La historia política venezolana nos puede dar cuenta de los sucesivos propósitos de las élites tradicionalmente pretendidas calificadas, para auspiciar y abortar el relevo cruento e incruento, de los caudillos militares y civiles, lideres emergentes y posibles rebeliones populares incontrolables.
La aparición de Hugo Chávez, de manera imprevista y sorpresiva, en la vida publica política, viene a corroborar -con sus particularidades- la tesis de la emergencia de la teoría de la coalición-concertación y transición en marcha, con el simple y único propósito de extrañar al sujeto político incontrolable, ya sea por la fuerza fáctica y/o por el terror político insuflado a través de los indistintos instrumentos materiales y simbólicos y medios al alcance. Lo que evidencia la presencia de Hugo Chávez hoy, su legitimación política confrontada y sin ninguna posibilidad para la negociación y concertación con el poder históricamente constituido, es que aquí no hubo oposición ni resistencia real al orden que se instaló a partir del llamado pacto de Punto Fijo el cual estuvo avalado por los poderes políticos, económicos, eclesiásticos y militares de entonces.
La principal y estratégica herramienta para conquistar nuevamente el poder político es cultural y cruenta; la desfiguración y muerte de la memoria es la bisagra engrasada para provocar descontento y desilusión que rompa cualquier lazo afectivo político y esencialmente simbólico, con el sujeto político líder. La otra herramienta, utilizar “la política” en el entendido de mercadotecnia, en oferta y demanda, la política como clientela. No hay sujetos políticos, lo que prima es el consumo como sentido de lo político. El desplazamiento ético-político está condenado y extrañado por el marketing y la maquinaria de la industria cultural mimetizada en el imaginario colectivo como potencia hegemónica y de poder. Todas las experiencias e intentos contra hegemónicos que se han suscitado en el continente latinoamericano y caribeño, sobreviven y sobrevivieron en una suerte de estado súbito, la diferencia, como lo demuestra la memoria por ahora, ha sido Cuba.
La realidad política antológica y paradigmática, hasta ahora, ha sido así. Ahora bien, reo que merece una atención el caso de Brasil-Lula-y la burguesía brasileña. La crisis que genera el capitalismo al interior de los Estados Unidos, una economía insolvente, en mora, permite al Brasil y sus élites políticas y económicas intentar disputar la hegemonía en el continente y más allá..El protagonismo político de Lula y su distanciamiento con los Estados Unidos con respecto a Irán, su estrategia de interlocutor válido en el escenario geopolítico internacional, incomoda. La respuesta de los Estados Unidos no es otra que enviar un mensaje arrogante militarista que también acompaña intereses económicos. Así como la política es la guerra por otros medios, la hegemonía militar-industrial es el instrumento para la hegemonía económica y política. De manera que, convivir con el “enemigo” termina siendo el mejor negocio para el poder hegemónico constituido..En un escenario como el aquí señalado, hay que estar preparado para la lucha y desterrar las ilusiones...
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