Cuando llegué a la mesa del cafetín en el Centro San Ignacio, Cinthya Machado Zuloaga conversaba de pie con tres tipos que sonreían. Me acerqué a la mesa y Cinthya me presentó a sus amigos. "Conoce a Enrique Vollmer, Jesse Alcok y John Vicente Salvatierra". Les di la mano a los tres y pude ver cómo uno de ellos -John Vicente Salvatierra- me veía con rabia y odio de clase.
Luego, los tres se despidieron. Al salir, John Vicente Salvatierra, dándoselas de gracioso, dijo: "Te dejamos en malas manos, Cinthya".
Cinthya venía del gimnasio. El mono Nike que tenía más que cubrir mostraba bien claro que allí, debajo, estaba uno de los cuerpos más deseados de la alta sociedad civil. El mesonero se acercó con la botellita de agua Evian y el café negro. Los dejó sobre la mesa y no aguantó: "Señorita, usted me va a matar de un infarto si vuelve a venir con ese mono; no me refiero al chavista este, me refiero al que tiene puesto".
Ella, tan linda, tan sudorosa, comenzó a decirme: "Estamos perdiendo fuerza en la oposición porque no somos sinceros, amigo. Nadie se atreve a decir que somos capitalistas. Que defendemos el capitalismo. Todos nos vamos por las ramas.
En cambio, tu Presidente insiste en hablar del socialismo para acá y socialismo para allá. Somos una especie de estafadores de la opinión pública, no hemos dicho que queremos el capitalismo porque nos permite explotar a la gente y quedarnos con la cosa esa que un tal Ludovico Silva llamaba plusvalía. (Esto me lo acaba de contar Enriquito Vollmer).
Tenemos que asumir, amigo. Y pararnos en la televisión, que para eso es nuestra, y decir: 'Somos capitalistas, carajo'. Y así comenzamos a entendernos. Aquí no hay tercera vía, amigo, ni siquiera la trocha esa de la que habló una señora que llaman Margarita no sé qué cosa. No, amigo, hay dos vías, la que dice tu Presidente y no se cansa de decirlo, socialismo, y la que defendemos nosotros y no lo decimos porque tenemos miedo: capitalismo.
Suena su Blackberry y contesta: "Hola, papi, sí, termino aquí con Roberto y voy saliendo. Salúdame a Henry, y no dejes entrar a Gabriel Puerta y a Andrés Velásquez; esos nos pueden traicionar como traicionaron a sus amigos".
Después me dice que tiene que irse porque en su casa hay una reunión de la Mesa de Henry Ramos Allup, y va a enterarse por fin a quién falta por comprar.
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