La agresión del capitalismo contra la Revolución Bolivariana es de vieja data. A Bolívar mediante el engaño lo condujeron a la soledad de San Pedro Alejandrino ante la indiferencia del pueblo. A Chávez ya lo condujeron a la Orchila en abril de 2002. Fallaron pero no descansarán en su empeño. Esta agresión es cada día más tenaz y desesperada. La “elección” de un fascista con pedigrí comprobado como abanderado de sus intereses en la contienda electoral del 7-O muestra por donde vienen los tiros. El desarrollo de los últimos acontecimientos –Cotiza, Cárcel de Lagunillas, Caricuao- es un libro abierto. Incluso el Jefe del Comando Sur de los EEUU cometió un desliz similar al de la Sra. Rice, cuando anunció una huelga de transporte en Venezuela que no era tal pero estaban preparando. El Sr. Fraser habla de “desestabilización política y económica, además de clima de violencia” en Venezuela. ¿De cual desestabilización y violencia habla el Sr. Fraser? ¿Será de la que han planificado desarrollar? De su ejecución han encargado a los apátridas vernáculos. Esa es la situación y ese el desafío que enfrenta el pueblo de Bolívar.
Frente a esta nueva agresión en marcha sólo tenemos una infranqueable defensa: conciencia del momento histórico, conciencia de clase, defensa de nuestros valores a cualquier costo, profundizar la organización popular con la convicción absoluta de que nos acompaña la razón ética y no hay fuerza en el mundo capaz de derrotar la idea de libertad absoluta, de paz e igualdad que nos hace pueblo de esperanza para el mundo entero. Unidad por la independencia de una patria soberana sin concesiones al enemigo ni medias tintas. Debemos ser revolucionarios haciendo revolución y socialistas construyendo el socialismo.
Visto así, es condición insoslayable de l@s revolucionari@s la radicalidad más absoluta. Sin equilibrios que conducen a la traición sino radicales para ir al fondo de las cosas asumiendo la lucha por la patria y el socialismo con todas sus consecuencias. En términos de ejemplos paradigmáticos ahí están Jesús de Nazaret,
Simón Bolívar o el Che. Así los percibieron los poderosos de su tiempo, su radicalidad en la defensa por la libertad, la igualdad y la justicia fue tal que les condujo, a uno al Gólgota, al otro a San Pedro Alejandrino y al Che, a la grandeza de aquel destartalado salón de escuelita en La Cañada.
Fueron, como tenemos que ser cada uno de nosotros, decididamente radicales tanto en sus entregas como en sus exigencias. La patria y la esperanza socialista debemos defenderlas como ellos lo hicieron. Cualquier otro bien debe ser sacrificado si entra en contradicción con el bien supremo. El compromiso, fruto de una sólida conciencia de la justicia de nuestras ideas de humanidad no admite medias tintas. “Ser revolucionario es el escalón más alto al que puede elevarse un ser humano” El camino que lleva hacia ese reino de igualdad, de paz y de justicia no es ancho, no es cómodo ni equilibrado sino estrecho y escabroso. Los que emprendemos ese camino debemos romper con todos los esquemas heredados de la vieja cultura y una vez puestos en marcha no mirar atrás añorando “las cebollas de Egipto”
Tiempo de radicales verdaderos, ese es el signo inequívoco y urgente de nuestro tiempo para desalentar al enemigo. Tiempo de vivir esa radicalidad en nosotros mismos y nuestra forma de vida. Tiempo de consubstanciarse con los oprimidos siendo uno entre ellos. Tiempo de demostrar nuestra alegría irrenunciable al vivir humilde y dignamente tal como lo proponemos en el discurso. Tiempo de convencer al pueblo de que el socialismo sólo los despojará de una cosa: las cadenas. Tiempo de propuestas cargadas del fuego sagrado de la patria, de la igualdad –establecida y practicada-, de la libertad y la justicia. Tiempo de Revolución verdadera a partir de nosotros mismos. Nada contagia más que el ejemplo.
¡CHÁVEZ ES EJEMPLO!
¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!
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