La fealdad del oficialismo

Si el chavismo es bello, el oficialismo es horrible. Pongamos las cosas en su sitio: chavismo y oficialismo son como el agua y el aceite, jamás anverso y reverso. El segundo sólo puede ser, a condición de usurpar la potencia del primero, y es en sí mismo expresión de impotencia política. Para el oficialismo, la revolución ya ocurrió y lo que corresponde es glorificarla como hecho pasado, es decir, embalsamarla, porque ha muerto, aunque todavía palpite.

Más que odiarlo o despreciarlo, que también lo hace, el antichavismo siente un profundo temor por el chavismo, porque éste le enrostra lo que el primero nunca quiso mirar: el lado feo de nuestro capitalismo vernáculo, y sus buenas dosis de explotación, marginación y subordinación a sangre y fuego. Visto así, el chavismo es su mala conciencia. Si el chavismo hoy sonríe, alegre, para el antichavismo no se trata más que de una mueca atroz y burlona. Allí donde hay alegría, sólo puede ver resentimiento. Toda la belleza del chavismo, que es la belleza infinita de los pueblos que luchan, será reducida a caricatura grotesca, porque es imperativo mostrarlo como una versión desmejorada y mutilada de sí mismo para poder dominarlo, aniquilarlo.

No deja de sorprender la connivencia, la complicidad, lo bien que pueden llegar a entenderse oficialismo y antichavismo. Son, ellos sí, dos caras de la misma moneda. Una moneda que tendríamos que arrojar al foso de los deseos para que vuelva la política, para que la revolución no envejezca y muera, para que lata con fuerza.

Reducida al simulacro de conflicto entre oficialismo y antichavismo, la política ha terminado siendo la postergación del conflicto. Mucho se habla de debate, y los estudiantes hablan de debate, cuando lo que hay es diálogo de sordos. Invectivas, insultos, todo se vale si se trata de reducir la política a un ejercicio ruin, abyecto. Maricón, lechuguino, ¿cuál es la diferencia? El antichavismo suscita un rival a su medida, y el oficialismo no es capaz de concebir la política si no es midiéndose con el antichavismo: jamás lució tan cómodo, a sus anchas, por las angostas alamedas de la politiquería.

Ambos, oficialismo y antichavismo, medran a costa del chavismo. Si el antichavismo, como ya lo he planteado, procede reduciendo el chavismo a su caricatura, "oficial" o monstruosa, el oficialismo procede, como diría Ociel López, "despopularizando" al chavismo.

A los chavistas nos debe importar un comino si un grupito de bien nutridos estudiantes antichavistas hace huelga de hambre. Nuestra atención debería estar puesta, primero que nada, en los carajitos de los barrios que siguen comiendo y escupiendo plomo, que son más y están hastiados.

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Reinaldo Iturriza López

Ministro del Poder Popular para las Comunas

 reinaldo.iturriza@gmail.com      @ReinaldoI

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