Hace algunas semanas el gobierno venezolano entrego a Colombia un ciudadano
colombiano exiliado por años en Suecia. Han empezado para este infortunado
largos años de cárcel. La colaboración en la represión con un gobierno
tan contrario a los Derechos Humanos como el del señor Santos no es
aceptable para ningún gobierno democrático mucho menos para uno que
reclama para si la herencia de Bolívar, Guevara y Allende.
Si a Allende mencionan con tanta profusión, si de Allende han dicho
que “es la estrella más luminosa del firmamento latinoamericano”,
pues entonces compañeros venezolanos, sigan su ejemplo. Si no lo conocen,
se los relato, fraternalmente:
En medio de un mar de conspiraciones, las que llegaron a causar la muerte
del general Rene Schneider jefe del ejército chileno, asumió Salvador
Allende la presidencia de Chile el 4 de Noviembre de 1970. Los norteamericanos
se habían propuesto su derrocamiento como tarea de estado. Una de las
posibilidades para agredir a Chile era utilizar a Argentina, entonces
con dictadura militar. Las cuestiones limítrofes pendientes eran muchas
y todos sabemos que Argentina tiene mayores dimensiones que Chile.
El presidente Allende se reunió con el general Agustín Lanusse y llegaron
a acuerdos que diluyeron esta relación bilateral como foco desestabilizador
para el gobierno de Chile.
El 15 de agosto de 1972 los 114 prisioneros políticos de la base naval
Almirante Zar sita en la Patagonia argentina, casi todos ellos guerrilleros,
se tomaron el penal. Por descoordinaciones sólo algunos alcanzaron
a llegar a Trelew donde se hicieron de un avión de pasajeros y enfilaron
rumbo a Puerto Montt en territorio chileno.
Entre los fugados venían: Roberto Santucho, jefe máximo del Ejercito
Revolucionario del Pueblo (ERP), Fernando Vaca Narvaja y Roberto Quieto
de la Conducción Nacional de Montoneros; Marcos Osatinsky de las FAR,
Víctor Fernández Palmeiro una leyenda de la guerrilla argentina, Enrique
Gorriarán Merlo y otros de la misma significación política.
De Puerto Montt llegaron a Santiago, la realidad jurídica era que habían
entrado ilegalmente al país, venían armados y con un avión secuestrado.
Esa era la legalidad formal, lo real era su condición de luchadores
por la libertad de su patria.
Depusieron las armas y pasaron a la calidad de retenido en el cuartel
central de la Policía Civil chilena, una suerte de huéspedes forzados.
La petición de extradición se anunció de inmediato por el gobierno
argentino, al que una revolución con tantos enemigos y que luchaba
en solitario como la nuestra no podía desatender sin más. Argentina
nos había dado hasta un préstamo para comprar trigo.
La derecha chilena tocó de inmediato las campanas del escándalo: “Chile
el santuario de los extremistas latinoamericanos”, “se perjudica
la relación con Argentina “, “se viola el estado de derecho”.
Una gran manifestación popular en los faldeos del Cerro Santa Lucía
expresó la solidaridad revolucionaria de los chilenos con sus hermanos
argentinos.
El 22 de Agosto 16 de los prisioneros políticos que no pudieron huir
fueron fusilados en Trelew, un vil asesinato.
El presidente Allende se reunió con los abogados de los jóvenes argentinos
en el Palacio de La Moneda y pidió a su ministro de Relaciones exteriores
su opinión. La relación del ministro fue desoladora: todo el derecho
en contra, el nacional y el internacional.
Sólo el presidente del Consejo de Defensa del Estado Eduardo Novoa
Monreal dio argumentos a favor de la no entrega. Cada nuevo consultado
acumulaba argumentos legales y políticos en Pro de la extradición.
Los abogados de los fugados veían venir lo peor. Sorpresivamente el
presidente de la República de Chile, el jefe de la Revolución chilena,
se puso de pié y dando un golpe de puño sobre la mesa dijo con voz
clara y determinación. “Así serán las cosas, pero este es un gobierno
socialista mierda y no entregamos a ningún compañero… esta
misma noche se van para Cuba”.
Esa noche un avión de cubana despegaba rumbo a La Habana con su libertario
cargamento. Estábamos solos en el mundo, solo con la amistad leal de
los herederos de Martí, hasta la URSS nos negaba ayuda, rodeados por
mil peligros, pero no se conjugó jamás el verbo traicionar.
Revolucionarios venezolanos, ese era Salvador Allende, así actuaba
la revolución chilena. Los errores son parte de la vida pero hay que
corregirlos.