El mismo Chávez ha dicho más de una vez que no le gusta la pinta del burguesito Lorenzo Mendoza y que en cualquier momento puede tomar medidas para borrarle la sonrisa.
Más recientemente el ministro de Alimentación, Carlos Osorio, aseguró que “las Empresas Polar y Cargill deben estar en manos del Estado".
Dicho en otras palabras, la Polar parece ser un objetivo revolucionario. Cuándo y por qué ocurrió tal fenómeno es algo que no pude apreciar; quizás fue alguna cosa que alguien dijo o tal vez una circunstancia que pasó desapercibida, pero que definitivamente colmó la paciencia del alto gobierno.
En todo caso la guerra está declarada y por los vientos que soplan lo que viene es plomo del grueso contra la mencionada empresa y sus negocios conexos.
Por mi parte, como tengo la morbosidad profesional de ciertos comunicadores, me he fijado que los publicistas y asesores de imagen de la conocida empresa llevan meses puliendo la imagen del grupo para hacerlo lucir como la más criolla de las organizaciones privadas, con arraigo en diferentes regiones del país y dotada de un personal de empleados y obreros con una envidiable mística de trabajo.
La Polar no es Marcel Granier con los bigotes entorchados y un aire de señorón decimonónico que cae mal en cualquier parte. Tampoco es RCTV, que destilaba odio contra el gobierno.
Ignoro si la intención de expropiar a la Polar es seria o si se trata de meterle miedo a todos los empresarios (cosa que se está logrando). Lo que advierto es que se comete un inmenso error al anunciar con bombos y platillos dicho propósito, pues guerra avisada no mata soldado. Por otra parte supongo que la Polar no tirará la toalla sin dar una épica batalla de carácter legal, político y publicitario.
Mi pregunta es si Chávez y el gobierno creen que pueden liquidar a dicha empresa en plena campaña electoral y, de ñapa, ganar la reelección.