Paralizaron el país durante más de veinte años y ahora les aterra que se esté poniendo en marcha. Paralizaron la producción económica interna, la actividad agropecuaria e industrial y en cambio propiciaron la importación y el contrabando.
Por eso sueñan con parar a Venezuela. Sienten nostalgia por las obras inconclusas, de las instituciones educativas y de salud deterioradas, de las calles y carreteras en la peor condición.
La recuperación económica de los venezolanos es para ellos como la cruz para el diablo, pues saben que marca su despedida definitiva del poder y la consolidación del proceso de cambio con el surgimiento de nuevos actores, especialmente con el protagonismo del pueblo organizado.
A esto se debe su desesperación. Reducidos a su enclave de Altamira, se sienten rodeados y con la angustia de que el tiempo también es su enemigo. Con el cansancio de sus seguidores quienes motivados por las campañas mediáticas ya son víctimas de lo que podemos llamar el síndrome del palo encebado. Aquel palo de unos seis metros, cubierto de grasa y con un premio en el tope, que se colocaba en una plaza y por el que trepaban una y otra vez los jóvenes del lugar.
Virtual y repetidamente, con marchas, paros y golpes, los medios han hecho creer en cada intento que están llegando a la cima, que un empujoncito más y el premio (la salida de Chávez) está al alcance de la mano. Pero justo ahí, pues virtualmente sólo pueden llegar hasta ahí, el sueño se desvanece y la cruel realidad provoca el desplome, palo abajo, con el respectivo carajazo en las asentaderas. Y otra vez... y otra....y otra. También la necedad es libre.
Por el estado Trujillo
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