Hace una semana escribía
sobre la deriva discursiva opositora, signo claro de que el
antichavismo había sido incapaz de asimilar al Chávez "repolitizado" que
se había lanzado a la calle dispuesto a ser interpelado por el pueblo,
el Chávez "cable" entre el pueblo y el Estado, para latiguear al Estado,
para interpelarlo. Frente a este Chávez, y a una velocidad
impresionante, la táctica de desgaste opositora, concentrada en la
crítica de la gestión de gobierno, fue perdiendo eficacia. El
látigo-Chávez volvía a ubicarse en el único lugar desde el cual es
concebible una revolución: por "fuera" del Estado, no sólo reclamando y
recuperando el legítimo derecho a cuestionar radicalmente al Estado
burgués esclerosado y corrompido, sino reivindicando esta crítica como
una obligación. En medio del aguacero, el hombre había logrado encender
la chispa, que fue convirtiéndose en incendio, pueblo allamarado,
mientras los otrora poderosos cañones opositores disparaban cual
pistolitas de agua: ¡Populista! ¡Populista!
Al grito de
¡Populista!, cual ejército que se retira de manera desordenada,
prometiendo que volvería, la oposición buscaba un terreno más cómodo
para reordenar su estrategia. Hacia finales de la semana pasada era
evidente su esfuerzo denodado por desplazar la lucha política de la
calle, donde el látigo-Chávez volvía a lucir sin rivales, al terreno de
lo legal: a la denuncia de las leyes que terminarían por instaurar, vía
decreto, y por enésima vez, la más oscura de las dictaduras.
Entiéndase:
no se trata de subestimar la importancia de la discusión pública en
torno a las leyes en discusión en la Asamblea Nacional, como ha quedado
en evidencia a propósito del proyecto de reforma de la Ley Resorte, cuyo articulado sufrió significativas modificaciones a partir de la movilización que se produjo en el campo bolivariano.
Se
trata de no perder de vista que la política revolucionaria se hace es
en la calle, junto al pueblo. Insisto: la principal lección política de
las últimas dos semanas es que la
gestión de gobierno, en todas las áreas, debe estar acompañada siempre
del pueblo/sujeto, no del pueblo/objeto de la asistencia del Estado
paternalista. Lo mismo cabe, por supuesto, para la Asamblea Nacional: que el "pueblo legislador" no se convierta en una consigna vacía.
Pueblo/sujeto
de la gestión de gobierno, repolitización de la gestión, equivale a
crear las condiciones para el autogobierno popular. Repolitizar la
gestión no significa hacer más eficiente al Estado burgués, sino
fortalecer el poder popular. De hecho, el problema consiste precisamente
en la brutal eficacia del Estado burgués: sabotea y obstaculiza, de
manera permanente, el proceso de empoderamiento popular.
Consideraciones que son oportunas a propósito del anuncio que ha hecho Chávez, el lunes pasado, de convocar a una Ley Habilitante.
El movimiento que tímidamente ensayaba la oposición, intentando
desplazar la lucha política de la calle a lo legal, ahora adquiere mayor
fuerza. Lo oposición sueña con un Chávez enmarañado en un sin fin de
leyes, alejado de nuevo de la calle, "gestionalizado".
Un
alentador signo de que la circunstancia de la Habilitante no significará
un repliegue de la calle, sería la reconsideración de una medida como
el aumento del IVA. Ahora más que nunca vale la conseja de que la
economía es un asunto demasiado serio como para dejárselo a los
economistas. Dicho de otra forma, éste no es momento ni lugar para los
técnicos y expertos económicos, sino para la crítica de la economía
política. Que el costo de la reconstrucción de lo que han arrasado tanto
las lluvias como el capitalismo vernáculo, lo paguen los que más
tienen, no el pueblo venezolano.
reinaldo.iturriza@gmail.com