“El niño del ring”

Emergió de la calle solitaria y dio el gran salto a la fama.

Nació ciego en la hora y el día equivocado. Le amamantó el seno de una sociedad que, desde hace tiempo le han venido cercenando una porción de sus valores más esenciales, era tan ciega como el mismo “niño del ring” y así pretendía llevarle de la mano, razón por la cual en cada tropiezo el destino les cantaba doble.

Se hizo hombre, se hizo de fama y en el pequeño mundo de su reciente paraíso se hizo de esposa e hijos, estos no padecían de ceguera alguna, no obstante, más que pedirle con vehemencia le imploraban al otrora “niño del ring”, que necesario era una dieta controlada en su voraz apetito de querer tragarse entera a la vida, sin apenas saborear un poco la esencia de la misma, pero “el joven del ring” que un día se abrió paso por entre las espesuras del callejón de la miseria, respondía afirmativamente de esta manera: “Lo siento no les puedo complacer, en mi larga y espinosa travesía pasé mucha hambre y sed, tengo prisa y sobre todo mucho temor de las sombras que me acechan y que al término de la media noche mi fantasía puedan desvanecer”.

No había marcha atrás: por el retrete se fue todo lo que pudo haber sido un hermoso tesoro.

Con su eterna venda en los ojos, “el niño del ring” pasó de largo en su loca y veloz carrera; tal vez fue en vida un buen hijo, un buen padre con o sin errores quien podría negarlo o quizá un valor potencial para las masas ávidas de un ídolo. Bendito sea Dios, quién pudiera imaginarlo.

Hay derrotas que marcan la pauta, esta fue nuestra peor derrota, de ella extraeremos el mejor provecho o acaso iremos como ciegos tras el tesoro perdido.


julio.cesar.carrillo@hotmail.com


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Julio César Carrillo


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