El gran salto ineludible e imperativo que permite avanzar hacia la constitución de un modelo económico que procure las iniciativas individuales y comunitarias para superar el capitalismo de Estado y el neoliberalismo económico, es lo que está en juego en la actual coyuntura política venezolana. Ese gran salto se sostiene bajo el principio ético de una política de Estado que garantice la soberanía nacional y la autodeterminación del pueblo y la nación. La premisa que acompaña lo que está en juego hoy lo vemos en la importancia que representa Venezuela para las grandes potencias del mundo tanto las emergentes como las decadentes, con respecto a los recursos naturales que posee, convirtiéndola de ese modo en una de las más preciadas piezas del ajedrez estratégico global. Esa es la tensión de fondo del 26 de septiembre. La radiografía de la nación, su arquitectura, desde aproximadamente del 1830 hasta el 2002, registra un balance que pone en evidencia el debilitamiento del Estado en contraste con la opinión de los llamados "analistas" socialdemócratas populistas y neoliberales, que han sostenido la fortaleza del mismo y en consecuencia, el responsable de los males que arrastramos. La verdadera realidad -la otra historia solapada- es que desde la colonia hasta la historia republicana contemporánea la constitución de representaciones seculares (militares y civiles) y religiosas cómplices, negociaron, apropiaron y explotaron nuestros recursos naturales patrimoniales y humanos colocándolos al servicio de intereses foráneos, con la complicidad de los subalternos criollos.
El implante de la "democracia representativa” fue un parto forzoso producto de la ambición del canario-criollo Rómulo Betancourt -entre otros- y su "tocayo" ilustrado, deseosos de ocupar un lugar representativo en la historia maltrecha venezolana. Ambas ambiciones les aportaron tanto en lo político como lo simbólico la trascendencia que aún les acompaña gracias a la ignorancia y a la estupidez ilustrada. La irresponsabilidad histórica y política primó con la astucia, la picardía y el talento intelectual. De eso por cierto, poco se habla, discute y se debate. Hasta la misma "izquierda" retórica que acompaña el actual proceso, pasa la página. El comandante, después del 26 de septiembre, debería revisar la actual política cultural que pareciera ser un nuevo "acto cultural" en tanto simple espectáculo y ausencia de una verdadera producción de sentido que anime la reflexión, la participación creadora, sin miedo a la crítica y produzca la historia cultural necesaria para la transformación y la emancipación.
El reto del PSUV y todas las voluntades que lo acompañan, es reinventar la revolución en tanto revolución permanente en lo material y simbólico. Desprenderse de esa camisa de fuerza fetichista del burócrata oficial y comisario político, llámese... "ruben"... "bestalia"... "pancho"... "etc."…, que acosa, persigue, abusa del poder y cabildea a los trabajadores y a los movimientos sociales organizados comunales que son la verdadera garantía hacia la construcción y emancipación en una nueva sociedad, el socialismo democrático. Las tres R, deben materializarse más acá o allá de la propia legitimación política electoral. El reimpulso con el que tenemos que acompañar al Comandante, es hacia el tránsito de la nueva sociedad sustentable, en el reconocimiento de la capacidad del sujeto y según el trabajo del mismo: eso es el socialismo democrático. El pueblo emprendedor es el sujeto para la transformación...
José Martí nos dejó el ejemplo… "Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno".
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