Sin ambigüedades, sin “hiperliderazgos” ni pendejadas

Irreverencia en el debate, lealtad en la acción (Toby Valderrama)

Ver por enésima vez a Chávez llamar a la unidad en medio de sus dolores. Verlo invocar con angustia a la honestidad revolucionaria conmueve hasta las fibras más hondas de nuestro espíritu. Chávez, con cada gesto, con cada palabra y cada acción confirma el valor imprescindible de la lealtad a las ideas. Podríamos decir que todas las otras virtudes son legítimas, nobles y necesarias pero compañeras de esta gran virtud. La lealtad a las ideas en las que se cree, a la revolución que la encarna y al pueblo al que nos debemos nos obliga a ser honestos, amorosos, solidarios, apasionados y generosos: ¡LEALES!

La lealtad a esta misión es una cualidad absolutamente imprescindible, es la sumatoria de todas las virtudes que encuentran en ella su continente. La lealtad es una cualidad natural al buen cristiano, al buen revolucionario, al hombre nuevo del que nos habló ese Cristo del siglo XX que nuestros pueblos conocen como el Che. La lealtad es entrega sin ambages a las ideas, a los sueños, al proyecto de vida. Leal es la persona que no defrauda la confianza que se ha depositado en ella aún en las más adversas y duras circunstancias. El revolucionario leal tiene mala memoria para lo que da y no olvida jamás el bien que recibe. Desleal es el que traiciona, el que olvida, el que se entrega a sus propios proyectos egoístas. En lo personal, de leales y desleales, de gratos e ingratos tengo imborrables recuerdos. Los tengo en circunstancias extremas, allí, cuando hablar podía significar la diferencia entre unas horas de sueño y seguir siendo torturado. Allí, cuando una sola palabra podía marcar la diferencia entre la libertad personal y el enterramiento de los sueños, en esos momentos se ve de todo, de lo uno y de lo otro. Los desleales pasaron, los leales han quedado para siempre en el corazón y la memoria de sus compañeros.

La lealtad requiere de la voluntad porque se realiza a lo largo del tiempo. La lealtad se verifica en la constancia y la perseverancia, no se trata de ser leal a ratos sino de serlo a toda costa y todo el tiempo. La lealtad exige encaramarnos sobre los hombros de Jesús, de Bolívar y del Che. Bolívar es un modelo de lealtad. La lealtad la tuvo nuestro Padre Libertador en lo más profundo de su ser. Su lealtad a la Patria, a la igualdad y la justicia ocurrió en medio de una historia y circunstancias concretas. Ocurrió en medio de hombres –muchos de ellos- marcados por la deslealtad y la traición. Por eso su lealtad resultó dolorosa y conflictiva. Tan conflictiva y dolorosa fue que lo condujo al aparente fracaso de San Pedro Alejandrino y lo precipitó a las más duras exclamaciones: “he arado en el mar”, “mis perseguidores me han conducido a las puertas del sepulcro”, “no tengo Patria”

Su muerte y su mortaja con un viejo camisón roto proporcionado por un español es la prueba del tremendo combate que libró contra las fuerzas oligarcas. Es también la prueba fehaciente de la lealtad a sus ideas, a su Patria y a su pueblo. Su sacrificio no tiene sentido sino como lealtad a la misión. He aquí el ejemplo a seguir en tiempos de tentaciones, dudas y “saltos de talanquera” como los que nos corresponde vivir. Entender las contradicciones que aparecerán como monte en el camino con lealtad a las ideas, con lealtad a la misión, con lealtad a Chávez y sus mandatos.

La lealtad y el probable sacrificio que ella nos demandará nos enseñan a vivir y morir de una manera diferente. Sin abatimiento sino con la alegría de estar encumbrados “en el escalón más alto al que puede subir un ser humano” Hay que transformar la lealtad en causa llena de esperanza, hay que llevarla como signo y fuente de amor. Esa es la luminosidad ardiente del Gólgota, de San Pedro Alejandrino o de la Cañada.

Los oprimidos encuentran una razón para las grandes batallas en este ejemplo a ser emulado. No la obtienen del heroísmo pantallero o los juramentos grandilocuentes. El revolucionario debe significar para nuestro pueblo: razones para la esperanza, razones para la alegría, razones para el compromiso, razones para la lealtad, razones para la lucha. A esa lealtad heroica debemos aferrarnos para ser patriotas, revolucionarios y socialistas. Sin esta lealtad aceptada y abrazada libre y gratuitamente todo se nos derrumba, siempre encontraremos algo más “importante” que la radical exigencia. Sin esta lealtad siempre encontraremos la manera de disimular el compromiso; para Judas Iscariote bastaron treinta monedas, para otros podrían ser el cargo, el poder, la camioneta de lujo, la nueva vida burguesa… Debemos preguntarnos siempre: ¿Cuál será nuestro precio?, ¿Cuánto valdrá nuestra lealtad a las ideas?

Comencemos –siempre- por superar la prueba nuestra de cada día. Aún las más pequeñas y en apariencia intrascendentes, eso irá templándonos, eso irá forjando el revolucionario que necesita esta hora de los hornos.



¡CON CHÁVEZ! ¡¡¡TODO!!!

¡SIN CHÁVEZ! ¡¡¡NADA!!!

¡CHÁVEZ ES EL LÍDER!

¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!

¡¡¡VENCEREMOS!!!

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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