No es casual que, a propósito de la emergencia ocasionada por las lluvias, la oposición vuelva a hablar de una supuesta "estrategia populista"
de Chávez. El hombre, literalmente, no ha parado: ha retomado la calle
con una energía que no se le veía en mucho tiempo. Su despliegue ha ido
más allá de cualquier fórmula clásica de marketing político: no es un
político cualquiera visitando una zona afectada, embarrándose hasta las
rodillas, posando para las cámaras. Es un Chávez que toma un megáfono y
dirige una asamblea popular cerro arriba; uno que ha vuelto a prescindir
de toda mediación y entra en contacto directo con el pueblo; uno que
promueve la interpelación popular, que escucha demandas, orienta,
dialoga, que intenta poner en práctica el poder obediencial, que
interpela directamente al aparato de Estado, abriendo las puertas de
Miraflores y de los cuarteles para que sean utilizados como refugios;
uno que ocupa territorios acompañado por el pueblo; uno que instiga de
manera permanente el control popular sobre la gestión de gobierno, que
llama al pueblo a organizarse y reclamar; uno
que exige a los medios públicos que se abran a las críticas, que se
hagan eco de las denuncias populares, que combatan la corrupción, el
clientelismo y el tráfico de influencias.
No es un Chávez
desconocido. Es más bien Chávez volviendo a ser Chávez. Frente a este
Chávez "repolitizado", líder político antes que jefe de gobierno, la
táctica discursiva que la oposición viene empleando desde 2007,
concentrada en la crítica de la gestión gubernamental, va perdiendo
eficacia. La apelación al recurso retórico de una supuesta "estrategia
populista" del hombre, es un signo inequívoco de la actual deriva
discursiva opositora. No han sido capaces de asimilar el momento.
Reaccionan haciendo uso de su viejo arsenal retórico, defensivamente,
aguantando el vendaval, sin iniciativa. La interpelación popular, que el
mismo Chávez promueve, es motivo de risa burlesca para los medios antichavistas. "Se los digo de frente": son bufones que no han comprendido nada. Tal vez es risa nerviosa porque comienzan a comprender.
La
táctica opositora de desgaste sólo es eficaz en la medida en que: 1) el
chavismo oficial es refractario a la crítica popular de la gestión de
gobierno; y 2) el discurso sobre el socialismo es percibido por la base
social del chavismo como algo abstracto. De allí que la táctica
opositora de desgaste consista en: 1) crítica de la gestión: algo falta,
o el gobierno es ineficiente, lo hace siempre mal; y 2) denunciar que
el discurso del socialismo no guarda ninguna relación con las
necesidades más sentidas del pueblo. Es decir, algo falta (gestión) y
algo sobra (ideología).
¿A qué obedece el discurso sobre la
"estrategia populista" de Chávez, cuál es su lógica de funcionamiento?
Para la oposición, ahora lo que "sobra" es gestión. El "populismo" es
"exceso" de gestión. Según este discurso, el problema ahora es que
Chávez está ofreciendo más de lo que su gobierno ineficiente puede
resolver; está creando ilusiones y expectativas ilimitadas; está
prometiendo más viviendas de las que puede construir, etc. Lo que
"sobra" y preocupa es la gestión que comienza a repolitizarse.
Por supuesto, la oposición seguirá insistiendo en su táctica de desgaste,
identificando puntos débiles de la gestión gubernamental. En cada caso,
lo que habrá que hacer es asimilar la que quizá sea la principal
lección política de la coyuntura creada por las lluvias, y actuar en
consecuencia: la gestión de gobierno, en todas las áreas, debe estar
acompañada siempre del pueblo/sujeto, no del pueblo/objeto de la
asistencia del Estado paternalista. Pueblo/sujeto de esa "rebelión
popular" de la que hablara Chávez el martes por la noche, desde Fuerte
Tiuna. No nos corresponde la defensa acrítica del Estado burgués
anquilosado, corrompido e ineficiente, sino echar las bases de una nueva
institucionalidad democrática. Y eso sólo es posible con participación
popular.
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