La vida en las grandes ciudades, especial
si hemos tenido la oportunidad de ver la evolución de la gran aldea para
convertirse en ciudad, o del pequeño i pobre conjunto de pueblos, en un gran
terruño que empieza a ser verdaderamente un país. En los pueblos la gente se
conoce casi toda, i armonizan hasta sin saberse sus nombres; en Moral de
Hornuéz, un pueblecito o aldea de casas de piedra i algunos techos de paja, a
una hora de Madrid, vi cómo alrededor de un gigantesco árbol, parecido a los nardos que bordean la costa de Cádiz, en
un redondel de cemento, en las horas de descanso de la labor de campo o en un
domingo, los contertulios se sientan a conversar i ver pasar el tiempo. La
amistad reina. Recordé a mi ciudad, Maracaibo, con sus habitantes haciendo
comunas en la plaza Baralt, informándose sólo por Panorama, como pasaban los
días i los acontecimientos, o los poetas e intelectuales en la Zulianita i
alrededores del Mercado Principal. Era una ciudad de amigos i conocidos
pacíficos, i uno que otro altercado o atropello de muerte, nos lo daba a
conocer..¡Panorama! Desde entonces i cuando, conversaba con mi padre o mis
hermanos mayores –Alberto abogado i Armando, médico− escuchaba que de oír
hablar o gesticular a una persona, ya uno puede irse formando un concepto de la
personalidad, lo que ahora acostumbran a decir, obtener un perfil. Papá, sin
ser fiestero, ni beber siquiera cerveza, tenían muchos amigos, no solamente en
el gremio médico, sino en el pueblo, porque como Belloso Chacín, médico; Jesús
Enrique Losada, abogado; Luis Ángel Osorio o Humberto Torres, comerciantes i
empresarios, era amigos del pueblo. Mi padre conseguía a veces el consultorio
lleno; terminada la consulta, nos decía contento: más de la mitad fueron
gratis, porque no eran pudientes, pero sí enfermos necesitados de ayuda i amor.
De este modo, creo que desarrollé una capacidad especial, para con una sola
mirada, con observar un gesto o escuchar unas palabras, me bastaba para captar
los valores morales de aquella persona. Eso me sucedió en la Asamblea Nacional
Constituyente, cuando para mí fue la primera gran experiencia de grupos i de
quehacer político, pues lo mío era la profesión médica, la docencia, la
filosofía i el arte, conocimientos que se complementan. Entre los más de 600
artículos que he escrito desde entonces, en esa maravillosa ventana de libertad
que es APORREA, escribí algunos titulados,
los
conocí en la Constituyente. No
voi a referirme, entonces, a grandes personaje que tuve la dicha de conocer i
tratar, así como también, tantos carentes de cualidades políticas i humanas. Me
voi a referir a dos; a uno en especial, a William Lara, i a otro que de
asomado, una vez se me acercó (aunque era visitante, no constituyente) con
aquel desparpajo i aparente cordialidad de antiguo conocido (costumbre adeca
para cazar incautos) i hasta me abrazó en el saludo, como lo fue Henry Ramos
Allup, que según me dijeron algunos, no sabían de qué vivía (ahora si se sabe)
porque nunca lo habían visto trabajar.
Pues resulta que, en la ANC, quedé en una
cuarta o quinta fila al lado de un pasillo para subir; me tocó en esquina, al
lado de Rodolfo Sanz, i de Ronald Blanco La Cruz, todo un caballero con quien
me quedaba conversando a la hora del refrigerio; delante de mí, un gran amigo,
militar i decentísima persona como lo es José Vielma Mora; i detrás de mí, el
amigo revolucionario i periodista William Lara, de modo que casi todo el tiempo
de asamblea i debate, cruzábamos ideas, conversaba con él o le escuchaba mui
bien sus planteamientos i contribuciones, aprendiendo a valorarlo como uno de
los que, estaba allí, por su pasión venezolana, bolivariana i chavista. El
trabajo era intenso, i pocas veces, durante esos apretados meses de trabajo
para una nueva i estupenda Constitución de avanzada, no tuvimos tiempo para
encuentros sociales, aunque alguna vez sí los hubo, junto con Nicolás Maduro,
Yldefonso Finol, Mario Isea, Tarek Williams Saab, i otros, contando anécdotas i
hasta chistes. En William Lara, había un hombre íntegro, un periodista ético,
un revolucionario de verdad. Por eso llegó a Presidente de la Asamblea
Nacional, i tocó juramentar a Diosdado Cabello mientras el Presidente Chávez
estuvo secuestrado i el pueblo recuperó el poder ¡Qué recio, maravilloso i
valiente pueblo el de Caracas! Por eso la bajada de los cerros puso a correr a
los escuálidos. Luego, con el tiempo i en nuevas elecciones, William Lara
aceptó como revolucionario, venirse de Caracas i de la AN, a ser Gobernado de
Guárico, estado que clamaba por un rescate social i político. Precisamente, por
no ser un gobernador de escritorio, sino comprometido con una revolución i un
pueblo, el destino le jugó una mala pasada.
Por estas razones i muchas que ofrecen los
que conocieron mui de cerca a William Lara, siento indignación por las palabras
de un petimetre, lechuguino que grita como un desquiciado mental, o con
ridiculeces como con la espoleta en la mano. Este señor dice: no es que me lo
contaron, es que lo vi con mis propios ojos, para dejar deslizar la calumnia
que lo ofende a él mismo. Ingenieros decía: nadie
puede ser ofendido en su dignidad, si
antes no se ha ofendido a sí mismo.
Debe recordar que todavía estamos esperando las pruebas del fraude en el
referendo revocatorio, i si puede mirarse en los espejos de lujo que tiene en
su mansión gracias a Dios, verá como la
cara i el copete canoso, se nubla (como hacen en la prensa) para no mostrar
completo un rostro que miente i calumnia.
William Lara fue un periodista, ciudadano
i revolucionario, de los que debemos sentirnos orgullosos.
robertojjm@hotmail.com