Sin embargo, abandonemos a su propia suerte a los payasos e intrigantes. No estamos pensando en ellos sino en los obreros con conciencia de clase del mundo entero. Sin sucumbir a las ilusiones y sin temer a las calumnias, los obreros avanzados apoyarán completamente al pueblo mejicano en su lucha contra los imperialistas. La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista. Por supuesto, Marx no consideró que Abraham Lincoln fuese un comunista; esto, sin embargo, no le impidió a Marx tener la más profunda simpatía por la lucha que Lincoln dirigió. La Primera Internacional le envió al presidente de la Guerra Civil un mensaje de felicitación, y Lincoln, en su respuesta, agradeció inmensamente este apoyo moral.
El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del gobierno mejicano. Los revolucionarios no tienen ninguna necesidad de cambiar de color y de rendir pleitesía a la manera de la escuela de cortesanos de la GPU, quienes, en un momento de peligro, venden y traicionan al más débil. Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus mercenarios fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mejicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos”.
(León Trotsky. México y el imperialismo británico. Socialist Appeal. 25 de junio de 1938)
En Venezuela se están sucediendo acontecimientos dramáticos. La nacionalización de Venepal mediante el decreto número 3.438 marca un giro nuevo y profundo en la situación. Es un golpe contra la corrupta y corrompida oligarquía venezolana y los ladrones imperialistas que se ocultan tras ella. Será bienvenida por los trabajadores de todos los países, de la misma forma que Trotsky dio la bienvenida a la nacionalización de la industria petrolera mexicana por parte del presidente Lázaro Cárdenas en 1938.
Aunque en sí misma no significa todavía un cambio cualitativo de la naturaleza de clase de la revolución venezolana, esta audaz medida ciertamente significa un paso en la dirección correcta. Indica que la clase obrera está interviniendo en la revolución con una determinación creciente, presionando por sus intereses de clase independientes, exigiendo una ruptura con el capitalismo y empujando hacia delante a la revolución. Esto, y sólo esto, puede garantizar la victoria final y decisiva.
La revolución venezolana comenzó como una revolución democrática nacional que no ha ido más allá de los límites del capitalismo y la propiedad privada. A pesar de este hecho, inmediatamente despertó el odio y la implacable oposición de la oligarquía venezolana y sus maestros de Washington, y también de la burguesía y los reaccionarios de América Latina y el resto del mundo.
Desde el mismo principio, la tendencia marxista internacional representada por Marxist.com ha defendido consistentemente la revolución venezolana contra sus enemigos. El deber de todos los trabajadores y personas progresistas en todas partes es defender la Revolución Bolivariana frente a las conspiraciones del imperialismo y la oligarquía. Al mismo tiempo, los marxistas defienden su propia política, programa e ideas. Nos basamos firmemente en el proletariado y, dentro del proceso general de la revolución democrático nacional, defendemos sus reivindicaciones de clase independientes. Nuestra consigna es la de Lenin: “¡Marchar separados y golpear juntos!”
El presidente Hugo Chávez, como Lázaro Cárdenas, ha demostrado ser un valiente defensor de los pobres y oprimidos, un luchador sin miedo contra el imperialismo. Hasta ahora no ha planteado la cuestión del socialismo. Pero desafiando audazmente los privilegios de la clase dominante y resistiendo las presiones del imperialismo, inevitablemente entrará en colisión con las fuerzas de la vieja sociedad. Esto tiene una lógica y dinámica propias.
La lógica de la revolución tiende a exacerbar, por un lado, las contradicciones entre los terratenientes y capitalistas venezolanos, apoyados por el imperialismo, y por otro lado, los trabajadores y campesinos pobres venezolanos, apoyados por las masas de América Latina y el movimiento obrero mundial. No ver esto sería una estupidez imperdonable. No ver que la lucha debe lucharse hasta el final y que sólo puede llevar a la victoria decisiva de una clase sobre otra sería una ceguera reformista.
El destino de la revolución venezolana se decidirá por la lucha de clases. El resultado final todavía no es seguro. Pero lo que sí es totalmente seguro es que la única fuerza que ha salvado a la revolución una y otra vez de la derrota son las masas: los trabajadores y los campesinos pobres, que han demostrado repetidamente su inquebrantable lealtad hacia la Revolución Bolivariana, su disposición a luchar y hacer los mayores sacrificios para defenderla de sus enemigos. Esta es la base real de la revolución, su verdadera fuerza, su única esperanza.
Los reformistas, con sus confusas mentes, intentan enturbiar las diferencias entre las distintas clases en la revolución. Hablan de la “población” como un bloque homogéneo, cuando en realidad se trata de una abstracción vacía que oculta una profunda diferencia de intereses. ¿Qué tiene en común un trabajador venezolano con los capitalistas? ¿Qué tiene en común un pequeño campesino con un terrateniente? ¿Qué tienen en común los pequeños comerciantes venezolanos con los banqueros y prestamistas?
En cada giro decisivo de la revolución ha quedado de manifiesto el papel de las distintas clases. Los banqueros, terratenientes y capitalistas se han resistido a la revolución, la han saboteado e intentado derrotarla. ¿Quién ha salvado la revolución en cada etapa? Fueron las masas, y en primer lugar la clase obrera, las que salvaron a la revolución del golpe de estado de abril de 2002, fueron los trabajadores las que la salvaron cuando el cierre patronal, diseñado para paralizar la economía y ponerla de rodillas. Finalmente, fueron las masas las que magníficamente se unieron para defender la revolución en el referéndum de agosto que asestó un golpe contundente a la contrarrevolución.
La amenaza de la contrarrevolución
Todos estos acontecimientos fueron grandes victorias que demostraron el colosal poder de las masas una vez éstas se movilizan para luchar por un mundo mejor. Nosotros celebramos estas victorias, pero al mismo tiempo avisamos que la guerra no había terminado, que los enemigos de la revolución no habían sido derrotados decisivamente, que se reagruparían y organizarían nuevas contraofensivas, una detrás de la otra.
Los acontecimientos de las últimas semanas han demostrado que teníamos razón. Aquellos que imaginaban que el resultado del referéndum silenciaría a los enemigos de la revolución han demostrado estar equivocados. Los imperialistas no tienen el más mínimo interés en las reglas de la democracia formal. Ven la revolución venezolana como una seria amenaza para sus intereses más vitales y no se detendrán hasta que hayan acabado con ella. Condoleeza Rice tan pronto como se instaló en su nuevo cargo atacó a Venezuela. Eso demuestra que Washington sigue siendo intransigentemente hostil a Chávez y a la Revolución Bolivariana. ¡Ni las palabras educadas ni los gestos diplomáticos apaciguarán a los imperialistas estadounidenses!
George W. Bush y sus aliados dentro de Venezuela no pararán hasta acabar con Hugo Chávez y liquidar la revolución venezolana. Los únicos aliados reales de la revolución venezolana son las masas de trabajadores y campesinos pobres de América Latina y el movimiento obrero mundial. El secuestro de un guerrillero colombiano por parte de agentes colombianos en colaboración con elementos de las fuerzas armadas venezolanas muestra lo que era evidente para todos excepto para el más ciego de los ciegos: que el imperialismo estadounidense y sus títeres en Bogotá no han abandonado sus intrigas contra la revolución venezolana.
Los contrarrevolucionarios siguen activos. Están ideando nuevas conspiraciones. El secuestro en Caracas demostró que Washington todavía está utilizando a sus títeres de Bogotá para atacar y socavar la revolución venezolana. Sus agentes armados operan con impunidad en suelo venezolano. El hecho de que fueran ayudados por elementos dentro de las fuerzas armadas venezolanas indica que todavía existen elementos contrarrevolucionarios dentro del Estado y que están conspirando con los enemigos de la revolución, tanto los que están en casa como en el extranjero.
El poder del imperialismo estadounidense es muy grande pero tiene límites definidos. Washington no puede permitirse el lujo de intervenir militarmente en Venezuela en un momento en que está empantanado en Irak en un conflicto que no pueden ganar. Pero pueden intervenir indirectamente, utilizando a Colombia y la OEA. Después del escándalo del secuestro, Perú, México y Brasil se han dado prisa en ofrecer sus servicios para “mediar”, es decir, sentar a Venezuela en el banquillo de los acusados porque supuestamente alberga en su territorio a guerrilleros extranjeros, mientras desvían la atención de las actividades criminales del gobierno y las fuerzas armadas colombianas y de sus pagadores en Washington.
Contra el poder del imperialismo y la oligarquía la Revolución Bolivariana tiene sus propias y poderosas reservas de apoyo: el poder de las masas luchando por sus derechos, los trabajadores, los campesinos, la juventud revolucionaria y la intelectualidad progresista. Los imperialistas norteamericanos tienen el apoyo de sus mercenarios a sueldo en Colombia y sus despiadados chacales en la OEA. Pero la Revolución Bolivariana tiene puntos de apoyo infinitamente más grandes, las masas oprimidas de toda América Latina y la clase obrera de todo el mundo.
De la misma manera que Simón Bolívar comprendió la necesidad de llevar la llama de la revolución al conjunto de América Latina, los herederos modernos de Bolívar tienen la misma misión. Pueden triunfar donde él fracasó, con una condición, que no se dejen hipnotizar por el respeto servil a la propiedad privada, la legalidad burguesa y el Estado nacional.
¡La claridad es necesaria!
Los genuinos marxistas (frente a los parlanchines sectarios) han apoyado enérgicamente la revolución venezolana. Pero apoyar al gobierno Chávez frente al imperialismo y la oligarquía contrarrevolucionaria no necesariamente significa una aceptación acrítica de todo lo que se hace en Caracas. Como toda revolución exitosa, la Revolución Bolivariana ha atraído un gran número de “amigos” y admiradores, algunos de los cuales ayer eran sus más encarnizados críticos. Estos son justamente los amigos que darán la espalda a la revolución en el momento en que se encuentre en dificultades. ¡Con “amigos” como estos quién necesita enemigos!
Estos “amigos de Venezuela” forman un coro regular de alabanza y adulación. Insisten en que no deberíamos criticar al gobierno sino simplemente asentir con la cabeza. Los trabajadores y los revolucionarios de Venezuela no necesitan adulación. Como dijo Lenin en una ocasión, la retórica y la adulación han arruinado más de una revolución. Lo que hace falta es una evaluación honesta y franca a la revolución, sus puntos fuertes y sus debilidades, sus éxitos y sus fracasos. Sólo sobre la base de una discusión honesta la revolución puede aprender y marchar hacia delante. Lo que hace falta es claridad.
Desgraciadamente, el programa de los bolivarianos no siempre es muy claro. Incluso las medidas actuales con relación a Venepal no son totalmente claras. El gobierno ha dicho que invertirá mucho dinero en la empresa para hacerla viable. El Estado será el propietario al principio pero hace referencia a que después se la entregará a los trabajadores en forma de cooperativa como pago por los salarios atrasados que les deben. También se habla de cogestión entre los trabajadores y el Estado (eso podría significar toda una variedad de cosas diferentes, desde que los trabajadores estén representados en los consejos de administración al control obrero, etc.).
Es necesario clarificar todas estas cuestiones y abrir un debate sobre la dirección futura, no sólo de Venepal, sino de la propia Revolución Bolivariana. En este debate los marxistas darán un apoyo crítico a los líderes de la revolución democrática nacional. Diremos: “Este es un principio, un principio importante, pero sólo un principio. La nacionalización de Venepal es muy buena, en la medida que continúe. Pero esto no es suficiente. Una golondrina no hace verano y una empresa nacionalizada no hace una revolución socialista. Sin embargo, para tener éxito, la revolución democrática nacional debe transformarse en una revolución socialista”.
Sin embargo, es necesario ver el otro lado de la cuestión. La fortaleza real de Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana ha sido que puso de pie a las masas. Y una vez que la clase obrera entre en la arena de la lucha, adquiere una dinámica y movimiento propios. La fuerza del movimiento revolucionario en Venezuela no reside en su comprensión de la teoría sino en su práctica diaria. Sus actos suenan más fuertes que sus palabras. Sus acciones dejan muy atrás a su conciencia. Pero tarde o temprano las masas serán conscientes del significado real de sus actos. Comprenderán la necesidad objetiva de una ruptura radical con el capitalismo. Los recientes discursos del presidente Chávez ya son una anticipación de esto.
Marx en una ocasión señaló que para las masas, un paso real adelante vale más que cien programas correctos. Y Lenin dijo que para las masas una onza de práctica valía más que una tonelada de teoría. La clase obrera, ya sea en Venezuela, Gran Bretaña o Rusia, no aprende de los libros, sino de la experiencia. “La vida enseña” dice un proverbio ruso. Los trabajadores aprenden de los acontecimientos, especialmente de grandes acontecimientos como la revolución venezolana. Ellos están aprendiendo rápido a través de la participación activa. Fue la presión desde debajo de los trabajadores lo que llevó a la nacionalización de Venepal, y esto a su vez fortalecerá la tendencia hacia la estatización de las fuerzas productivas, hacia una ruptura con el capitalismo, hacia un plan socialista democrático de la producción.
“El apetito llega con la comida”
Hay un viejo refrán que dice: “el apetito llega con la comida”. La nacionalización de Venepal es un gran paso adelante. Su gran mérito es que ha roto el hielo y ha abierto las compuertas de la inundación. Los trabajadores harán preguntas: ¿por qué la nacionalización debe limitarse a las fábricas en bancarrota o amenazadas con el cierre? ¿Por qué el Estado siempre nacionaliza las pérdidas y privatiza los beneficios? Para que las empresas nacionalizadas sean viables deberían formar parte de un plan general de producción. Eso no será posible mientras los sectores clave de la economía, como la banca y el crédito, permanezcan en manos privadas.
El argumento de que la Revolución Bolivariana no debe ir más allá de los límites del capitalismo, que debe respetar la propiedad privada y otras cosas por el estilo, es a veces usado por ciertos dirigentes bolivarianos. Es presentado como un punto de vista “realista”, frente a la supuesta “utopía” del socialismo. En realidad, este argumento en sí mismo es la forma más miserable de utopía. La idea de que la revolución debe confinarse dentro de la camisa de fuerza de hierro del capitalismo es un formalismo vacío. ¡La vida nos enseña de otra manera! A cada paso este argumento choca con las demandas de la realidad.
Los empresarios expresan su amargo odio hacia la revolución, sabotean la producción, despiden trabajadores, condenan a sus familias al hambre y conspiran con el imperialismo y la contrarrevolución. Los trabajadores saben esto muy bien. No pueden entender cómo los intereses de la revolución pueden conciliarse con sus enemigos, permitirles mantener su control de los puntos clave de la economía nacional.
Por todas estas razones los trabajadores están reivindicando la nacionalización y el control obrero. Desean ayudar al gobierno bolivariano en la lucha contra sus enemigos, echar a los terratenientes y capitalistas, concentrando el poder en las manos de las únicas personas que realmente llevan en el corazón los intereses de la revolución, los trabajadores, los campesinos y sus aliados naturales, los pobres urbanos, la juventud revolucionaria, los soldados, las mujeres y la intelectualidad progresista.
Una vez roto el poder económico de la burguesía, una vez que la tierra, los bancos y las industrias estén en manos del Estado, será posible movilizar toda la capacidad productiva de la nación en una economía común, socialista y planificada democráticamente. Muy rápidamente sería posible ganar la guerra contra la pobreza y la miseria, elevar a todo el país a un nuevo y más elevado nivel.
El movimiento bolivariano tiene muchas fortalezas y varias debilidades importantes. Su principal debilidad es la falta de teoría. La teoría ocupa un lugar en las revoluciones igual que la estrategia militar lo ocupa en la guerra. Una estrategia equivocada en la guerra inevitablemente llevará a errores en las operaciones tácticas y prácticas. Socavará la moral de las tropas y llevará a todo tipo de errores, derrotas y pérdidas de vida innecesarias.
Ocurre lo mismo en la revolución. Los errores en la teoría tarde o temprano se reflejarán en errores en la práctica. Un error en la vida cotidiana a menudo se puede rectificar. Los errores cotidianos normalmente no son cuestiones de vida o muerte. Pero las revoluciones son luchas de vida o muerte y los errores se pueden pagar muy caros. La tarea de la Corriente Marxista Revolucionaria de Venezuela es proporcionar la claridad teórica y programática necesaria, no pontificando desde los márgenes, sino participando enérgicamente en el movimiento, luchando en la primera línea de frente y en cada momento empujando hacia delante.
El imperialismo y el capitalismo
El problema central al que se enfrenta no sólo la revolución venezolana sino la población de todo el mundo es el imperialismo y el capitalismo. Las gigantescas corporaciones están intentando controlar el mundo entero y saquear los beneficios. Están apoyadas por los grandes rufianes imperialistas, en primer lugar EEUU, que disfruta de un poder sin precedentes y lo utiliza para hacer y deshacer gobiernos, para someter a su voluntad a países y continentes enteros. Ninguno de los problemas a los que se enfrentan las masas se puede resolver sin una lucha frontal contra el capitalismo y el imperialismo.
Es imposible comprender nuestros objetivos sin una ruptura radical con el capitalismo. Para resolver problemas como el desempleo o la falta de viviendas y escuelas, es necesario que el gobierno introduzca una planificación económica, elaborar un plan económico basado en las necesidades de la mayoría, no en el beneficio de la minoría. Pero no puedes planificar lo que no controlas ni puedes controlar lo que no tienes. En la medida en que la tierra, los bancos y las grandes industrias sigan en manos privadas no hay solución posible.
Ése es el desafío central al que se enfrenta en el momento actual la revolución venezolana. La revolución ha comenzado, pero no ha terminado. En realidad, la tarea principal sigue sin cumplirse. ¿Cuál es el problema central? Sólo éste: que varias de las palancas económicas clave siguen en manos de la oligarquía venezolana.
El problema aquí es tanto económico como político. La oligarquía nunca se reconciliará con la revolución. Aunque hasta ahora su propiedad apenas se ha tocado, aunque todavía disfruta de su riqueza y privilegios, aunque todavía tiene en sus manos los poderosos medios de comunicación en forma de los principales periódicos y canales de televisión, que son utilizados para lanzar diariamente un torrente de suciedad, mentiras y calumnias contra un gobierno elegido democráticamente, a pesar de todo esto, no está satisfecha. Nunca estará satisfecha hasta que haya derrocado al gobierno y aplastado a las masas bajo sus pies.
El control obrero es un paso adelante y debemos animarlo. Desafía el “sagrado derecho” de los capitalistas y burócratas a dirigir la industria, mientras que da a los trabajadores una experiencia que no tiene precio en la administración y el control que puede tener un buen uso en una economía socialista planificada. Sin embargo, en la medida que los elementos clave de la economía siguen en manos privadas, en la medida que no hay una verdadera economía planificada y nacionalizada, la experiencia del control obrero inevitablemente tiene un carácter parcial e insatisfactorio.
El presidente dijo ayer que la expropiación de Venepal era una medida excepcional: “no vamos a quitar la tierra, si es de ustedes es de ustedes”. Pero también dijo que “empresa que esté cerrada, y abandonada, vamos por ellas. Por todas ellas”. Y añadió: “Invito a los dirigentes de los trabajadores a seguir este camino”. Estas palabras no caerán en oídos sordos. Los trabajadores en otras fábricas ocupadas tomarán esto como una señal para movilizar y reivindicar que el gobierno bolivariano expropie a sus propietarios. ¡Este es el camino correcto!
Es necesario nacionalizar la tierra, los bancos y lo que queda de gran industria privada. Eso nos permitirá planificar la economía y movilizar las fuerzas productivas en beneficio de la mayoría. Hugo Chávez se presentó a dos elecciones y en ambas consiguió mayoría sustanciales. Tiene una gran mayoría en el parlamento. Ha conseguido una aplastante victoria en el referéndum. ¿Qué impide al gobierno introducir ahora un decreto ley urgente nacionalizando la propiedad de la oligarquía? Sería posible explicar por la televisión al país las razones de esto (hay varias razones muy sólidas). Al mismo tiempo, debería hacerse un llamamiento a los trabajadores y campesinos a no esperar a que la Asamblea Nacional (que tiende a ser lenta) sino que emprendan una acción inmediata, que ocupen la tierra y las fábricas.
La dialéctica y la revolución
El Marxismo se basa en un método definido, el método dialéctico. Éste explica que todo proceso inevitablemente llega a un punto crítico (por utilizar una frase de Física) donde la cantidad se convierte en calidad. Esa es la esencia de una revolución. Hay un punto concreto donde el poder de la vieja clase dominante es golpeado decisivamente y toda la situación cambia de rumbo. A menos que, y hasta que, se alcanza este punto, no se puede decir que la revolución se ha completado.
Los zoquetes sectarios se han quejado de que decimos que hay una revolución en Venezuela. Esta gente habla mucho sobre revolución pero no tienen ni la más mínima idea de lo que es una revolución. ¡Cuando una revolución realmente está teniendo lugar ante sus propios ojos son incapaces de verla! El hecho de que varios millones de trabajadores y campesinos se hayan movilizado para tomar en sus manos sus vidas y su destino, luchado en las calles contra la reacción, en las fábricas, en las haciendas y los barracones, todo esto pasa ante ellos sin que se den por enterados en lo más mínimo. Se escabullen a sus bibliotecas para escribir artículos “aprendidos” citando a Lenin y Trotsky. No deseamos perturbar sus maravillosos ensueños, les dejaremos en paz en su sitio y continuaremos con la tarea apremiante de intervenir realmente en la revolución.
En Venezuela podemos decir definitivamente que la revolución ha comenzado, pero ¿podemos decir que se ha completado? ¿Podemos decir que ha habido un cambio decisivo en las relaciones de propiedad y el Estado hasta el punto en que no puede haber marcha atrás? Algunas personas están diciendo esto. Pero esta idea no sólo es equivocada sino que es irresponsable y perjudicial para la causa revolucionaria. El propio Hugo Chávez rechazó esto cuando, en mi presencia, comparó la revolución venezolana con el mito de Sísifo de la leyenda griega. Las masas se esfuerzan y empujan un enorme canto rodado por lo alto de una colina, sólo para ser empujado de nuevo hacia atrás antes de alcanzar la cumbre.
Esta analogía es muy correcta. La revolución venezolana todavía no es irreversible. A pesar de todos los heroicos esfuerzos de las masas, a pesar de todas las indudables conquistas, el canto rodado todavía puede rodar hacia abajo por la colina, aplastando en el proceso muchas vidas. El momento del cambio cualitativo todavía no se ha alcanzado en Venezuela y no se alcanzará hasta que se agarre la ortiga y se expropie a los terratenientes y los capitalistas. La nacionalización de Venepal es un paso importante en esta dirección. Pero ahora son necesarios pasos incluso más decisivos.
El presidente Hugo Chávez ha revelado consistentemente un infalible instinto revolucionario. Se ha esforzado por expresar los instintos revolucionarios de las masas. ¡Esa es su gran fortaleza! La ha demostrado de nuevo en la nacionalización de Venepal. Sin embargo, en la cúpula del movimiento bolivariano hay todo tipo gente. El presidente está rodeado de asesores, de los cuales no todos son firmes revolucionarios. No todos tienen la fe que tiene el presidente en las masas. Se inclinan hacia el compromiso, las concesiones y el llamado “realismo”, es decir, tienden a una política que, de aceptarse, minaría la revolución y la hundiría totalmente.
En su discurso en la ceremonia de la firma, Chávez dijo: “aquí estamos creando un nuevo modelo y por eso en Washington están furiosos... nuestro modelo de desarrollo implica un cambio en el aparato productivo. La clase trabajadora debe estar unida, aprender y participar”. Correctamente dijo que el capitalismo es un modelo basado en la esclavitud, “por eso en Washington están furiosos, porque queremos liberarnos del capitalismo, de la misma forma que estaba furiosos hace muchos años con las ideas del libertador Simón Bolívar”.
Añadió que algunos pueden estar molestos por lo que está ocurriendo en Venezuela, pero “continuarán estando molestos con el proceso revolucionario, porque nadie nos va a desalojar de él”. ¡Ese es el tipo de dirección que están buscando las masas! No tiene nada en común con las medidas poco entusiastas y cobardes propuestas por los reformistas. ¡La revolución no se puede detener a medio camino! Debe ir de fortaleza en fortaleza, asestando golpes contra sus enemigos, sino es así fracasará.
El presidente Chávez también dijo que “el papel de los trabajadores en este modelo es fundamental y ésta es la diferencia entre este modelo y el modelo capitalista”. Insistió en que “es necesario cambiar las relaciones de producción”. “El capitalismo quiere aniquilar a los trabajadores... estamos llevando a cabo un proceso de liberación de los trabajadores, por eso están molestos en Washington”. La liberación de los trabajadores de la esclavitud capitalista sólo es posible a través de una alteración fundamental de las relaciones de producción, pero esto no significa otra cosa que la revolución socialista.
Eso es mil veces verdad. Pero también es necesario sacar todas las conclusiones. La revolución venezolana está ya entrando en conflicto con los estrechos límites del capitalismo. No puede aceptar estos límites. O se abre paso, los rompe y audazmente se encamina hacia un nuevo rumbo, o al final se verá obligada a la retirada y será derrotada.
Como señaló Jorge Martín, las medidas de nacionalización deben extenderse a todos los sectores de la economía que están bajo el monopolio y el control imperialista, como es el sistema bancario (la parte del león que está en manos de dos multinacionales españolas), el sector de telecomunicaciones (en manos de las multinacionales norteamericanas), el sector de distribución de comida (en manos de un par de empresas venezolanas propiedad de un conocido organizador del golpe de estado) y otros.
¡Trabajadores de Venezuela! ¡Tomen el camino de la lucha! ¡Ocupen las fábricas bajo control obrero! ¡Exijan su nacionalización! ¡Echen a los empresarios contrarrevolucionarios! La revolución venezolana triunfará como una revolución socialista o no triunfará en absoluto.
La pregunta a quemarropa es la siguiente: ¿quién prevalecerá? Sólo se le presentan dos posibilidades al pueblo de Venezuela. O la revolución elimina el poder de la oligarquía, y después extiende la revolución al resto de América Latina, o la oligarquía, junto con el imperialismo estadounidense, acabará con la revolución. No hay tercera vía posible.
Londres, 21 de enero de 2005
Traducción de The Nationalisation of Venepal: What does it signify?