Una de las consecuencias de la crisis económica que se desató en 2008, pero que se gestó desde 2001, es el alto precio del oro. Al momento de escribir esta nota el metal precioso marcaba 1503,80 dólares la onza en el mercado internacional. Este indicador es una muestra de lo expuesto que se está en Venezuela ante la inflación global. Veamos.
La crisis global provocada por unos banqueros codiciosos en EEUU, al crear instrumentos de inversión de alto riesgo, con hipotecas inmobiliarias como activos subyacentes, apalancados con las bajas tasas de interés en 1% desde 2001, ha convertido a las monedas de los países que fueron afectados directamente, en papeles devaluados, una razón, la incapacidad de los gobiernos de generar confianza en sus economías, la crisis y desempleo en EEUU, la crisis de deuda soberana en Europa, ahora la catástrofe de Japón y la desestabilización política en Medio Oriente, hay que tener el ojo puesto en la inflación en China.
Se ha desatado entonces la fiebre del oro. Mientras los países mantienen encendidas sus imprentas de billetes, los capitales de los fondos de inversión y de cobertura se refugian en el metal precioso. Se puede asegurar que en esta época el dinero en efectivo es casi basura, de allí los altos precios globales, sobre todo en los países emergentes que es donde se está registrando más inflación.
Es decir, el oro por un buen tiempo será por decirlo así, una moneda de pago, ya ocurre en Europa, los altos precios han hecho que distintas empresas estén acuñando pequeñas placas y monedas de oro y plata refinados y certificados, con que se aceptan pagos.
En Venezuela la producción aurífera, de grandes posibilidades, se encuentra en una situación que genera distorsiones en la economía. El hecho de que ni instituciones públicas ni privadas, con competencia financiera, no hayan tomado la producción de oro para fines del beneficio económico del país y de cada ciudadano, deja a la nación en desventaja ante la inflación global y la interna, el 60% del oro venezolano es producción informal, no paga tributos, no incrementa las reservas internacionales y termina beneficiando a quienes controlan el contrabando del metal. Se ha perdido una gran oportunidad.
Por otra parte, si los venezolanos tuvieran acceso al oro monetario, ya sea de manera física o en papeles garantizados por el Banco Central de Venezuela u otra institución financiera con tenencia de reservas del metal, pudieran protegerse contra la inflación global y contra la inflación interna, resguardando sus ahorros y al mismo tiempo llevando la alta liquidez de bolívares en el sistema a financiar la producción y manufactura aurífera.
Los efectos de lo anterior. Se le permitiría al venezolano una opción de no perder patrimonio ante la inflación que está generando la crisis global, al poder comprar oro monetario. No tendría que ser sólo el Estado el que disponga de recursos para motorizar la producción y manufactura aurífera, sino que los grandes recursos de la banca y el dinero y cuasidinero de pequeños y medianos ahorristas se sumarían a financiar la actividad, que luego podría permitir la creación de instrumentos parecidos relacionados a los precios de otros metales como el aluminio y los rubros alimenticios, de gran producción en Venezuela.
El venezolano no tendría que demandar dólares o euros en detrimento del bolívar, para protegerse contra la inflación interna. Mucho dinero no iría a demandar por ejemplo bienes inmuebles para especulación, que es una de las causas de los altos precios de la vivienda en el país. Las causas anteriores darían una buena fuerza al bolívar venezolano, además que se democratizaría de alguna manera, el acceso de cada ciudadano, a las riquezas nacionales bajo tierra, por supuesto las regulaciones serias para proteger a pequeños y medianos ahorristas contra los “tiburones” han de estar presentes.
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