En el debate sobre la seguridad social, los asesores del presidente
George W. Bush ya han ganado, al menos a corto plazo.
Bush y Karl Rove, subjefe de gabinete, han tenido éxito en convencer a
la mayoría de la población de Estados Unidos de que hay un serio
problema con la seguridad social. Eso abre el camino para considerar el
programa de invertir en cuentas privadas en vez de confiar en el sistema
público de pensiones.
El público ha sido aterrorizado, de modo similar a lo que pasó con la
inminente amenaza de Saddam Hussein y sus armas de destrucción masiva.
La presión en los políticos está aumentando ahora que los líderes de la
Cámara de Representantes esperan redactar un proyecto de ley sobre
seguridad social para el próximo mes. Para tomar la cuestión en perspectiva
es bueno señalar que la seguridad social estadunidense es uno de los
sistemas públicos de pensiones menos generosos de entre los que existen
en los países avanzados, según un nuevo informe de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
El gobierno de Bush quiere «reformar» la seguridad social, lo que
significa desmantelarla. Una enorme campaña gubernamental de propaganda en
los medios ha confeccionado una «crisis fiscal» que no existe. Si algún
problema aparece en el futuro distante, podría ser superado con medidas
triviales, tales como elevar el tope en el impuesto a los salarios. La
historia oficial es que los Baby Boomers (niños nacidos tras la Segunda
Guerra Mundial, cuando hubo una explosión demográfica) van a imponer
una carga más pesada en el sistema porque el número de gente trabajando
en relación a los ancianos declinará, lo cual es cierto. Pero ¿qué paso
con los Baby Boomers cuando ellos estaban entre los cero y los 20 años?
¿No estaban los trabajadores haciéndose cargo de ellos? Y eso, en una
sociedad mucho más pobre.
En la década del 60, lo demográfico causó un problema, pero
difícilmente una crisis. La explosión fue encarada con un gran aumento de gastos
en la escuela y en otras facilidades para niños. El problema no fue
grande cuando los Baby Boomers estaban entre cero y 20, entonces ¿por qué
va a ocurrir ahora cuando están entre 70 y 90? La cifra a tomar en
cuenta es la llamada proporción del trabajador respecto a la población. Esta
proporción alcanzó su punto más bajo en 1965. No va a alcanzarla
nuevamente hasta 2080, según los cálculos de la administración de la
seguridad social. Cálculos tan alejados en el futuro no tienen sentido. Además,
cualquier problema fiscal que pudiera surgir en el cuidado de los
boomers ancianos ya ha sido pagado, a través del aumento de los impuestos en
las ganancias de 1983, diseñado con ese propósito. Y para el momento en
que haya fallecido el último boomer, la sociedad será mucho más rica,
con cada trabajador produciendo mucha más prosperidad.
En otras palabras, nosotros ya hemos pasado la crisis. Cualquier cosa
que venga será solamente cuestión de ajustes de uno u otro tipo.
Mientras tanto una crisis fiscal muy real se vislumbra: la atención médica.
Estados Unidos tiene uno de los sistemas más ineficientes del mundo
industrializado, con un costo per cápita mucho más alto que el de otras
naciones y entre los peores resultados en materia de cuidado de la salud.
El sistema está privatizado, una de las razones de su ineficacia.
Pero «reformar» el sistema de atención médica no está en la agenda. Y
entonces enfrentamos una paradoja: la crisis fiscal real y muy seria no
es una crisis, y la no crisis requiere una acción drástica para socavar
un sistema eficiente que es bastante bueno.
Los observadores racionales tratan de determinar las diferencias entre
la seguridad social y el sistema de atención médica que podría explicar
la paradoja. Las razones son simples. Usted no puede reformar un
sistema de atención médica que está bajo el control de las compañías de
seguros y de las empresas farmacéuticas. Ese sistema es inmune, aun cuando
esté causando tremendos problemas financieros, además del costo humano.
La seguridad social es de muy poco valor para los ricos, pero es
crucial para la supervivencia de los trabajadores, de los pobres, de sus
dependientes y de los incapacitados. Y como es un programa gubernamental,
tiene costos administrativos tan bajos que no ofrece nada a las
instituciones financieras. Beneficia solamente a la «población subyacente», no
a los «ciudadanos sustanciales», para utilizar la ácida terminología de
Thorstein Veblen.
El sistema médico, en cambio, trabaja muy bien para la gente de
«importancia» en un sistema en el que la atención médica es distribuida
efectivamente por la riqueza, y enormes ganancias fluyen a poderes privados
por una administración de enorme ineficacia.
El Congreso de Estados Unidos promulgó recientemente una reforma sobre
quiebras que aumenta la opresión de la población subyacente. Cerca de
la mitad de las quiebras en Estados Unidos son resultados de gastos
médicos.
La opinión y la política oficial no están sincronizados. Como en el
pasado, la mayoría de los estadunidenses están en favor de un seguro de
salud nacional. En una encuesta del The Washington Post-ABC News de 2003,
un 80 por ciento consideraba la atención médica universal «más
importante que rebajar los impuestos». La seguridad social se basa en un
principio extremadamente peligroso: usted debe preocuparse si la viuda
incapacitada que vive en su pueblo tiene alimentos.
Los «reformadores» de la seguridad social preferirían que usted se
concentre en aumentar su consumo de productos y que se subordine al poder.
Así es la vida. Preocuparse por otra gente, y asumir responsabilidades
comunitarias por cosas tales como salud y jubilación, es algo
profundamente subversivo.
ALTERCOM
www.altercom.org
Esta nota ha sido leída aproximadamente 4384 veces.