América
Latina se debate hoy entre dos posibilidades: conquistar su segunda y
definitiva independencia, integrando en una amplia unidad a los países
que la conforman, o seguir indefinidamente bajo el cada vez más
terrible dominio del imperialismo mundial liderado por Estados Unidos.
Probablemente, en este sentido, los momentos por los que hoy atraviesa
esta región son tanto o más cruciales que los que en ella se vivieron a
todo lo largo del proceso independentista contra los dominios
coloniales de España y Portugal.
Los
países que están marcando la pauta en la lucha por la unidad e
integración latinoamericana son Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y
Nicaragua.
En
este marco, el ALBA, que inicialmente surgió como iniciativa de Cuba y
Venezuela y que ahora incluye a Bolivia, Dominica y Nicaragua, aparece
como el mecanismo por excelencia para alcanzar y consolidar la
integración de América Latina hasta llevarla a un nivel que haga
posible la realización de lo que Sandino llamó “Plan de realización del sueño supremo de Bolívar”.
Este complejo proceso de integración se inspira, no por casualidad, en
la lucha, sueños, aspiraciones e ideales de los grandes luchadores de
Nuestra América.
La referencia a los héroes: parte inseparable del quehacer a desplegar en aras de la integración latinoamericana
No
es vano sostener que los héroes del pasado lejano y cercano, Bolívar,
Martí, Sandino y el Che, entre otros muchos, claman por esa segunda y
definitiva independencia de nuestro continente a la que ya hicimos
referencia; por una que coloque a nuestros pueblos frente a la
conducción directa de sus destinos, sin ningún tipo de intromisión
foránea en sus asuntos internos. Consecuentemente, es hora de
liberación e integración, única manera de salvaguardar a Nuestra
América de los embates del imperio capitalista global y sus adeptos de
toda laya.
Simón Bolívar
(1783-1830), padre de la lucha independentista de Sudamérica, dejó
trazada la necesidad de un proyecto de federación latinoamericana que,
amén de servir para atajar los apetitos de expansión de Estados Unidos
–país que a su juicio preclaro parecía destinado “por la providencia para plagar la América de miseria a nombre de la Libertad ”-, sirviera de
pivote para impulsar el desarrollo socio-económico, político y cultural
de Nuestra América y, sobre todo, para establecer un sistema de
gobierno que produjera la “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.
Entre las reiteradas referencias a la unidad que hacía Bolívar, destacamos las siguientes: Una sola debe ser la patria de todos los americanos […]. / Yo deseo […] ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y su gloria. / Divididos,
seremos más débiles, menos respetados de los enemigos y neutrales. La
unión bajo un gobierno supremo, hará nuestra fuerza, y nos hará
formidables a todos. / La unión debe salvarnos, como nos destruirá la división si llega a introducirse entre nosotros.
Los
llamados de unidad e integración latinoamericana que hacía Bolívar se
entrelazan indisolublemente con otros pensamientos suyos que acusan su vocación al lado de los pueblos. Reflejaba así que su preocupación no era sólo por la existencia sino también por el modo de vivir (con sus propias palabras: La existencia es el primer bien; y el segundo es el modo de existir): ¡He proclamado la Libertad absoluta de los esclavos!/ En los gobiernos no hay otro partido que someterse a lo que quieren los más. / La espada de los libertadores no debe emplearse sino en resaltar los
derechos del pueblo. / Quisiera tener una fortuna material para dar a cada colombiano; pero no tengo nada. […]
José Martí Pérez (1853-1895), quien lideró la guerra de independencia del pueblo cubano respecto al dominio colonial
de España -hasta caer en combate, el 19 de mayo de 1895, en la batalla
de Dos Ríos-, dejó como legado a los pueblos del continente sus ideales
revolucionarios, su obra artística y práctica y su sueño: Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte
echar. Pero también supo cabalmente del imperio yanqui, del cual dijo: …dos
verdades útiles a nuestra América: el carácter crudo, desigual y
decadente de los Estados Unidos, y la existencia en ellos continua, de
todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se
culpa a los pueblos hispanoamericanos.
Fidel lo llamó, por eso, autor intelectual del asalto al cuartel
Moncada, registrado el 26 de julio de 1953, en Santiago de Cuba.
Martí,
insistió en las mismas ideas fundamentales de Bolívar. En el plano de
la unidad continental expresó pensamientos como estos: - Nuestra patria es una, empieza en el Río Grande, y va a parar en los montes fangosos de la Patagonia. / La América ha de promover todo lo que acerque a los pueblos, y de abominar todo lo que los aparte. […]/A
un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispensarnos,
dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan:
enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo,
hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan.
E igual que en Bolívar, en Martí el interés supremo es la realización de los intereses mayoritarios: La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie. /Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos. / En
los pueblos libres el derecho ha de ser claro. En los pueblos dueños de
sí mismos, el derecho ha de ser popular. /Política es eso: el arte de
ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta; de conciliar la
fiera egoísta con el ángel generoso; de favorecer y de armonizar para
el bien general, y con miras a la virtud, los intereses.
Augusto C. Sandino
(1895-1934), quien se enfrentó a la intervención militar yanqui contra
Nicaragua de 1927 a 1933, dejó planteada la necesidad de alcanzar, al
igual que Bolívar y Martí, la integración de Latinoamérica. Se propuso
defender con su lucha el decoro nacional y darle redención al oprimido;
fue así el primero entre los nicaragüenses en plantear un proyecto de
nación para todos, diametralmente opuesto al que defendían y defienden
los oligarcas liberales y conservadores, amantes del dominio externo.
Veamos ahora cómo expresó Sandino las ideas que antes expusieron Bolívar y Martí: La América Latina, unida se salvará; desunida, perecerá. /Mi
patria […] tiene por frontera la América española. […]/ Los yanquees
son los peores enemigos de nuestros pueblos, y cuando nos miran […] que
nos buscamos con sinceros impulsos de unificación, ellos remueven
hondamente nuestros asuntos pendientes […]/ ¿Acaso piensan los
gobernantes latinoamericanos que los yanquees sólo quieren y se
contentarían con la conquista de Nicaragua? […] / ¿Qué sería de México
si los yanquees lograran sus bastardos designios de colonizar Centro
América? […]/ […] por el momento el Brasil, Venezuela y el Perú no
tienen problemas de intervención […] pero si esos gobernantes tuvieran
más conciencia de su responsabilidad histórica no esperarían que la
conquista hiciera sus estragos en su propio suelo, y acudirían a la
defensa de un pueblo hermano […]
Ahora conozcamos algo sobre su vocación por los intereses
populares: […] Cuando
un gobierno no responde a las aspiraciones de sus connacionales, éstos,
que le dieron el poder, tienen el derecho de hacerse representar por
hombres viriles y con ideas de efectiva democracia […] / […]
Mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son alma y
nervio de la Raza […]/ […] No ambiciono nada, sólo deseo la redención
de la clase obrera. / Nicaragua no debe ser patrimonio de oligarcas y traidores, ni mucho menos debemos aceptar humillaciones de los expansionistas piratas de dollars […]
Procesos de cambio no son químicamente puros
Para
desenvolver la unidad latinoamericana y la de cada uno de nuestros
pueblos, debemos reparar en que jamás en parte alguna, las revoluciones
han sido puras; siempre las hacen hombres con intereses contradictorios
que, a veces, pueden tornarse incluso antagónicos. Y eso ocurre no sólo
entre las fuerzas que conducen los procesos revolucionarios, sino
también entre las masas mismas que actúan en ellos como fuerza motriz,
quienes, al igual que aquéllas, en mayor o menor grado, cargan en su
ser concepciones, comportamientos y prejuicios que provienen, de uno u otro modo, del sistema que está siendo negado. No en vano, José Martí afirmaba:
Un
pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos,
empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la
vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa
conceptos de la vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo
pasado, a las memorias de debilidad y de lisonja que las dominaciones
despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos.
En
el mismo sentido, Sandino hablaba contra aquéllos que deseaban que
Nicaragua, habiéndose librado de la intervención militar yanqui, se
volviera totalmente libre de inmediato: No hay derecho -decía- a exigirnos de un solo tajo la independencia de Nicaragua.
Explicaba que tras la aparente desaparición de la intervención armada
de Estados Unidos contra la misma, los ánimos de la población se habían
enfriado, porque aunque sufría la intervención política y económica, no la mira y lo peor, no la cree.
Procesos de integración deben ser necesariamente antisectarios
La advertencia de Sandino La América unida se salvará; desunida perecerá, misma
que hicieran antes Bolívar y Martí, forzosamente coloca las cosas en un
plano antisectario. No se puede aspirar que todos los luchadores por la
liberación de Nuestra América se definan partidarios del socialismo:
basta que se pronuncien por el rescate de los estados que buscan su
autodeterminación. En este sentido, no debe haber oposición a aquellos
sectores de las burguesías locales, si los hay, opuestos a sujetarse al
dominio externo; pero es aún menos conveniente rechazar a las fuerzas
políticas progresistas que, dentro o fuera del poder, abogan con
relativamente entendibles inconsecuencias de por medio, por guardar
distancia y hasta romper con las ataduras del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional.
Por
consiguiente, más allá de las diferencias que separan a las fuerzas que
luchan contra el dominio yanqui-europeo, es vital la forja de amplias
alianzas a escala local, latinoamericana y mundial que integren
económica, política y culturalmente a Latinoamérica y al tercer mundo
en general.
Luchar en primer término contra el dominio yanqui-europeo
Se
deben hacer esfuerzos tendientes a convencer a cada vez más amplios
sectores de la población latinoamericana de la naturaleza profundamente
peligrosa del dominio imperialista globalizado. Las amenazas de
bombardeo atómico contra lo que Bush, como exponente del imperio, llama
rincones oscuros del planeta debe ser permanentemente denunciada,
documentada, demostrada; igual se debe proceder con el genocidio masivo
que EEUU y sus aliados europeos practican en países como Iraq, Afganistán,
Líbano y Palestina. No se debe consentir que la muerte de miles de
miles de personas a causa del genocidio imperial se perciba con
indiferencia.
Combatir el despliegue mediático del imperio y sus lacayos
Otro
esfuerzo a desplegar consiste en demostrar que la lucha contra el
“terrorismo”, el “narcotráfico”, la “corrupción” y otros “males” radica
primordialmente en perversos eufemismos mediáticos que el enemigo
imperial utiliza para ocultar su naturaleza profundamente inhumana con
el fin de achacársela no sólo a los que luchan por una transformación
radical de la sociedad, sino también a aquellas fuerzas que, aunque
estén formalmente fuera de las “sospechas” del imperio, gobiernan sobre
países con abundancia de recursos naturales, como ocurre con las
naciones sudamericanas vinculadas de una u otra forma con la posesión
de la inmensa Amazonia.
En
la misma línea, se deben diseñar estrategias mediáticas conjuntas que
sirvan de manera efectiva para contrarrestar el veneno que los medios
de derecha vierten contra Latinoamérica y sus proyectos. Si el enemigo
y sus adeptos cierran filas en este y muchos otros campos, la izquierda
continental y local debe empeñarse en un esfuerzo colectivo que
conduzca a convencer a cada vez más personas de que en América Latina y
en todo el orbe, los medios de comunicación responden en su mayoría
aplastante a los intereses de los más acaudalados.
La
derecha utiliza hábilmente el engañoso sentido común para inocular su
veneno mediático en la mentalidad de amplios sectores de la población
latinoamericana. Se vale ampliamente de su acostumbrada naturaleza
“constataria”, para ocultar la verdad que no le conviene, limitándose a
mostrar la superficie -y no las causas cardinales- de muchos fenómenos
sociales negativos que, con frecuencia, derivan de la naturaleza
opresora del sistema capitalista que ella defiende.
Necesaria solidaridad con Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela
Como
la unidad latinoamericana está siendo impulsada por países de la región
envueltos en procesos revolucionarios -Bolivia, Cuba, Ecuador,
Nicaragua y Venezuela-, la defensa de estos procesos, debe constituirse
en tarea primordial para la izquierda y las fuerzas revolucionarias de
todo el planeta, pero particularmente de América Latina. En la misma
línea, se deben rechazar aquellos señalamientos de la derecha y de sus
aliados “izquierdistas” de entender esta solidaridad -que debe
expresarse en todos los campos, incluso en el de las armas si fuese
preciso- como “sudar calentura ajena”, tal como se pudo constatar a la
hora en que Daniel Ortega, ante la inminencia de una agresión contra
Venezuela, declaró sin ambages que un hecho semejante se tomaría como
una agresión contra Nicaragua. La consigna que lanzara Chávez de Patria Socialismo o muerte debe asumirse entonces como imperiosa en las actuales circunstancias de amenazas imperiales no sólo contra
Latinoamérica sino también contra el mundo entero.
sejoelnu532005@yahoo.es