Durante una época el Presidente Chávez recurría de manera habitual al béisbol para comparar las jugadas difíciles o comprometidas con situaciones similares en la escena política.
Por esos días todos teníamos presente que el mandatario venezolano en realidad ingresó a la Academia Militar con el deseo de ser pelotero profesional y a medio camino le cogió gusto al oficio de las armas, lo que lo condujo a formar el equipo del Movimiento Bolivariano 200.
Otro detalle notable en la personalidad del líder revolucionario es su afición por las estadísticas, al punto que cuando era muchacho se armaba de un cuaderno donde registraba las jugadas realizadas por cada pelotero, cuyos logros de seguro conocía al pie de la letra, pues si algo caracteriza al Presidente Chávez es una memoria prodigiosa.
Considerando ambas aptitudes: el amor por el béisbol y el gusto por la estadística, se obtiene una fórmula apta y conveniente para dirigir cualquier empresa, incluyendo el gobierno de un país.
Naturalmente la tarea más compleja consiste en armar el equipo que se ocupará del asunto. En el béisbol, donde lo esencial es la destreza y no el azar, los campeones de las grandes ligas envían 'scouts' o exploradores a diversas regiones, tomando nota de los jóvenes prometedores y reclutándolos para entrenar en la sede norteña del equipo.
Por desgracia Chávez no tiene 'scouts' que recorran el país y por ello apela a los jugadores que mejor conoce desde la Academia Militar, incluyendo uno que otro civil que haya mostrado capacidad para adaptarse al estilo del comandante.
Con frecuencia vemos que los mismos jugadores ocupan posiciones diferentes y son pocos los nuevos que entran en la plantilla donde, por lo general, no pasan de dos o tres inings.
A estas alturas me pregunto si el manager del equipo toma en cuenta los números que demuestran la efectividad de cada jugador. La duda viene a colación pues hay un pelotero que ha recorrido las mejores posiciones sin haber logrado siquiera una buena jugada y no ha podido anotar en varios turnos al bate.
Si por mi fuera lo habría puesto a jugar banco desde la vez que lo poncharon.
Como es obvio, soy un ignaro.
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