Irán en el punto de mira

En las hermosas avenidas de Teherán, atascadas por embotellamientos apocalípticos, no se percibe entre los peatones ninguna angustia relacionada con una eventual amenaza militar de Estados Unidos, presente ya en Irak y Afganistán, a las puertas de Irán. No hay nerviosismo en los aeropuertos, donde las medidas de seguridad parecen ridículamente laxas si se las compara con las de Europa o Estados Unidos. Tampoco los medios locales alimentan ninguna ansiedad, dedican sus titulares a otros temas: el viaje del presidente Jatami a África; el proceso al torturador de Abu Graib, Charles Graner, o las elecciones iraquíes.

Pero tras de esa calma aparente, se trasluce la inquietud. La prensa se apresuró a reproducir desde su publicación en The New Yorker la totalidad de la investigación de Seymour Hersh “The Coming Wars” (1). El periodista afirma allí que después de Irak la “guerra contra el terrorismo” proseguirá con un ataque contra Irán. Asesorado por los “civiles del Pentágono” (Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Douglas J. Faith), George W. Bush habría autorizado misiones secretas dentro de Irán. Con ayuda de las informaciones proporcionadas por Israel y Pakistán, desde julio de 2004 habría comandos empeñados en conseguir informaciones sobre más de tres docenas de objetivos que remiten a programas nucleares, químicos y balísticos iraníes. Pronto podrían ser el punto de ataques de precisión lanzados por las fuerzas especiales.

El Pentágono no ha desmentido esta información. Y el presidente Bush, interrogado por la cadena NBC sobre si descartaba un ataque militar contra Irán, respondió amenazante: “Espero que podamos arreglar esa cuestión de manera diplomática, pero no excluyo ninguna opción”.

Oficialistas u opositores, los interlocutores en Teherán se mantienen serenos. “Hace veinticinco años –declara por ejemplo el profesor Mahmood Kashani, opositor moderado–, Estados Unidos puso a Irán en el punto de mira: desde 1995, Washington decretó contra Irán un embargo comercial, agravado después por la ley Amato (2). Después, Bush nos clasificó entre los países del ‘eje del mal’, y la nueva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, acaba de definir a Irán como una de las ‘avanzadas de la tiranía’ en el mundo. Estamos acostumbrados a su hostilidad. La cuestión del desarrollo nuclear es sólo un nuevo pretexto”.

El ministro de Defensa iraní, Ali Shankhani, se muestra más enérgico: “Estamos en condiciones de afirmar que tenemos un nivel de fuerza tal que ningún país tiene interés en atacarnos, declaró en respuesta a las amenazas de Washington. Ninguno de nuestros adversarios conoce con precisión el poder de nuestra capacidad militar, ni nuestra habilidad para poner en práctica estrategias inéditas. Hemos producido rápidamente equipos que nos otorgan la máxima potencia de disuasión” (3).

Irán siempre ha afirmado que su programa nuclear tiene un carácter civil, y se sitúa en el marco del Tratado de no proliferación de armas nucleares (TNP) del que es signatario (4). En noviembre de 2004, se comprometió a suspender sus actividades de enriquecimiento de uranio, como consecuencia de las negociaciones con el Reino Unido, Alemania y Francia, tres potencias unidas esta vez en un proceso diplomático común destinado a que Teherán renunciara definitivamente a toda ambición nuclear militar y a evitar una escalada parecida a la que culminó en marzo de 2003 con la invasión de Irak (5).

Pero Israel está convencido de que el programa nuclear iraní habrá alcanzado pronto un punto de no retorno. “Si no se hace nada, Irán podrá producir de aquí a seis meses uranio enriquecido, lo cual le permitiría producir su primera bomba atómica de aquí a 2008”, afirmó el general Aharon Zeevi, jefe del servicio de informaciones militares israelíes, el 12 de enero de 2005. Además, subrayó que Irán dispone ya de un misil, el Shihab-3, cuyo alcance es de 1.300 kilómetros, “capaz de alcanzar el corazón de Israel”.

En momentos en que Irán se prepara para las elecciones presidenciales de junio de 2005, a las cuales ya no puede volver a presentarse el reformista Mohammed Jatami, que concluye su segundo mandato, esas amenazas caen mal. Para muchos opositores podrían, paradójicamente, fortalecer un régimen islámico sin aliento. “ Los abusos del islam radical –declara, por ejemplo, un periodista laico–, han generado una reacción del pueblo, especialmente de las mujeres que reclaman más democracia. La mayor parte de los iraníes vieron con simpatía las intervenciones estadounidenses contra el Afganistán de los talibanes y contra el Irak de Sadam Husein, porque nos liberaron de dos regímenes ferozmente hostiles hacia nosotros. Pero las amenazas actuales de Washington e Israel son en cambio funcionales a las corrientes más conservadoras, y catapultan a la presidencia a los candidatos más antireformistas. Son un desastre para los demócratas iraníes”.


NOTAS:

(1) Iran News, Teherán, 18 de enero de 2005.
(2) Adoptada el 5 de agosto de 1996 la ley de Amato establece que una empresa, aunque no sea estadounidense, culpable de invertir más de 40 millones de dólares en Irán, será objeto de sanciones.
(3) Tehran Times, Teherán, 18 de enero de 2005.
(4) Dos aliados de Estados Unidos en la región nunca lo firmaron y se equiparon con armas atómicas: Pakistán e Israel. No son objeto de ninguna sanción por parte de Washington.
(5) Véase Walid Charara, “Después de Bagdad, ¿Teherán?”, en Le Monde diplomatique edición española, enero de 2005.




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Ignacio Ramonet. Le Monde Diplomatique


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