Prieto Figueroa en el tiempo

Cuando se trata de abordar el pensamiento, y la acción de un destacado pedagogo, o Maestro, como Luis Beltrán Prieto Figueroa, es menester partir de lo que podría considerarse sus inicios míticos, la revelación extraordinaria y el llamado de la vocación temprana. Hechos, acontecimientos y sentimientos que muchas veces guardamos en nuestras vidas como parte de nuestros íntimos secretos. ¿En qué momento de su vida descubre el Maestro Prieto su vocación docente y cómo se relaciona con lo mítico? 

Y allí en una entrevista que le hicimos en 1981, hace apenas 31 años,  en Mérida, develó este secreto. Prieto, quien nació el 14 de marzo de  1902, contó que tendría a lo sumo 6 ó 7 años, su padre era juez en La Asunción y el Juzgado quedaba frente a la plaza Bolívar. En ella estaba el niño Luis Beltrán. Del jardín de la plaza brotaba un hermoso lirio blanco. Admirado por la belleza de la flor y pensando regalarla a su madre, el niño la tomó. Pero, cuando estaba en tal acción, el policía cuidador de la plaza le detuvo, le aferró por un brazo y lo llevó hasta la jefatura civil. Allí, debajo de las escaleras, había una puerta alta, gruesa, de color negro, y detrás el primer calabozo  que el Maestro conociera, sin ventanas, sin iluminación alguna. Aquel pequeño espacio estaba en la más completa oscuridad. Allí fue encerrado. El niño lloró, gritó, llamó a sus padres, pero todo fue inútil, siguió encerrado. Posteriormente, frente a ello, se adaptó a tal  realidad  y por más que se esforzaba le era imposible ver o notar algo en aquel lugar al que llamó “el árbol de la oscuridad.” Ello le marcó y le hizo pensar que así vivía el pueblo venezolano, en la más completa oscuridad, sin guía, sin norte, sin orientación, por la falta de educación y por la acción de gobiernos nefastos. Desde entonces, su vocación de educador le acompañó hasta la muerte, acaecida en el año 1993.

Por otra parte, asombra la gran capacidad del pensamiento y la obra del Maestro Prieto, pues con su sabiduría, sus dotes investigativas y su acción precisa y contundente tomaba dos direcciones: primero, se proyectó sobre una Venezuela que, para 1936, sus grupos oligarcas se aferraban a los valores y prácticas oscurantistas del dominio gomecista.  El pueblo, que padeció tan espantoso tormento, era sometido a sangre, fuego y mazmorras,  dicha  dictadura. Tal tormento nubló a los venezolanos desde el 19 de diciembre de 1908 hasta el 17 de diciembre de 1935. Dictadura que consolidó la entrega de nuestras riquezas naturales, en especial del petróleo y gas (1918), al igual que los gobiernos de 1958 a 1998, a las potencias extranjeras y, particularmente, al imperialismo norteamericano, el cual transformó nuestro país en su hacienda particular. Bástese saber que más del 80%  de la población venezolana era analfabeta. Por ello consideraba que había necesidad de crear las instituciones necesarias para la formación, la educación del venezolano en función de transformarlo en un verdadero ciudadano, de una Venezuela, que según Mariano Picón Salas, para el año 1935, con la muerte del dictador apenas entraba en el siglo XX. Había que crear una nueva mentalidad, una acción desafiante, nuevas instituciones, para un proyecto de país que apuntara hacia promisorios y radiantes horizontes de dignidad, soberanía y Patria. En la formación del nuevo venezolano la innovadora concepción educativa debía integrar aspectos  económicos, políticos, sociales, culturales. En lo económico nuestros ciudadanos debían transformarse en creadores de riquezas a través del trabajo, capacitado para la producción, distribución y consumo de su propia producción como fuente de soberanía, como acción de autoabastecimiento y frente a las exigencias de una realidad retadora. Entonces el 80% de la población vivía en las zonas rurales, carente de tierras, y el trabajador agrícola, en su gran mayoría, apenas ganaba Bs. 1,oo diariamente. Vivía en ranchos de palma, y el paludismo y la fiebre amarilla, entre otras enfermedades endémicas, junto a los terratenientes, eran sus principales enemigos.

Esa nueva mentalidad obedecía a la necesidad de educar al venezolano vinculado a las nuevas realidades, a los fines establecidos  y que se expresaron en un cuerpo de principios: Vinculación de la educación a los problemas económicos y sociales de la nación, la valorización del trabajo como deber cívico fundamental, el aprovechamiento de nuestras riquezas naturales, el desarrollo de la capacidad productora del país.  A este conjunto de principios el Maestro Prieto lo llamó “el sentido social y nacional de la educación.” Dada la mayoría campesina de la población proponía la Reforma Agraria. Los fines educativos por los cuales luchó para que se incorporaran al cuerpo legal fueron: Lograr el desarrollo de la personalidad; formar ciudadanos aptos para la vida y el ejercicio de la democracia; fortalecer los sentimientos de  nacionalidad; acrecentar el espíritu de solidaridad humana; fomentar la cultura; lograr el aprovechamiento de nuestras riquezas materiales y desarrollar la capacidad productora de la nación. Incluso, propuso capacitar al venezolano tanto del medio urbano como del rural,  en formas modernas de producción en cooperativas. Todos estos valores y anhelos de su pensamiento los vemos plasmados en el Proceso Bolivariano, pues frente al imperialismo no son posibles sino a través de un Proceso Revolucionario..  

Para ello, luchó por la creación del Sindicato de Maestros de Instrucción Pública (1934), la Federación Venezolana de Maestros (1936) y el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE) en 1959. Como fundador de movimientos políticos ORVE, AD (1941), MEP (1967), como parlamentario, Presidente del Congreso Nacional,  ministro, presidente de variados organismos gremiales, tanto nacionales como internacionales,  y en fin toda una vida dedicada a una concepción educativa, difícil o imposible de abarcar en apenas tres cuartillas.

Todo ese cuerpo de ideas se asentó en la concepción  filosófica  que denominó “Humanismo Democrático”, y que aplicó a través del esquema de  “La Escuela Unificada”. Igualmente estableció la tesis del Estado Docente, mediante la cual se plantea la responsabilidad, el deber y el derecho del Estado a brindar una educación acorde con un conjunto de valores que deben estar presentes en la formación del venezolano. Y con respecto a la educación superior  destacó los principios que deben guiar a lo que denominó la concepción de “Universidad Moderna”. De ella afirmó que “el deber ineludible de toda universidad es ser anti-imperialista, con el compromiso de crear  por todos los medios “una atmósfera intelectual y moral de libertad, de respeto a las ideas ajenas y del saber por el saber, en que la autoridad sólo  se establezca en el hombre que le sirve y lo desenvuelve, por su amor a la verdad, por su pasión científica y por su dedicación sin reservas a la cultura y a la nación.” Pensamiento vigente cuando observamos con estupor, en los tiempos actuales, 2012, cómo lidercillos seudo académicos, muy distantes de la academia, de la ciencia y del humanismo, han transformado las casas que vencen las sombras en antros de oscuridad, léase partidos políticos fascistas.

Definitivamente es su labor, es la forma de abordar y trabajar con la realidad, el segundo punto al que nos referiremos, y brevemente. Concepciones tales como la teoría marxista, con su correspondiente método dialéctico y el materialismo histórico, la teoría de sistemas y parte del pensamiento complejo aplicado a los fenómenos educativos, sociales, políticos, económicos,  históricos y culturales, encontraron eco, y creemos, que rompió las  barreras epistemológicas de las ciencias sociales, para crear su propia visión o enfoque y así,  abordar una realidad que le era angustiante, y le retaba a su propio quehacer y concepción. Por ello su pensamiento irrumpió en la Venezuela posgomecista, se proyectó en el tiempo y se expresó en sus obras.

Como todo ser sensible, humanista, el Maestro Prieto manifestó poéticamente sus numerosas inquietudes, en especial con respecto al propio terruño. En torno a ello, Miguel Otero Silva dijo de Prieto que en él confluyen los tres quehaceres más nobles que puede cumplir un hombre sobre la tierra: el magisterio, la revolución y la poesía. Que no existe un maestro de escuela auténtico que no albergue en su corazón a un poeta. O, como lo afirmaron dos profesoras, Rodríguez Bello y Nelly Pinto: “Prieto transita el mundo de los sueños a través de la creación de estructuras poéticas que dan contenido a su identidad, entendida como identidad personal y como constructo social”.

 El pensamiento y obra  del Maestro Prieto Figueroa es la continuidad de los de Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Paulo Freire y Fidel. Se mantienen y realizan en el tiempo como elementos integrantes de la concepción educativa de nuestro Presidente Hugo Chávez, en tiempos del Proceso Bolivariano. De allí la necesidad de continuar con el Proceso Bolivariano, por el que debemos luchar para conquistar el éxito de los diez en la Gran Misión 7 de Octubre.

jucecar24@hotmail.com



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Julio Carrillo


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