Adecos y barraganas

Lo curioso del caso es que al Presidente Hugo Chávez lo tildan de ordinario, vulgar, maleducado y de faltar a la etiqueta por carecer de
refinamiento.

En lo personal hace tiempo quedé desacreditado en Margarita cuando la CSJ falló a mi favor y, en venganza, los pupilos de Morel Rodríguez me crearon fama de malandro. En reciprocidad puedo hablar de los adecos insulares con conocimiento de causa, pues no solo roban, sino se
desviven por alcahuetear a una concubina.

Este artículo pretende poner en claro la tradición más sagrada de los ex presidentes adecos, cuya debilidad por las barraganas es un secreto
a voces que debe ser elevado a la condición de axioma. Esto implica que el que no tenga una querida debe ser vigilado, no vaya a pasarse
al otro lado sin cambiar de partido.

En cuanto a Chávez, hace tiempo deseo manifestarle que una cosa es ser buen padre, hombre hogareño y de afectos familiares y otra muy
distinta hacer voto de castidad. Bueno cilantro, pero no tanto. No se trata de moral sino razones prácticas de orden militar. Para decirlo
con una frase del general Patton (que era fascista pero cuatriboliado) “Un soldado que no copula tampoco sirve para pelear.”

Por lo demás, no siga pidiendo que no tomen cerveza o whisky, pues usted no dirige un monasterio.

En cuanto a los ex presidentes adecos, concretamente CAP y Lusinchi, no se deben confundir los roles, pues, lejos de ser sexualmente
promiscuos, fueron en exceso monógamos, con el detalle que se casaron con las damas equivocadas.

Si bien a CAP le atribuyeron variadas conquistas, hubo mucha publicidad. Lo que se sabe es que la que cobró completo fue Cecilia
Matos, desde el Sierra Nevada hasta el petróleo subsidiado a Santo Domingo. Por lo demás el “modus vivendi” con Blanca Rodríguez demostró que las adecas del CEN son unas oportunistas que todo lo apañan. Por cierto, muy distinta fue la digna conducta de la Dra. Gladys Castillo, a quien dejaron sola.

En cuanto a Jaime Lusinchi, no solo se pasó de “monocuco” sino que Blanca Ibáñez lo convirtió en un pelele que, cuando ella lo regañaba,
se encerraba en una habitación y se metía unas peas lloronas hasta que la tercia volvía a hablarle, todo ello con la mediación del Consejo de
Ministros y quien sabe si hasta la Conferencia Episcopal.

Ya que estamos en esto convendría discutir si vamos a conservar la ridiculez de la “Primera Dama”, como un cargo semi oficial para las
esposas de los jerarcas. Lo que está comprobado es que los presidentes adecos, en el supuesto negado que vuelvan a mandar, no se ocupan de la primera, sino se babean por la última.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernandez


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