Nuestro país
no acata imposiciones de quien no tiene moral. Venezuela no sólo se
respeta, se hace respetar, y a su vez respeta la grandeza e inteligencia
de cualquier nación, siempre que ésta no se valga de su superioridad
para agredirle.
Actitudes como
las nuestras con sobradas razones morales, en lo adelante deberían
ser una estrategia consensuada como máxima prioridad a escala continental
y más allá, para que no seamos parte en la cadena alimenticia de la
voracidad imperial y sus cómplices lacayos, que como legiones de hienas
depredadoras, preludian sobre el horizonte del hombre laborioso un cielo
pixelado de sangre inocente.
Ante el decreto
del zar imperial en contra de nuestra empresa estatal petrolera, que
no sólo lesiona a PDVSA en su desenvolvimiento comercial externo,
también mutila gravemente nuestra soberanía; frente a esta coyuntura
bien planificada desde afuera, Venezuela no puede darse el lujo de dar
una repuesta “light” y en cámara lenta, debe ser una repuesta
inteligente, prudente y contundente, bien sea en lo jurídico, político
etc., de lo contrario todos los recursos para la supervivencia de los
hijos de la Patria, y hasta el aire que respiramos junto a nuestras
cabezas, irremisiblemente irían a parar en las garras de la fiera,
de la cual ayer un hombre de pequeña estatura y de moral muy alta,
profetizó cuán relucientes serían sus colmillos en el futuro.
Ningún pueblo
de comprimida tesis moral puede ser independiente del todo, si su libertad
camina bajo la lupa de una potencia hostil y hegemónica, gobernada
a sus anchas por herodes y caifaces de reptilescos cerebros que, prepotentes
y de un zarpazo se aferran en marcar como territorio suyo, cada centímetro
de la tierra labrada por las sagradas y callosas manos obreras, cuya
dignidad y plusvalía se nos convertirían en una eterna deuda si le
abandonásemos a su suerte.
Por allí,
cerca de Venezuela estuvo de paso el señor Barak Obama presidente de
los Estados Unidos, hoy lamentablemente atrapado en una camisa de fuerza
por los avarientos y verdaderos locos de la guerra. Fue Obama al comienzo
de su mandato la flor de los oasis con escarcha negra en sus pétalos,
en la cual cifró su esperanza la voz sedienta que clama en el desierto,
ya ven que no fue así, de esa flor desarraigada de la caliente tierra
africana, tan sólo queda el deshojo de un anhelo, que poco a poco se
consume sobre las áridas arenas del oprobio, y a su vez se lleva consigo
la tan cuestionada e infausta estatuilla de la paz, la qué al final
nos dejaría como herencia una hermosa fosa común.