Escuela de Kioto se inspiró en el zen, una corriente tradicional del budismo japonés distinta de la secta Nichiren y su retoño moderno la Soka Gakkai. El zen enseña que la iluminación o estado de budeidad sólo puede alcanzarse a través de la práctica de la meditación o atención consciente. En cambio, para el budismo Nichiren y la Soka Gakkai, sólo es posible acceder a ella a través de la recitación reiterada del Sutra del Loto y, más específicamente, del título de este texto doctrinal (Gardini, 1995; Wood, 1980).
[3] Mi reconocimiento al valor histórico y literario de la obra de estos intelectuales japoneses no significa que comparta sus concepciones filosóficas individualistas ni sus inclinaciones políticas fascistoides. Particularmente los pensadores de la Escuela de Kioto (algunos de ellos viajaron a Alemania para estudiar con Heidegger en la década de los treinta), fueron acusados de apoyar la reprochable actuación militar del gobierno japonés en la Guerra del Pacífico y la Segunda Guerra Mundial. A consecuencia de ello, fueron suspendidos de sus cátedras en la Universidad de Kioto durante las purgas ideológicas que tuvieron lugar tras la derrota de Japón y la ocupación estadounidense (Hiesing, 2003).
[4] En el reportaje titulado “El ascenso político de una secta genera preocupación en Japón”, publicado por el diario New York Times el 14 de noviembre se 1999, se lee: “Los miembros del grupo han utilizado incendios provocados y una amenaza de bomba contra templos budistas de grupos rivales. Soka Gakkai también ha tratado de bloquear la publicación de libros críticos, y fue declarado culpable de espionaje telefónico de la casa del líder del Partido Comunista. Un portavoz dijo que la amenaza de bomba y el incendio provocado fueron incidentes en los que participaron "personas con un historial de enfermedad mental" y negó que Soka Gakkai hubiese ordenado la violencia o el acoso.
Ikeda ha sido, casi constantemente, objeto de una amplia gama de denuncias que incluyen abusos financieros y sexuales, pero fue absuelto después de una única acusación formal en su contra por violar las leyes electorales en 1957. Cuando Yoshikatsu Takeiri, que dimitió como líder del Nuevo Komeito en 1986, publicó un revelador informe sobre el partido y el poder de Ikeda el año pasado, se convirtió en objeto de una amplia y prolongada campaña de ataques en el periódico del partido, Komei Shimbun, y en el Seikyo Shimbun, propiedad de la Soka Gakkai. Él había escrito abiertamente que "el Komeito estaba subordinado a la Soka Gakkai financiera y organizativamente.” (French, 1999) (Traducción del autor).
Original en ingles: “Members of the group have used arson and a bomb threat against temples of rival Buddhist groups. Soka Gakkai has also tried to block the publication of critical books, and it was convicted of wiretapping the house of the Communist Party leader. A spokesman said the bomb threat and arson incidents involved "individuals with histories of mental illness" and denied that Soka Gakkai had ever ordered violence or harassment.
Ikeda has been the almost constant subject of a wide range of allegations that include financial and sexual abuses, but he was acquitted after his one formal indictment, on charges of violating electoral laws in 1957. When Yoshikatsu Takeiri, who resigned as leader of New Komeito in 1986, published a revealing memoir about the party and Ikeda's power last year, he became the object of a blistering and prolonged campaign of attacks in the party newspaper, Komei Shimbun, and in the Soka Gakkai-owned Seikyo Shimbun. He had written bluntly that "Komeito was subordinate to Soka Gakkai financially and organizationally." (French, 1999)
[5] La nota de prensa en la que el diario El País de España reseñó en mayo de 1989 el “escándalo Recruit” indicó en aquel momento: “El presidente del segundo partido de la oposición, Komeito (Limpieza Política), de Japón, Junya Yano, presentó ayer su dimisión por sus responsabilidades en una serie de escándalos relacionados con la evasión de impuestos y como consecuencia de la implicación de miembros de su partido en otros escándalos políticos. Yano presentó su dimisión ante el comité ejecutivo del partido y la anunció personalmente momentos después en una conferencia de prensa televisada.
El presidente de Komeito renunció al cargo por sus conexiones con el escándalo Meidenko, compañía electrónica en la que dos ejecutivos relacionados con Yano evadieron impuestos años atrás, según pusieron de manifiesto la semana pasada las investigaciones policiales.
La decisión de Yano se produce un día después de la dimisión de otro miembro del mismo partido, Katsuya Ikeda, que dejó su escaño en la Dieta (Parlamento) acusado por sus conexiones con el escándalo Recruit, o venta de influencias políticas a cambio de acciones de un conglomerado de información laboral…” (El escándalo de Recruit, 1989).
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* Gustavo Fernández Colón Profesor del departamento de literatura de la Universidad de Carabobo
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