I
La clausura, en esta semana, del V Foro Internacional de Filosofía, dejó sembrada entre nosotros, de nuevo, la necesidad permanente del pensamiento crítico para entendernos en sociedad y ante la historia; para comprender las luchas actuales de los pueblos; para advertir las lecciones del pasado y para ubicarnos adecuadamente en nuestra actualidad fluida y llena de contradicciones.
La realidad histórica contemporánea amerita pensarla críticamente, si queremos asimilarla a cabalidad. Debemos estar atentos a sus maneras de manifestarse y, sobre todo, aguzar nuestra visión cuando, como acontece hoy, está cargada de amenazas y de peligros.
Si miramos a lo lejos, hay un conjunto de elementos que resultan altamente preocupantes: los ejercicios militares que surcoreanos y gringos realizan en las aguas del Mar Amarillo; las presiones sobre Irán por atreverse a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos; la movilización de las armadas yanqui e israelí cerca de las costas persas; la violencia que está a la orden del día en Irak y Afganistán por su condición de países ocupados militarmente por el imperio; el bloqueo criminal a Gaza por parte de Israel con el beneplácito de Washington.
Las relaciones mundiales se tensan y está ausente una voluntad política real para resolver las crisis. El Gobierno de Obama está demostrando ser, en las palabras y en los hechos, la segunda administración Bush: sigue la misma línea belicista y la misma estrategia de dominación imperial.
Pero si acercamos la mirada a nuestra región, nuestras preocupaciones aumentan alcanzando signos de alarma. Veamos: las declaraciones, al finalizar el mes pasado, de Arturo Valenzuela, secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Latinoamérica, en las que asegura que “la relación más difícil” para ellos es con Venezuela; las permanentes y falaces acusaciones de organismos de la administración Obama sobre nuestros supuestos nexos con el narcotráfico internacional; la presencia sorpresiva, y sin explicaciones convincentes, de miles de marines en Costa Rica con una importante flota incluida; los recientes sobrevuelos de aviones de Holanda sobre territorio nacional; la develación de los planes de desestabilización violenta tras la captura del terrorista salvadoreño Chávez Abarca; la detención de Alejandro Peña Esclusa, personaje de amplio prontuario golpista, con material explosivo en su poder; la pretensión del Senado chileno de inmiscuirse en el proceso electoral del 26 de septiembre, en franco y abominable irrespeto al Estado Nacional Bolivariano y sus instituciones; las irresponsables declaraciones de parte del Gobierno de Colombia que, de nuevo, insiste en relacionarnos con la guerrilla, lo que me obligó a anunciar una posible ruptura de relaciones si continúa la locura que se ha apoderado de la Casa de Nariño, siguiendo el guión imperial.
¡Vaya panorama! Seríamos ingenuos si a esta suma de agresiones no le damos una lectura en conjunto. Todo está relacionado y en perfecta conjunción. Pienso que estamos delante de una reactualización de la doctrina imperial estadounidense que se enfrenta a los nuevos proyectos de soberanía que se adelantan en Nuestra América. Tal doctrina recibe el suntuoso nombre de “Dominación de espectro completo”, y la cual, en palabras del investigador mexicano Carlos Fazio, “forma parte de un vasto y larvado proceso de control de poblaciones, que se combina con la ocupación, cuadriculación y ordenamiento integral de territorios, y una refuncionalización de espacios geoestratégicos altamente rentables desde la óptica del gran capital”.
Los países que hemos decidido labrar el porvenir con los pueblos como protagonistas de la historia, volvemos a estar en la mira. Y, por supuesto, Venezuela es el primero de la lista en la América del Sur.
De allí que, para nosotros, es absolutamente decisivo obtener una aplastante victoria en las elecciones legislativas del 26 de septiembre. Cuando el mismo miércoles 14 de julio asistí a la reunión de evaluación y chequeo de patrullas Bolívar 200, llamé la atención sobre la necesidad de blindar nuestra maquinaria roja de cara a una batalla que trasciende lo meramente electoral: ya se han conformado cerca del 70% de las patrullas, pero tenemos que apurar la marcha para llegar al 100% e iniciar el despliegue de nuestras fuerzas. Debemos trabajar muy duro, fusionando conciencia y organización, desechando —y esto va para con nuestros voceros y voceras— cualquier forma de triunfalismo.
Está en juego la vida de la Patria: no tenemos otra opción que vencer y vencer convincentemente.
Y no olvidemos que, hoy por hoy, nuestra Revolución encarna una viva esperanza para Nuestra América y para la humanidad entera. En un hermoso texto titulado Un mensaje para Venezuela, motivado por las elecciones del 26 de septiembre, dos grandes intelectuales revolucionarios, Atilio Borón y Fernando Buen Abad expresan, con lúcida convicción, este sentimiento nuestroamericano y universal: “Estas elecciones son un paso más y de todos. Estas elecciones hablarán de la alegría, franca, noble de Venezuela hoy… su condición esencial de alma revolucionaria que nos inspira e incentiva. Los votos ahora se preparan en los corazones como un frente que representa en todo el mundo a centenares de millones de hombres y mujeres que por doquier anhelan decir a cada venezolano cuánto importa que triunfe nuevamente, magníficamente, su Revolución en las urnas, en las fábricas recuperadas, en las tierras reapropiadas, en sus debates y en sus escuelas… Coro mundial de sueños venezolanos y de todos nosotros”.
Ahora bien, quiero cerrar este apartado volviendo al principio de este desarrollo reflexivo. Y lo hago inspirándome en el ejemplo de Fidel —¡cuán felices nos sentimos por su reaparición pública!— y uniéndome al espíritu y a la letra del llamado de alerta que nos viene haciendo, desde hace semanas, sobre la posibilidad cierta de una guerra atómica del imperio yanqui contra el dignísimo pueblo iraní: no vayamos a estar pendientes sólo de las elecciones y nos sorprenda un acontecimiento de grandes proporciones. Estamos ante una situación realmente preocupante y debemos tener capacidad de respuesta en cualquier terreno.
II
Este jueves, en cadena nacional, pudimos ver un espectáculo inaudito: cómo opera una banda de delincuentes cuando sienten la justicia cerca. Me refiero al autodesalojo que llevaron a cabo, cumpliendo órdenes superiores, los empleados de Econoinvest: una verdadera mafia dedicada a la estafa de la manera más descarada y cibernética.
Pensábamos que habíamos visto todo, en materia de delitos, tras la intervención de casas de bolsa, corretajes, y de ciertos bancos. Pero, en realidad y en verdad, el caso de Econoinvest es verdaderamente tan insólito que merece una reflexión.
A los ricos y a la clase media, que querían proteger sus ahorros en forma de bonos, esta mafia les dejó el pelero. Su voracidad era tal, que de seguro se preguntaron qué le podemos robar a los pobres.
Como la gente humilde vive económicamente casi al día y es poco lo que puede destinar al ahorro, estos sinvergüenzas subieron a los barrios, desde sus computadoras, a robarse las identidades y así tracalear con personas verdaderas y falsos documentos, tomando por incautos a quienes desconocían hasta la existencia de esta casa de hampones.
Todo lo fraguaron con una campaña publicitaria atractiva que los vendía como empresa seria y confiable, y con unas computadoras desde las cuales urdieron toda la trama de la estafa. Esto debe encender las alarmas de nuestros organismos de inteligencia porque se trata de la salud de la economía del país. Debemos ser rigurosamente autocríticos: no podemos seguir siendo burlados por esta clase de modalidades delicuenciales.
¡¡Esta es la verdadera podredumbre: El cáncer en metástasis del capitalismo!!
III
Soy cristiano, como el que más, y creo en el mensaje liberador de Cristo: en la buena nueva de la redención de los oprimidos, de los condenados de la Tierra.
Ahora bien, cuando esta semana he pedido a nuestra Cancillería la revisión del convenio suscrito entre Venezuela y el Estado Vaticano en 1964 —negociado, por cierto, en secreto—, ello obedece a una poderosa razón: la Iglesia Católica, a través de su alta jerarquía, pretende tener privilegios supraconstitucionales, como si fuera un poder supraestatal, y desconoce abiertamente el carácter laico del Estado venezolano.
Pero no sólo eso: nadie puede colocarse fuera de la Constitución y llamar a eludir el cumplimiento de las leyes, como se hizo en el infame Exhorto dado a conocer en días pasados. Recuérdese el artículo 59 de nuestra Carta Magna: bien debe saber la jerarquía católica las consecuencias que se desprenden del mismo y que no discriminan al momento de sancionar o castigar.
Mal que le pese a la alta jerarquía católica, la opción mayoritaria de nuestro pueblo es por la vía venezolana hacia el socialismo. Es nuestro socialismo, Bolivariano y del siglo XXI, por vía democrática participativa y de protagonismo popular. No copiamos modelos porque nuestro desafío es, robinsonianamente hablando, inventar uno nuevo, en función de las especificidades venezolanas.
IV
Qué emocionante, emocionante hasta las lágrimas, fue contemplar el proceso de exhumación de los restos mortales de nuestro Libertador el jueves 15 de julio. En aquellos huesos gloriosos podía sentirse su viva llamarada. La llamarada que somos nosotros, porque en nosotros: ¡Bolívar vive!
Y ahora, cuando nuestro pueblo ha visto con infinito respeto el descubrimiento de aquellos restos, una inmensa llamarada de amor y de pasión Patria ha comenzado a recorrer el alma nacional, el espíritu nacional, el cuerpo nacional.
¡Pobres de aquellos que no lo sientan!
¡Vivamos intensamente nosotros, los patriotas y las patriotas, esta Era Bolivariana!
Finalmente, hoy es el día de los niños y de las niñas.
Mucho más que dedicarle estas líneas para enviarles la bendición y mis palabras llenas de amor a todos y a todas mis pequeños y pequeñas compatriotas, a mis hijos, hijas, nietos y nietas, niños de mi sangre… Mucho más que eso, les dedico mi vida, dediquémosle a ellos y a ellas nuestra vida. Digamos con Martí: “Todo lo que hacemos es para los niños”
¡Que viva la Patria niña!
Hugo Chávez