Esta vez se pasó.
Como la deprimida oposición al presidente Chávez no sale del marasmo de la descomunal derrota sufrida en el año 2004, el corazoncito de Monseñor André Dupuy, Nuncio Apostólico de Su Santidad Juan Pablo II, se apenó.
Mandando largo al carajo los arreos y las quincallas diplomáticas a las que está obligado por ser el representante en la República Bolivariana de Venezuela del Estado del Vaticano, aprovechó su participación en la reciente reunión de la Conferencia Episcopal Venezolana para colocar a la Iglesia Católica, como institución, al servicio de la oposición al presidente Chávez.
Una vez más, ya lo hizo antes en unas declaraciones dadas al diario “El Nacional” el 19-10-2003, el representante diplomático de la Santa Sede comete dos graves agresiones contra la ciudadanía venezolana.
La primera, y más grave, es contra la soberanía nacional pues el Nuncio se olvida a cada rato de que en su condición de representante diplomático de un Estado extranjero está obligado a regirse por el principio de la no ingerencia en los asuntos internos.
Entre otras perlas, en sus intervención ante la CEV, el Nuncio se refiere a las manifestaciones de la oposición contra el presidente Chávez como si ese fuese el sentimiento de todo el pueblo venezolano, como si las manifestaciones que el 12, 13 y 14 de abril de 2002 derrotaron el Golpe de Estado contra el presidente Chávez y lo restituyeron en el poder las hubiesen llevado a cabo unos fantasmas. Pero en todo caso, en su calidad de diplomático, que los venezolanos marchen en uno u otro sentido no es asunto de su incumbencia, y su nada inocente accionar hace aparecer al Estado del Vaticano como el instigador de acciones políticas contra el gobierno constitucional del presidente Chávez, lo cual es una intromisión que el pueblo venezolano no debe dejar pasar.
La segunda es menos grave pero más hiriente. Es menos grave porque no es contra todo el pueblo venezolano sino solamente contra el sector cristiano-católico de la población, pero es más hiriente en la medida en que se trata de la miserable intención de colocar a la fé católica del pueblo venezolano como instrumento de la controversia política nacional. Ya en su carácter de sacerdote, Monseñor Dupuy es un rolitronco de tramposo, que pretende hacer creer que en Venezuela todas y todos las cristianas y cristianos católicas y católicos le rezamos a Monseñor Escrivá de Balaguer y que nadie le reza a Monseñor Oscar Arnulfo Romero y los Mártires Jesuitas de El Salvador.
Por obra y gracia de Monseñor André Dupuy, las cristianas católicas y los cristianos católicos que participamos de distintos modos y formas en el impulso del proceso revolucionario bolivariano somos expulsados de la Iglesia Católica. El la privatiza y la coloca como vehículo para la recuperación de la oposición venezolana al Gobierno Constitucional del Presidente Chávez.
Propongo que esto no se quede así. Propongo que le demos un parado a Monseñor Dupuy, y le hagamos, como pueblo, un llamado de respeto a la Santa Sede.
Este próximo domingo 16 de enero de 2005 se cumplen veinticinco años de la Toma de la Catedral de Caracas que el 16 de enero de 1980 llevaron a cabo 189 trabajadores textiles organizados en el sindicato Unión de Trabajadores de la Industria Textil (UTIT), que habían sido despedidos de la empresa Telares de Palo Grande, para protestar por la conducta cómplice del gobierno del entonces Presidente Luis Herrera Campins, en el que fue su proceso de despido.
Ninguna forma mejor de conmemorar esa experiencia de lucha del pueblo venezolano que asistiendo masivamente este domingo 16 de enero de 2005 a la Iglesia Catedral de Caracas para, tras la Misa del mediodía, protestar por la ingerencia del Embajador del Papa en los asuntos internos de los venezolanos y por la infame pretensión de utilizar la Fé católica del pueblo venezolano como herramienta política de la oposición al Gobierno del Presidente Chávez.
Hace veinticinco años decíamos que estábamos en la Catedral para que nuestra voz fuese escuchada. Este domingo 16 de enero de 2005, queremos ser escuchados por el Estado del Vaticano. Queremos exigirle al Papa Juan Pablo II que se lleve a este agresor de los derechos constitucionales de los venezolanos y las venezolanas, y envíe a un diplomático profesional.
Caracas, 12 de enero 2005
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