"¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba? ¿Y hacía lo que decía? ¿No será por eso que sigue siendo extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?"
Eduardo Galeano
"Revolución socialista o caricatura de revolución"
Sociólogos, periodistas, historiadores, biógrafos, ex militantes, debatirán en los próximos días la vigencia del Che a cuarenta años de su asesinato. Buscarán la explicación de la permanencia de su figura. Intentarán demostrar su condición de mito por sus cualidades personales. Describirán las virtudes que llevan a que millones en el mundo lo identifiquen y sientan simpatía por él. El guerrillero valiente, honrado, sacrificado por los demás, el hombre coherente. Recibirá elogios sinceros de los que siguen acompañando su sueño y hasta sus más declarados enemigos esconderán su odio y con elogios cínicos intentarán seguir bastardeando el verdadero legado del Che. Ese hombre cuya figura recorre literalmente el mundo desde hace más de cuarenta años fue, y en un sentido sigue siendo, una bandera de lucha. Y un llamado para las nuevas generaciones que se suman diariamente a la pelea contra el capitalismo imperialista. Un llamado que se puede sintetizar en esa bella frase, que se ha convertido en consigna y que, mal que les pese a los renegados y los reformistas, es más actual que nunca: “revolución socialista o caricatura de revolución”.
Nacido en la ciudad de Rosario en mayo o junio de 1928, según el biógrafo que lo estudie, vivió su niñez y adolescencia en la provincia de Córdoba, entre las ciudades de Alta Gracia y la capital de la provincia. Estudió medicina y se convirtió en médico en la Universidad de Buenos Aires. Un viaje por Latinoamérica, realizado cuando terminó sus estudios, le cambio la vida. Desde el momento en que se embarcó con Fidel Castro en el Granma dejó de ser Ernesto Guevara Lynch o Ernestito, para convertirse, para siempre, en el Che. Con el triunfo de la Revolución Cubana su figura fue creciendo a nivel mundial. Ministro de Industria, presidente del Banco de Cuba, representante de la revolución en foros internacionales como la Asamblea de la ONU, o las reuniones de la OEA, marcó a fuego en esos lugares el proceso de ruptura con el imperialismo y el capitalismo que se estaba desarrollando en la isla. Enemigo de los incentivos capitalistas para desarrollar la economía e impulsor del trabajo voluntario como militancia revolucionaria, también fue combatiente internacionalista en África y América latina. Y, quizás su aspecto menos conocido o mejor dicho, más ocultado por la gran prensa, fue un crítico acérrimo del estalinismo. Una síntesis ideológica de Guevara podría ser la de un revolucionario, socialista, internacionalista consecuente y antiestalinista.
Debates en tiempos de revolución
Los 60’ y los 70’ fueron años de convulsión mundial. La revolución cubana ocupó un lugar central en la historia política de esas décadas. El Mayo Francés, la guerra de Vietnam, el Cordobazo, la Primavera de Praga, fueron otros de los muchos hechos que produjo una generación que intento cambiar el mundo.
El resultado de esos hechos no fue lineal. Algunos lograron avances y otros fueron derrotados. Pero no se trató de una ecuación de suma cero. La derrota militar en 1974 del imperialismo yanqui en Vietnam abrió enormes posibilidades para el movimiento revolucionario mundial. Por primera vez un pueblo en armas lograba derrotar a las Fuerzas Armadas más temibles y poderosas que haya conocido la historia de la humanidad. El empantanamiento actual que sufre Estados Unidos en Irak es la muestra palpable de que las dificultades del imperialismo más fuerte de todos los tiempos para recuperarse, aun hoy, de esa derrota.
Sin embargo aquellas son dos décadas de profundos combates, de rebeliones obreras y populares, de guerra de guerrillas y de acumulación de experiencia del movimiento de masas latinoamericano y mundial. En ese entonces un debate fundamental cruzaba al movimiento revolucionario, un debate estratégico que se sintetizaba en dos posiciones en la vanguardia mundial. Una, absolutamente mayoritaria, cuyo máximo exponente quizás fue el propio Guevara, que alentaba para desarrollar la revolución la iniciativa del foco, “la propaganda armada”, la “propaganda del fusil” como él mismo señala en el histórico discurso de la Tricontinental, en abril del ‘67. Y la de otras corrientes, entre ellas un sector del trotskismo latinoamericano, tradición de la cual nos reivindicamos, que cuestionaba la estrategia del foco poniendo todo su acento en la movilización de la clase obrera y las masas urbanas con sus organizaciones democráticas y su partido revolucionario. Sin embargo estas corrientes tenían un punto en común, también estratégico para esa etapa, que era la definición y denuncia del rol de coexistencia con el imperialismo que cumplía el estalinismo a nivel internacional. En el mismo discurso de la Tricontinental, hablando de la resistencia de Vietnam a la agresión yanqui, Guevara señalaba: “Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad. El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista”.
El debate no fue resuelto por la historia. Es cierto que las experiencias guerrilleras, posteriores a la Revolución Cubana fracasaron. Guevara, por ejemplo, pagó con su vida en Bolivia. Y en el caso en que llegaron al poder, como en Nicaragua en el ’79, fueron apenas, parafra-seando al Che una “caricatura de revolución”. Pero es un hecho que tampoco se lograron construir partidos de masas para llevar al poder a la clase obrera y los sectores populares con sus organizaciones democráticas. En todo caso la traición del estalinismo internacional y los partidos comunistas de cada país en alianza con las variantes socialdemócratas o nacionalistas burguesas y el imperialismo, lograron desviar los procesos revolucionarios que continuaron desarrollándose. Dicho esto no se puede obviar que también tienen responsabilidad en esto las debilidades y los errores propios de los revolucionarios.
El derrumbe de la ex URSS, la restauración capitalista en la casi totalidad, excepción hecha de Cuba, de los países del llamado “socialismo real”, la contraofensiva, económica, política, militar e ideológica del imperialismo durante los ’90, modificaron sustancialmente el panorama mundial. Pero la historia no llegó a su fin y el nuevo siglo encontró activo al movimiento de masas y una nueva ola de rebeliones recorre buena parte del mundo, en especial América Latina, la revolución bolivariana es un ejemplo de esto. Las palabras imperialismo, socialismo, revolución permanente, empiezan a recuperar su contenido nuevamente. Hoy sin el contrapeso cargado de represión, traición y totalitarismo asfixiante del modelo de los ex “Estados Socialistas”.
El legado del Che
A diferencia de los que renegaron de la lucha, por el fracaso de sus ilusiones. De aquellos que culpan de falta de madurez a las condiciones objetivas, o en todo caso de poca conciencia al movimiento de masas, sin detenerse en autocríticas, nosotros, trotskistas, reivindicamos lo que hoy es más vigente del pensamiento y la acción del Che. En este sentido coincidimos con la trotskista cubana Celia Hart, ella que se reivindica trosko-guevarista, señala la lucha contra el imperialismo y por el socialismo en el mundo, es decir el internacionalismo, contra la idea estalinista de socialismo en un solo país y la idea de revolución permanente. El mismo Guevara puede decirlo desde Argel en ese hermoso discurso de la Tricontinental, 6 meses antes de su asesinato a manos del Ejercito boliviano y los asesores yanquis de la CIA. Dice el Che: “En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales -instrumentos de dominación-, armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta. El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos; liberación que se producirá, a través de lucha armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una revolución socialista.” Aquellos que se preguntan por qué la imagen del Che puede encontrarse en una movilización multitudinaria en Buenos Aires o en Caracas, en Río o San Pablo. En medio de una manifestación armada en Beirut, o en las calles de Teherán. En los enfrentamientos con la policía que custodia a los dueños del planeta en las reuniones del G7 en Roma, Berlín, París o Londres. En el Bronx y en las manifestaciones antiguerra en Estados Unidos. Ésos, pueden escuchar la respuesta del periodista, John Lee Anderson que realizó un gran biografía de Guevara, “el Che recorre el mundo, porque los problemas contra los que luchó siguen sin resolverse” (Revista Ñ, 29/09/07) Pero cuando lo vean paseando por el Zócalo en la Ciudad de México, quizás sea porque está por ir a visitar a Trotsky en la casa de Coyoacán, para discutir nuevas estrategias para asaltar el cielo.
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