Hay rodillas de rodillas. Las hay que sirven para arrodillarse. Y otras para brincar. Unos se arrodillan para pagar culpas mientras que otras lo hacen para orar. También hay rodillas que sirve para conjurar golpes y otras para jurar lealtades. Las rodillas pueden ser vistas por muchos ojos o por pocos en vigilia. De hecho algunas se hicieron famosas en una sola fotografía. Hay rodillas huesudas, redonditas y algunas muy pizpiretas.
¿Qué sería de nosotros sin nuestras rodillas? Seríamos inflexibles. Nuestros movimientos serían escasos y los espacios por recorrer menos. No podríamos sentarnos y tendríamos que estar siempre de pie o acostados. De alguna manera ellas nos llaman a tener cuidado. Si se las usa mucho, protestan. Las rodillas nos sostienen para no caernos al suelo. Y gracias a ellas nos podemos empinar para ver más arriba.
Prácticamente las rodillas nos conectan al cielo pero también nos hacen estar rodilla en tierra. ¡Hay rodillas…! Póngase pilas. Recojan ese líquido, absórbanlo de nuevo. Protéjanse de tanto descuido. Si ya estaban crujiendo había que estar quietas. ¡Tate quieto! Pues toda Venezuela ahora está en vilo por esa rodilla. Dirán algunos, ¡yo no! Pues bien, nos guste o no, hoy todos somos esa rodilla.
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