Comienza el año 2012 signado por preocupaciones planetarias de gran calado. Las de fondo, de naturaleza estructural siguen configurando el principal desafío de la especie humana para preservar su supervivencia. Pregunte a cuatro de mis sobrinos adolescentes cuál era su principal preocupación en relación al planeta tierra. La respuesta fue unánime: El cambio climático que amenaza con destruir el equilibrio con la naturaleza y llevarnos a la muerte y destrucción. Bueno es que las nuevas generaciones tengan esta percepción que ya es inocultable, sustentable en la cada vez mayor tremenda irresponsabilidad como el gran capital mundial propietario de transnacionales, empresas y corporaciones mundiales contaminantes, depredadores del medio ambiente, responsables del recalentamiento y deshielo polar, ha actuado frente a las evidencias científicas del deterioro del ambiente.
De cierto, y en rigor científico, esto se explica en un modelo de desarrollo económico impuesto por los países industrializados que a expensas de una acelerada acumulación y concentración de capital mundial, subordina el vital equilibrio ecológico a la maximización de la ganancia. Lo dramático es que la mayoría de la clase dirigente, particularmente de los países desarrollados, que lideran los gobiernos, han dado la espalda a necesarios acuerdos internacionales sobre el tema. Que EEUU se negara a firmar el Protocolo de Kioto y la última conferencia organizada por la ONU no llegara a nada, registran el desafío que tenemos los humanos para movilizar la opinión mundial sobre el desastre ambiental que llegó y no se detendrá, a menos que todos asumamos el reto y metamos en cintura al capital corporativo y a los gobiernos que les sirven.
De otra parte, cuando al término del año 2011 se anunciaba con algún cinismo que la administración Norteamericana retiraba sus últimos soldados de IRAK, con un saldo de más de 100 mil ciudadanos muertos en esa nación y más de 4 mil soldados invasores que perdieron la vida, la mayoría jóvenes, volvía a recorrer al mundo el espectro de utilizar la guerra, el poderío bélico para imponer hegemonías geopolíticas imperialistas a cualquier costo. EEUU destinó más de 800 mil millones de dólares para sostener sus 150 mil soldados en IRAK, y dándose la temeridad de tener el presupuesto militar más grande de nación alguna por año, cercano ya al billón de dólares.
Reconozco que no es un tema solo de los norteamericanos. El gasto mundial en armas se incrementa a pasos agigantados en Europa, Rusia, países asiáticos y el medio oriente en los últimos veinte años. Recientemente Arabia Saudita anuncio un gasto de 29 mil millones de dólares para adquirirle a los EEUU varios aviones de guerra para defenderse supuestamente de una agresión de IRAN. Esta escalada es capitalista, porque es terriblemente antihumana y moralmente reprochable destinar semejante cantidad de recursos materiales a producir armas de guerra y sostener ejércitos imperiales para destruir la vida de los humanos cuando en el planeta tenemos más de 1.200 millones de personas en situación de pobreza extrema o, según la UNICEF, 700 mil niños están muriendo de hambre en Somalia.
En este tema clave para la especie la principal responsabilidad está en la naturaleza imperial del pensamiento/cultura de la elite gobernante en EEUU. Termina el año con gran tensión en el estrecho de Ormuz, en el cual amenazan con intervenir con su flota de muerte, en nombre de nuevos infundios como el invento de “las armas de destrucción masiva” nunca encontradas en IRAK.
El desafío humano planetario, ahora más que nunca, es redoblar la lucha por la paz mundial, por el respeto a la legalidad internacional, por la restructuración del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas para que sea incluyente, por la vigencia plena de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para preservar la vida y que esta se haga en la vivencia de derechos esenciales a la salud, la educación, el trabajo y la no discriminación por razón alguna.
El capitalismo global seguirá estremecido este año en su componente económico, pasará un par de años posiblemente para salir, si es que sale, de su crack financiero. Ello es una amenaza para los pueblos del mundo y en particular para los latinoamericanos, dado que la caída del comercio mundial y el consumo de energía podrá eventualmente golpear nuestros ingresos por comercio exterior y complicar las metas de crecimiento y combate a la pobreza; pero principalmente, es una invitación a la voracidad imperial para darle un respiro a la alicaída economía con una o varias guerras en el planeta. Esto no es tremendismo, es extraído de la experiencia histórica norteamericana.
El optimismo se superpone no solo en el ideal humano de la solidaridad, la fraternidad y la paz, sino porque desde una sencilla racionalidad de la maravillosa especie humana que habita el planeta tierra, no es concebible que destruyamos esta vida, mejor dicho, defenderemos el planeta, defendiendo la vida humana.
rodrigo1cabeza@yahoo.com