A todo lo largo de la historia republicana de Venezuela no hay –desde el mismo Cristóbal Mendoza (1811)- un Presidente de la República ni gobierno alguno que haya alcanzado un número mayor de conquistas de todo género para el pueblo que las logradas por el Presidente Hugo Chávez Frías y el Gobierno Revolucionario en apenas una década. Esa aplastante verdad está allí para quién quiera verla sin demasiados esfuerzos. Sin embargo, sorprendente y dolorosamente, al menos un 40% de las y los venezolanos parecieran dispuestos a regresar a las tinieblas negando la luz. Recuerda “la cueva” de Platón: gente capaz de matar a quién los llevó a la luz.
Las causas de esta cruel paradoja son variadas y complejas pero el meollo de la cuestión tiene un nombre: CONCIENCIA (en este caso ausencia de ella) La Conciencia es fruto del conocimiento y el conocimiento consecuencia del saber y éste, el saber, fruto del estudio y la preparación. Significa que en nuestra sociedad, los reflejos condicionados por la costumbre y la maquinaria ideológica burguesa siguen siendo hegemónicos en el comportamiento de sus individuos.
Significa también, que la conciencia socialista alternativa no ha logrado –por ahora- desplazar la conciencia basada en el individualismo, el dinero y el consumir como objetivos fundamentales de la vida humana. Por tanto, significa que, o no se está haciendo lo suficiente, o los factores del cambio no estamos convenciendo desde el ejemplo. No logramos contagiar “el virus revolucionario” porque no somos portadores del mismo.
En esta eterna confrontación ideológica la hegemonía burguesa tiene muchas maneras de evitar su desplazamiento. La más poderosa –según la historia- es aquella en la cual la ideología revolucionaria se esteriliza dando cabida a ideologías subalternas. En el tema que nos ocupa esta ideología subalterna encarna en el reformismo –disfraz revolucionario- que oscurece la verdadera confrontación y al final trabaja para la restauración capitalista.
Hoy existen en el país –y en nuestra América Latina- condiciones objetivas excelentes para avanzar con éxito en el frente de las ideas. Las conquistas materiales y espirituales alcanzadas –a pesar de tanta flojera en el apostolado- así nos lo confirman. Sin embargo el peligro de un paso –más bien, un carrerón- atrás está latente y amenazante como una espada de Damocles. Si no desvelamos en todos los ámbitos el rostro hermoso de la nueva cultura, la nueva ética y las nuevas costumbres, estaremos “dando coces al aguijón” y dejando peligrosos vacíos que serán ocupados por la ideología burguesa.
La Revolución tiene que fortalecerse en la batalla de las ideas desde el más riguroso ejemplo y la más rigurosa coherencia entre nuestras palabras (ortodoxia) y nuestra conducta (ortopraxis) Burócratas que no reflejan en sus acciones el fervor humanista, el amor y la solidaridad que animan el quehacer de un verdadero revolucionario simplemente “hacen morcilla pa`l diablo” (aforismo de mi abuelita ñángara a Dios gracias) es decir, lleva agua a los molinos de la restauración del fascismo capitalista.
De poco nos servirán las conquistas materiales si no vienen acompañadas de conquistas espirituales. Desvirtuar la ética y la moral profunda del revolucionario coloca a la Revolución en grave situación de vulnerabilidad. Estamos obligados –irrevocablemente obligados- a denunciar y desenmascarar los gérmenes capitalistas que anidan en un quehacer discursivo pseudorevolucionario.
PATRIA Y SOCIALISMO… O NOS ESPERA LA MUERTE.
¡CON CHÁVEZ HACIA EL SOCIALISMO!
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