Al respecto, he tenido grandes maestros en escritores famosos como Juan Ramón Jiménez, José Martínez Ruiz (Azorín), Rabindranat Tagore, Anatole France, Chesterton, etc., i entre nosotros hombres de extraordinario léxico como José Rafael Pocaterra, Rufino Blanco Bombona, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Juan Liscano i otros más recientes, sin faltar mis poetas preferidos como Antonio Machado, Neruda, Vallejo, Darío i por sobre todo, Jorge Luis Borges, tanto en prosa como en poesía, además de la exquisita creatividad. Cuando los leo, francamente me embriago de palabras, anoto las nuevas que encuentro –especialmente las mui bellas, así como los giros geniales- i, al consultarlas con el diccionario (que no solamente existe el de la lengua, sino muchos especiales), las incorporo a mi acervo cultural i frecuentemente encuentro, sin proponérmelo, la oportunidad para emplearlas correctamente. Escalio, es una bella palabra –a mi gusto i juicio- paradójicamente frágil, pero fuerte por su connotación. La hallé, al comienzo, en una formidable obra de formato pequeño, pero mui gruesa i suficientes páginas, como lo es el Prontuario del lenguaje y estilo de León Daudí, edición de 1963. Luego, he tropezado poco con ella en otros autores, pero por significar “tierra yerma que se pone en cultivo”, la he hallado mui apropiada para referirme a lo poético i literario en prensa, donde teniendo a disposición espacio suficiente para cultivar literatura, se escriben muchas cosas sosas o intrascendentes, o se escribe mui mal, con un lenguaje pobre i una sintaxis inadmisible, unas veces incomprensible i otras risible. Escalio es un terreno erial, pero apto para el cultivo, así se tenga que artigar, como se usa en la Argentina este verbo, cuando se llama artiga al terreno yermo, duro i pajizo, que es necesario romper o quebrar, para luego sembrar. I sembrando palabras, se siembra ideas, i las ideas, florecen... Por eso, al lado de mis crónicas sobre la ciudad, para dejar testimonios de mi época para el mañana, de mis fuertes i a veces atrevidos artículos sobre política –los escribo con dolor de patria- o diversos temas de rigor filosófico, sociológico, histórico o hasta gremial o deportivo, de medicina i otras profesiones, bajo la tensión de mis lectores i mis propias angustias, con refrescantes artículos literarios, sobre arte o el amor, o con un tema que me apasiona i fascina como lo es la Navidad, no por su contenido religioso, sino por esa transformación psicológica i social que experimentan los pueblos, cuando se arropan con sus tradiciones.
Escalio es, pues, mi columna más comprometida con mis sentimientos i con los aspectos más humanos i bellos de la vida, en la cual asomo una prosa poética –que al decir de Octavio Paz parece ser una antesala para la poesía- pero que en mí, al menos así lo siento, no llega hasta ese arte sublime i, a cada rato, rechazo el decir de mis amigos de tener fibra de poeta. Posiblemente, como me lo decía un amigo que desertó definitivamente de mi amistad i profunda estima de casi medio siglo, los conocimientos filosóficos me hacen escribir filosofía en vez de poesía, aunque quiero aclarar que ellas no se excluyen, ya que desde la antigüedad clásica, los filósofos exponían sus ideas o sistemas, como aquel grandioso que llamamos “el Poema de Parménides” o ver cómo se ocupó Aristóteles de tan altos i nobles menesteres del intelecto humano, en su Poética. Empero, lo reitero, no pretendo ser poeta. Escribir es un quehacer intelectual que proviene, como hace años le decía a los estudiantes de periodismo, que para hacerlo es necesario llevar algo por dentro, como un volcán, i tener necesidad, muchas veces, de expulsar lava, piedras o humo, con singular frecuencia, o saber inmolarse por la verdad i el honor. Creo, sin embargo, que en mi no se dará lo que anotaba Octavio Paz, que el dar flexibilidad al alejandrino, se juntaron la prosa y el verso. Mi campo de pensamiento, está primero que todo comprometido con un ideal ético en la existencia i he entrado en las letras, como se dice respecto al arte, por la puerta del amor a las letras, el amor a la vida, el amor a la verdad, la libertad i la justicia.
Ese es mi escalio, la tierra yerma que humedece el sentimiento i pretendo sembrar, como un humilde i olvidado campesino, que no entra en grupos ni sectas, para buscar honores o reconocimientos. Lo expreso con esta sencillez, pues como lo dijo Borges, las únicas metáforas buenas son los lugares comunes, los mismo que tanto daño hacen otras veces. Como él, descreo de otra vida i no somos otra cosa que vuelo raudo de gaviota sobre la playa; si alguna vez, logramos artigar un pedazo de tierra, podremos sembrar algo en los periódicos que, el mismo Borges nos decía, se hacen para el olvido i los libros, para la memoria.
Mi casa, mi bar –especie de Bodeguita del Medio- se llaman Escalio; posiblemente un futuro libro con algunas siembras literarias, también se llamará así. Me basta amar i escribir i por ello tengo consignado a la entrada de mi biblioteca, un pensamiento maravilloso de Russell: “La buena vida es la inspirada por el amor y guiada por el conocimiento”. ¡Todo un escalio!
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