Desde que comenzó su periplo por los barrios habaneros, en septiembre pasado, siempre el próximo concierto se mantiene a buen resguardo. Buena esa, porque así los exclusivos asistentes al encuentro son precisamente los lugareños, los que llegan del trabajo cansados y con el morral o la jaba (bolsa de mercado) en mano se plantan frente a la tarima junto a los niños que revoletean por las calles y junto a las mujeres que adelantan el oficio del hogar y se instalan para un concierto que ya quisiera el Madison para él. No hay mejor escenario posible para la cita de un creador que la parcela pequeña del que lo inspira aún sin saberlo. Mejor escenario es todavía cuando sin maquillaje alguno el pueblo no esconde sus necesidades para que se sienta bien el visitante. Es allí donde radica la esencia de las andanzas de estos tiempos para Silvio Rodríguez. En la zona tal falta el agua, en la calle tal no se ha pavimentado, en el reparto cual hay atisbos de incertidumbre…
Ya una vez lo hizo por los campos y luego lo hizo en expedición por las prisiones. Ahora los de a pie no tuvieron que acicalarse. Silvio, a la estatura de su pueblo, pone el pasaje y la tarima, y las luces, y convoca a los trovadores para que alternen con él en el barrio, sin publicidad y sólo con las cámaras y grabadoras de los periodistas que buscan de cualquier manera obtener el dato del lugar (secreto muy bien guardado) para cubrir la maravilla.
Quien escribe aguardaba. Buscaba la entrevista con Silvio para abordar un asunto muy puntual. Y el maravilloso equipo humano del poeta avisó: “El 13 de mayo y en un barrio”. Listo. A correr, a ubicar a los panas para el carro, para las cámaras, para las fotos, a buscar la visa, a buscar los inconseguibles verdes y también a buscar el pasaje. Todo en tiempo y hora pues a la luna creciente le dio por alumbrar caminos y a los amigos del alma les dio por ser más amigos. Desde Marlen, Rolando y Rogelio en la embajada cubana hasta a Benito Irady y Oswaldo García en Caracas y Falcón respectivamente. Randy, Danilo, Joako, Loquillo, Arleen,Teresa. Joe, en La Habana. Solidaridad. Palabra buena.
Lugardita
¿Y dónde queda el lugar de la cita y el concierto? Barrio en el camino entre el aeropuerto y La Habana, en la zona de Boyeros, kilómetros adentro, invisible por completo para los miles de turistas que transitan por la vía principal, invisible aún para miles de cubanos remitidos a El Vedado, el Malecón o la esplendorosa Habana Vieja.
Sin agua Lutgardita, y con raíz que se forma poco a poco a partir del refugio en que se convirtió luego de algunos desastres naturales. Calles de tierra y polvo, o cemento viejo en Lutgardita, niños que corren como en cualquier parte del mundo, y seres humanos que guardan las canciones en el alma transformada en cancionero para ocasiones especiales o para el consuelo solitario mientras se cocina lo poco con la poca agua que hay. Belleza popular y sin remilgos, Lutgardita.
Desde temprano de ese día 13 de mayo, viernes, el equipo de Silvio trabajaba en la tarima mientras Ana Lourdes y Alejandro Ramírez dialogaban con los pobladores, que vaya que se sorprendían al saber de qué iba la cosa.
Polito Ibáñez fue el trovador invitado para ese concierto, el número 11 que ofrecía Silvio en diferentes barrios habaneros a partir del histórico concierto del barrio La Corbata.
A las 7 en punto de la noche, con una claridad de cielo que hacía pensar en las 4 de la tarde Silvio Rodríguez subió al escenario. No lo presentan. Es él quien presenta, quien da la bienvenida a los asistentes, quien aclara que están allí por su cuenta y que saben de la ausencia del agua en los grifos de las casas. Aliento bueno. Es Silvio quien arenga para levantar la estima colectiva y es Silvio quien presenta a Polito y su grupo maravilloso.
Luego es Polito quien se aferra al título de un tema de Silvio para hacer la petición: Ojala llegue el agua pronto. Y es Polito quien luego de una hora de cantos presenta a Trovarroco, que es presentar la exquisitez maestra de la ejecución musical cubana; y Víctor Casaus anunciado la entrega de libros a la comunidad… y de repente, detrás del escenario Silvio se convierte en fotógrafo, como siempre ha hecho en cada barrio. Él es su propio testimonio sencillo y solidario.
Y luego aquellas mujeres con los niños al hombro, los hombres con la jaba en la mano, los pies soportados por zapatos y chancletas sin marcas, los rulos en el cabello, la sonrisa perfecta, la caricia, el cancionero que emerge para cantar, desde la infancia del adulto y desde la infancia de la infancia, desde La Canción del Elegido hasta Cita con Ángeles, El Reparador de Sueños, Oleo de Mujer con Sombrero o La Maza.
Silvio entregado al canto que habla, entregado a aquellos seres que poco a poco dejan el arrobamiento para cantar y pedir. Y Silvio complaciéndolos con uno, dos, tres, cuatro temas más y la noche con luna creciente ratificando la sentencia. Esos son escenarios naturales de la ternura, de la alegría, de la complacencia. De la certeza.
No hay zona VIP, ni gradas ni preferencia. No hay cerveza ni kioscos. No hay más perfume que el del sudor de los trabajadores ni más maquillaje que la sonrisa y el abrazo. No hay silencio: El cancionero ha brotado por completo, y todos cantan. Y al final aquel barrio feliz hace subir a un niño, quien los representa para entregar flores a Silvio, sellando así el ramillete de amor que desde hace meses se desparrama como En la era está pariendo un corazón, por cualquier calle…
Y luego la casa modesta y solidaria de Adela, la señora que prestó el hogar para que Silvio pasara el calor, y para que Joako, el Loquillo, Joe y Teresa (mi equipo de ensueño) afinaran luces y cámaras.
Y allí, en una casa de Lutgardita, sin agua y con café nos encontramos. Fue luego del abrazo fraternal cuando Silvio me comenzó a contar y a responder las preguntas que me llevaron hasta allí. Entonces vino lo que sí me dijo Silvio. Pero esa es otra historia…
lilrodriguez@cantv.net
*Periodista Venezolana. Fue Presidenta del Canal de Televisión TVES. Dirigió en Cuba durante varios años el popular programa radial “Club Caribe”