Según parece, durante la parada militar del “Día de la Hispanidad” celebrada en Madrid, el ministro de Exteriores, señor Moratinos le comentó al ministro de Interior, señor Rubalcaba: "ya verás tú la que se puede armar al paso de la bandera venezolana". De ser cierto, parece como si estuvieran disfrutando, anticipadamente, de un momento que nunca llegó.
España está llena de bufones mediáticos y de los otros. Este es un país que no respeta ni la memoria de sus militares muertos en misiones imperialistas (para mí no entran en ese recuerdo los caídos por la República) y que, si transplantáramos situaciones históricas al día de hoy, llamaría terroristas a quienes portaron las insignias de los países de América Latina.
Al hilo de la cuestión, hay que considerar qué significan las banderas nacionales para otros pueblos. Los latinoamericanos sienten un profundo respeto por ellas y es lógico: muchos patriotas independentistas murieron luchando bajo sus colores, contra el colonialismo español. Ese sentimiento es tan profundo que, incluso, la Revolución socialista cubana, mantuvo la insignia de la liberación colonial.
La bufonería carpetovetónica tenía preparadas dos líneas de acción: Abuchear a Zapatero (mañana harán lo propio con Rajoy) y ofender a la bandera de Venezuela. Pero Venezuela estaba al quite e informó, el día anterior, sobre imponderables que hacían imposible su participación, pese a que, por cuestiones de alta política, había aceptado intervenir en un acto que allá conocen como el Día de la Resistencia Indígena.
Gracias a ese excelente embajador que matiza, pero antes dice verdades como puños, el emblema bolivariano no fue objeto de ultraje por parte de una chusma que por no tener, no tiene bandera (la roja y gualda es un invento de la dinastía Borbónica), ni himno (una marcha granadera de origen prusiano). Para divertirse a costa ajena, estaban allí Zapatero y un cornudo legionario llamado “Manolo”.