La revolución nominal

La República Bolivariana de Venezuela se encuentra inmersa en una revolución progresista. El país dejó de ser lo que era antes de la aparición de Chávez y hasta sus más enconados adversarios aceptan que la era de las conchupancias bipartidistas desapareció con el cambio climático-político.

La Constitución y otras leyes novedosas generan realidades como el cobro de pensiones y jubilaciones por cientos de miles de ciudadanos que jamás soñaron con un salario mínimo vitalicio para aliviar sus penurias.

Las instituciones sociales pululan en diversas áreas y surgen comunas dotadas de bancos, empresas y servicios absolutamente inéditos.

El proceso marcha a un ritmo más o menos tropical, con dos pasos pa' lante y uno pa' tras, ganando terreno pese a fallas que a veces parecen garrafales.

En algunos medios oficiales los eventos del día se describen mediante el uso de un léxico políticamente correcto, suerte de argot partidocrático que les permite a los entusiastas demostrar sus avances ideológicos.

En fecha reciente, por ejemplo, se aprobó la Ley Especial para la Dignificación de Trabajadores y Trabajadoras Residenciales, que deroga el término "conserje" por considerarlo peyorativo "y hace referencia a una forma contemporánea de esclavitud".

Según el DRAE el conserje es la "Persona que tiene a su cuidado la custodia, limpieza y llaves de un edificio o establecimiento público."

Con el permiso de los revolucionarios idiomáticos considero que ni el término "conserje", ni el oficio que describe han sido peyorativos o denigrantes en este país y quien prefiera que lo denominen "trabajador residencial" sale perdiendo con el cambio, amén de que llamar a la conserjería "residencia del trabajador residencial" me parecería una babosada confusa.

Si agarran por ese camino no quiero ni pensar qué harán con los porteros, las niñeras o nanas y las cocineras, que quizás no quieran ser "trabajadoras culinarias".

Hay miles de copropietarios de condominios en este país que, lejos de comportarse como esclavistas, tratan a los conserjes con el debido respeto y deferencia. Las excepciones no justifican los excesos verbales que se aplican en este caso.


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Augusto Hernández


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