El lunes 11 de febrero de 2002, la prensa reseñó la noticia del cambio de presidente de PDVSA. Salía el general Guaicaipuro Lameda para darle paso al profesor Gastón Parra Luzardo, doctor en economía y experto petrolero con una firme posición nacionalista y revolucionaria.
En medios de derecha dedicados al tema energético, se apuraron a sentenciar que “no se estima probable que Parra tenga una calurosa bienvenida de parte de las multinacionales que trabajan en virtud de contratos de asociación con PDVSA”.
Tal fue la excusa perfecta para desatar las fuerzas reaccionarias que dieron el golpe en abril de hace nueve años exactamente.
El general Lameda era un hombre absolutamente adulante del Presidente. Chávez era para él la perfección en cuerpo y alma. Hasta ese día.
Por sacarlo de esa cúpula de oro negro plena de privilegios y poder, ahora Chávez era lo peor de este mundo y había que tumbarlo a toda costa.
Tal es la condición del arribista: “La persona, aplicando aquello de el fin justifica los medios, agota todas las instancias para alcanzar sus objetivos predeterminados y, carente de escrúpulos no duda en usar medios poco éticos con tal de lograr obtener lo que quiere en la vida, siendo insaciable en su sed de poder”.
Ya sabemos por la psicología y la psiquiatría que estas personas padecen severos complejos de inferioridad que los empujan patológicamente a falsear realidades.
La persona arribista actuará sin escrúpulos para lograr ascender. El estatus y los bienes materiales son la compensación deseada por sus carencias psíquicas.
En la administración pública son terribles, porque siempre están a la zaga de información que puedan trasmitir para ufanarse de sus contactos, y procuran cualquier ocasión para la lisonja y la manipulación de mentes dóciles y desprevenidas.
Esa ausencia extrema de ética, le permite a la persona arribista arrastrarse si es necesario ante quien le proporciona esa cuota de poder anhelada; su disposición a venderse le lleva a toda clase de prácticas perversas para estar “arriba” de otros.
La gente arribista, como la serpiente cambia de piel y ataca taimadamente. Como el camaleón, tiene la cualidad de camuflarse momentáneamente.
Entre las lecciones de aquel abril inolvidable, esta es una que aprendimos con dolor. Sobre todo el Presidente, a quien le tocó ver de cerca la traición de varios generales que supuestamente eran sus compañeros. Es que también en esta rama, hay generales para todos los gustos.
El arribismo es un vicio de gente avara y ambiciosa que en nada comulga con el altruismo que debe caracterizar a la militancia socialista.
Aparentar una gran lealtad mientras se está encamburado para luego pasarse al otro extremo cuando se toman decisiones de cambiar, es la reacción típica de la gente arribista.
Profundicemos los cambios para que sigan cayendo las caretas.
Constituyente de 1999
(*) Presidente de la Comisión Nacional de Refugiados"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador. Guayaquil 5 de agosto de 1829.