Nos preocupa Europa

Durante mucho tiempo Europa fue considerada como fuente de luces, de cultura, de valores. Fue mucha la literatura, sobre todo la proveniente de los adalides del capitalismo neoliberal, que la categorizó, con mucha sorna y cierto desprecio, como la vieja y culta Europa. Ello tuvo que ver con la imposición de una visión histórica y cultural profundamente eurocentrista, según la cual Europa fue la cuna de la civilización y de la cultura mundial, con lo cual se desconocían (más bien se ocultaban) los aportes de África, de países asiáticos como la India y China y desde luego, de la América prehispánica.

Esta concepción comenzó a desarrollarse en la época de predominio feudal y se extendió con la dominación que las grandes potencias europeas impusieron en África, Asia y América a partir del siglo XV de nuestra era, y tuvo como sus principales vehículos a la iglesia Católica y a los ejércitos que invadieron nuestras tierras, los cuales impusieron a sangre y fuego sus instituciones, su cultura, su religión, sus valores y nos incorporaron de manera subordinada al mercado capitalista mundial. Así se hizo hegemónica, en esencia y forma, una cultura y un modelo civilizatorio burgués capitalista, y se nos impuso una visión historiográfica que justificó y legitimó la dominación colonial y neocolonial.

Bolívar, El Libertador, insurgió en la teoría y en la práctica contra esta concepción, y de esa insurgencia, expresada en la conocida arenga: “¿y es que 300 años de calma no bastan?” emergió un continente que no ha dejado de luchar hasta nuestros días por la Independencia, la Soberanía, la Justicia y la Libertad. Después de él y toda esa generación de libertadores y libertadoras, muchos hombres y muchas mujeres lucharon y dejaron regadas de sangre nuestras tierras para dar continuidad a la tarea que el Libertador no pudo concluir. Muchas derrotas, algunas victorias efímeras y la victoria de la Cuba revolucionaria, la de Fidel, Raúl, el Che y Camilo, entre otros, marcaron el siglo XX de Nuestra América. Siempre combatiendo al capital, al colonialismo y al imperialismo. Hasta que llegó Chávez! 

El Comandante Supremo Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana son la demostración más fehaciente de que Bolívar no aró en el mar; de que si bien es cierto, eso podía parecer en 1830 cuando Colombia se hundía y la unidad que había predicado el Libertador se hacía pedazos; la verdad es que siempre hubo brazos, mentes y plumas que defendieron y mantuvieron vivo el proyecto Bolivariano. Bien lo dice Pablo Milanés en su canción: “Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras”. Hasta que vino Chávez a retomar el proyecto de Bolívar donde este lo dejó en 1830 y una nueva historia –insurgente- comenzamos a escribir los venezolanos y las venezolanas otra vez a finales del siglo XX y en lo que va del siglo XXI.

Con Chávez comenzamos a edificar esa nueva historia de insurgencias; la del Socialismo Bolivariano y Chavista del Siglo XXI, basada en la más profunda democracia económica, social y política; la democracia participativa y protagónica, la del Poder Popular, la de las comunas y la gestión directa y democrática de la clase obrera, la que está abatiendo la pobreza, la que está incluyendo a los excluidos de la IV República, la que entre 2012 y 2014 construyó 700.000 viviendas y en el 2015 se propone construir 400.000 más para nuestro pueblo, no para la burguesía inmobiliaria; la que derrotó el analfabetismo y redujo drásticamente el desempleo, la que ganó 18 de 19 elecciones en 16 años, la que garantiza nuestra soberanía, la que permite tomar nuestras decisiones con absoluta independencia de los grandes centros de poder imperial en el mundo.

Es esta la historia que estamos edificando en Venezuela. Esta historia insurgente contra el capital y el imperialismo y a favor del socialismo, que comenzamos con el Comandante Chávez y continuamos con Nicolás Maduro, resulta que ahora le preocupa a Europa. En realidad no es a Europa a quien le preocupa, sino a las élites económicas, sociales y políticas que dominan ese continente, o sea, a la burguesía europea y a sus lacayos.

Desde el año pasado comenzaron diversos voceros de algunos países de Europa a opinar sobre Venezuela, sobre la base de las mentiras y manipulaciones de la canalla mediática internacional al servicio del imperialismo. En las últimas semanas hubo pronunciamientos contra Venezuela del Parlamento Europeo, de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania y de políticos de derecha de Europa (con destacado protagonismo de Felipe González en este momento), que han recibido la respuesta digna de nuestro presidente Nicolás Maduro, de nuestra Cancillería, de la Asamblea Nacional, de otras instituciones y de nuestras organizaciones revolucionarias, encabezadas por el PSUV.

Dicen estos voceros que les preocupa la situación de los derechos humanos y la democracia en Venezuela. No debería preocuparles, nosotros tenemos una democracia viva, activa, llena de frescura, que se renueva todos los días al calor de la participación y el protagonismo del pueblo. No es una democracia basada solamente en el voto (y hay que ver que aquí en Venezuela se vota: Vamos a la elección número 20 en 16 años de revolución y los niveles de participación electoral casi llegan al 80% como promedio. Dudo que haya un país en Europa que pueda presentar cifras, siquiera; cercanas a estas), es una democracia en la que el pueblo ejerce el poder cotidianamente, desde los temas locales hasta los grandes problemas nacionales. La Revolución Bolivariana garantiza la progresividad en los derechos humanos, incluidos los económicos, los políticos, los sociales y los culturales.

Esta realidad contrasta con lo que acontece en Europa. La clase obrera europea terminó el siglo XX perdiendo los derechos sociales que alcanzó con sus luchas de la primera mitad de ese siglo. El desmantelamiento del Estado de Bienestar que resultó de la Segunda Guerra Mundial, que era capitalista pero permitió crear un sistema de seguridad social y un nivel de salarios respetable, significó la victoria de la corriente más reaccionaria de la economía capitalista –la neoliberal- y la derrota económica y política de la clase obrera y el pueblo de los países de Europa. En términos políticos significó el establecimiento de gobiernos de derecha y ultraderecha en la mayoría de los países europeos y su alineación absolutamente dependiente a la política guerrerista de los EEUU. Así, la vieja y culta Europa devino en lo que es hoy: la vieja, antes culta y alcahueta Europa.

A nosotros los revolucionarios venezolanos –y estoy seguro que interpreto a todos los revolucionarios de nuestro continente- nos preocupa Europa. Nos preocupa la pérdida de derechos económicos y sociales, nos preocupan la pérdida del poder adquisitivo del salario, nos preocupa la rebaja de las pensiones y el aumento de la edad para tener derecho a ellas, nos preocupa la perdida de la seguridad social, nos preocupa el desempleo, nos preocupan los desalojos forzosos y violentos de las viviendas, nos preocupa la represión de la protesta legítima de los trabajadores y los oprimidos de Europa, nos preocupa la inexistencia de la libertad de expresión en países de Europa, nos preocupa el fascismo que crece en ese continente. Todo ello producido por la hegemonía del capitalismo neoliberal que ya comienza a presentar fisuras, como la victoria electoral de Syriza en Grecia y el avance de Podemos en España.

No es posible exportar la Revolución Bolivariana porque las revoluciones no se exportan, cada pueblo construye su propio camino para su emancipación, toda revolución verdadera es original aunque hay leyes generales que se cumplen en todas, pero cada revolución es hija de su historia, cultura, valores y condiciones histórico-concretas. No obstante, de cada revolución emanan ejemplos para los otros pueblos que luchan contra la explotación capitalista y la opresión imperialista y la Revolución Bolivariana no es una excepción. Es eso lo que verdaderamente preocupa a la burguesía imperialista en Europa y en todo el mundo.

Venezuela se respeta!!!

Caracas, 7 de junio de 2015   



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