Juegos de palabras después de Rio+20: el peligro de las aguas mansas del “desarrollo sostenible”

Las recientemente culminadas cumbres sobre la crisis ambiental global, la Rio+20 celebrada entre gobiernos y grandes instituciones supraestatales, y la Cumbre de los Pueblos (Cúpula dos Povos) donde convergieron miles de personas de organizaciones y movimientos sociales de todo el mundo, probablemente no hayan dejado en sus saldos finales mayores sorpresas.

La Rio+20 ha dejado un documento con una gran lista de recomendaciones y motivos, pero prácticamente carente de compromisos concretos y puntuales, que además tuviesen carácter vinculante ―lo que ya era de esperarse. Por su parte, la Cumbre de los Pueblos, ha plantado nuevamente su postura crítica no sólo ante la negligencia de los gobiernos para avanzar hacia soluciones claras a los graves problemas ecológicos globales, ante el intento de mercantilizar los bienes comunes para la vida como forma de mantener el proceso de acumulación capitalista, encarnado en el concepto de economía verde, sino también ha propuesto las alternativas que existen al modelo capitalista patriarcal, racista y homofóbico. Junto a esto, se le ha dado continuidad a un proceso de articulación e intercambio entre organizaciones sociales para fortalecer las luchas mundiales contra el afán depredador del capitalismo, lo que deja un saldo organizativo interesante, principalmente para Brasil, país en el que se están desarrollando diversos conflictos sociales contra el extractivismo y la acumulación por desposesión.

Sin embargo, cuando pensamos estas cumbres no sólo como acontecimientos sino como procesos, hay un factor fundamental que resaltar. En general, la crítica de base centró su atención a la llamada economía verde como discurso que englobaba un proyecto neoliberal de mercantilización de la naturaleza, sin embargo, su metonimia, el tan mentado “desarrollo sostenible”, mucho más poderoso que el primero, y que también engloba los procesos de acumulación capitalista inscribiendo la economía en la ecología, subsumiendo la segunda a la primera, fue en general poco señalada, y en ocasiones reivindicada.

La sistemática, razonada e intensa crítica que se fue propagando sobre la economía verde, junto a la oposición de algunos gobiernos, seguramente mermó el objetivo de establecerla como un paradigma global para el desarrollo económico. Esto se evidencia en el documento final de la Cumbre de Rio+20 “El futuro que queremos”, en el que laeconomía verde parece quedar como un concepto elástico, que se adaptará a los “diferentes enfoques, visiones, modelos e instrumentos, en función de sus circunstancias y prioridades nacionales[1], siendo que finalmente pasa, de ser un esquema para la economía ―como se había propuesto en un principio[2]―, a un instrumento más de la misma. De esta manera, al replantearse las formas de ejecución de este proyecto de acumulación neoliberal, la economía verde aparece entonces en esta declaración oficial definitiva, absorbida por la noción de “desarrollo sostenible”, el padre discursivo de aquella: “la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible[3]. Estos son los términos en los que una y otra vez a lo largo del documento, la economía verde ya no aparece sola, sino bajo el apadrinamiento de la idea de “desarrollo sostenible”, que si logró imponerse como esquema de “bienestar” y “progreso” mundial desde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992 celebrada también en Río de Janeiro.

La noción de “desarrollo sostenible” aparece innumerable y obsesivamente en el documento final de Rio+20 como término-paradigma. Este discurso, se inscribe en la idea de “desarrollo” como nuevo concepto del patrón civilizatorio moderno-colonial que se instala a nivel mundial desde la segunda posguerra (1945+), como un esquema para comprender la realidad, para reordenar el mercado mundial y la división internacional del trabajo, para producir subjetividades dominantes y subalternas (el sujeto “tercermundista”), y para el control y la configuración del espacio (que a su vez supone un control colonial sobre la naturaleza). La idea de “desarrollo” enarbola pues, los ideales eurocéntricos del progreso y la civilización, en nombre de los cuales Occidente, como identidad racial/geográfica ha colonizado a su alteridad. Y lo hace a partir de una idea de crecimiento sin fin bajo la plataforma de la administración de la Alta Política, la ciencia y la tecnología. El ideal del “desarrollo” pues, no es una construcción popular, sino un patrón monocultural hegemonizado por los gobiernos de las potencias capitalistas ―primordialmente el de los Estados Unidos―, por los grandes centros de producción científica y académica occidentales, por las instituciones supranacionales bajo el orden de las Naciones Unidas, y por las grandes cadenas multinacionales de las comunicaciones.

Así que, ante la notable crisis ambiental que se ha venido agudizando progresivamente, la noción neocolonial del “desarrollo” requería un apellido ecológico: en este contexto surge la idea del “desarrollo sostenible”, un concepto que reproduce el esquema productivista capitalista y lo lleva a pensar la administración “eficiente” de los llamados “recursos naturales”. Pero la matriz de producción orientada a la acumulación sin fin de capital, aquella que ha provocado la crisis ambiental, aparece incuestionada. El “desarrollo sostenible” contiene una contradicción insalvable: NO es posible la vida del sistema capitalista sin el proceso de acumulación sin fin de capital; y NO es posible el crecimiento sostenido económico (sin fin) en un planeta con recursos limitados.

Ambos, tanto la economía verde como el “desarrollo sostenible”, son índices de un mismo proceso histórico: el de la acumulación capitalista en tiempos de crisis ecológica. Ambos conceptos intentan superponer la economía a la ecología, capitalizando la naturaleza por medio de la administración de las instituciones estatales, grandes capitales transnacionales, academias científicas, básicamente desplazando a los pueblos de la participación y el vínculo con sus territorios y cosmovisiones.

No hay razones para cuestionar drásticamente a la economía verde dejando intacto al “desarrollo sostenible”. Los pueblos luchan no sólo contra el extractivismo, sino contra su motor político-cultural-psicológico enmarcado en el desarrollismo. En todo caso, más allá de la crítica al patrón civilizatorio moderno-colonial, existen dos preguntas, dos referentes prácticos y materiales con los cuáles evaluar y caracterizar al llamado “desarrollo sostenible”: ¿qué ha sido el “desarrollo sostenible”, y ¿qué quiere ser?

Desde 1992, cuando este concepto se hegemoniza, la crisis ambiental se ha agudizado dramáticamente: aumento en la pérdida de biodiversidad, deforestación, contaminación de las aguas, aumento de las emisiones de GEI, de los procesos de desertificación de suelos, acidificación de los océanos, derretimiento de los casquetes polares. Todo, intensificado por el propio patrón capitalista/colonial de carácter antropocéntrico, racista y patriarcal, y no por la “inadecuada localización del capital”, por “fallas de mercado” o por insuficiencias tecnológicas. Es esto, a pesar de algunas buenas intenciones, lo que ha significado el patrón social del cual el “desarrollo sostenible” es índice ―y reiteramos, índice producido no desde la amplia diversidad cultural del mundo, sino hegemonizado geopolíticamente como referente monocultural en función de la acumulación capitalista. Son estos sus resultados desde 1992.

Y ¿qué quiere ser el “desarrollo sostenible”? Podemos encontrar las respuestas básicas en el documento final de los gobiernos en Rio+20, “El futuro que queremos”. El propio jefe negociador de Brasil, país anfitrión, André Correa do Lago, definió el acuerdo de 59 páginas y 283 párrafos como “la definición de la economía de los próximos 20 o 30 años"[4]. En el texto se hace alusión constantemente a que “es necesario lograr el desarrollo sostenible promoviendo un crecimiento sostenido” ―al igual que lo debería hacer la economía verde―, a su vez que, al estilo del desarrollismo cepalino y neocolonial de la posguerra se afirma que: “Reconocemos que el crecimiento económico sostenido, inclusivo y equitativo de los países en desarrollo es un requisito imprescindible para erradicar la pobreza y el hambre y alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio[5].

En el documento, de carácter profundamente antropocéntrico, se habla, nuevamente, del “desarrollo” como un derecho. Todo ello, en una matriz claramente economicista (nuevamente, el capital se impone sobre las fuerzas vivas), que no duda en reconocer abiertamente ―aunque “extrañamente” en su penúltima página― que:

Reafirmamos que el comercio internacional potencia el desarrollo y el crecimiento económico sostenido, y reafirmamos también el papel fundamental que pueden desempeñar un sistema comercial multilateral universal, reglamentado, abierto, no discriminatorio y equitativo, así como una liberalización del comercio coherente, para estimular el crecimiento económico y el desarrollo en todo el mundo, lo que beneficia a todos los países en las distintas etapas de desarrollo en que se encuentren, a medida que avanzan hacia el desarrollo sostenible[6].


Ante esto, más allá de la noción de “desarrollo sostenible”, no se reconoce mucho más otras cosmovisiones. La idea de la “Madre Tierra” logró sólo ser mencionada, envidiando al omnipresente e indiscutible “desarrollo” que es el principio rector de todo el globo, sus países, culturas y pobladores:

Reconocemos que el planeta Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar y que “Madre Tierra” es una expresión común en muchos países y regiones, y observamos que algunos países reconocen los derechos de la naturaleza en el contexto de la promoción del desarrollo sostenible. Estamos convencidos de que, para lograr un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza[7].

Y cuando hablamos de todo el globo, realmente no hacemos excepción. En el caso de Venezuela, desde donde escribimos este artículo, la viceministra de Relaciones Exteriores para América del Norte y la también representante de la nación venezolana en Río+20, Claudia Salerno afirmó de manera tajante que: “Nuestro derecho al desarrollo no es negociable”, a su vez que apostaba por una “economía verde social”[8]. En Venezuela el “desarrollo sostenible” es uno de los principios de la Planificación Ambiental por parte del Estado. Hay de esta  manera un claro conflicto estructural entre la producción petrolera ―y las vías hacia ser una potencia petrolera―, y el hecho de que se hable de “contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”, tal y como se plantea en el programa de gobierno del Presidente Chávez, contradicción que, cabe resaltar, se repite en el programa de la propuesta de la “Mesa de la Unidad” de la derecha venezolana, un programa que enarbola el “progreso” y que propone igualmente aumentar la producción petrolera venezolana[9]. Esta tensión propia del “desarrollo” y los límites del planeta, se expresa claramente en la afirmación de Salerno: "Tenemos una vocería particular, por cuanto queremos un régimen mixto que sirva para la explotación, pero también para la preservación", añadió[10]. Dicha tensión abre los campos a la discusión de cuestiones fundamentales, que en los debates de Rio+20 y la Cumbre de los Pueblos salieron a flote, tales como los subsidios ligados a los combustibles fósiles y el hecho de que Venezuela tenga la gasolina más barata del mundo mediante subsidios. Muchos de estos debates sobre el “desarrollo” y  los límites del planeta se están dando de manera importante en América Latina.

Es claro que, a pesar de la crisis de paradigmas que caracteriza nuestra actualidad, el ideal de “desarrollo” (progreso) aun tiene mucha legitimidad. Así pues, el ideal de “desarrollo sostenible” no es sólo una imposición unilateral desde los núcleos de poder capitalistas, sino que representa también el reflejo de un imaginario común que ha sido asimilado por buena parte de la población global[11]. En la Cumbre de los Pueblos, pudimos notar una parte de las actividades autogestionadas muy influidas bajo la lógica del “desarrollo”: nuevos modelos y paradigmas de desarrollo, alternativas de desarrollo, democratización del desarrollo, desarrollo justo, desarrollo inclusivo, o “real desarrollo sostenible”. Por lo tanto, la crítica al “desarrollo”, sea “sostenible” o de cualquier tipo, requiere avanzar y tomar más espacios en los imaginarios y las prácticas sociales. El “desarrollo” no puede ser un concepto sobreentendido y naturalizado. La crisis global exige repensar los propios esquemas de las ideas que sostenemos cotidianamente.

Centrando sus fuerzas, la crítica se orientó primordialmente a la economía verde, dando poca atención al discurso del “desarrollo”, en este caso el “desarrollo sostenible”, que se enarbola y repite frenéticamente en el documento definitivo de Rio+20, y que tal vez tuvo poco espacio en los documentos finales de la Cumbre de los Pueblos. Las preguntas fundamentales que deben surgir son, entre otras, ¿por qué la sociedad, o todas las sociedades, deben apuntar hacia un “desarrollo”? ¿Qué y quienes definen qué es algo “desarrollado”? ¿Quién o quienes administran y/o ejecutan ese desarrollo?

Una lectura histórica y decolonial de “desarrollo” evidencia su carácter mítico y falaz. A la luz de las evidencias, ¿en qué sentido debemos reivindicar el “desarrollo sostenible” que ha sido, y el que nos prometen que será? La economía verde no ha muerto: está bajo el manto del “desarrollo sostenible”. Basta ver la parte del documento de Rio+20 sobre minería, bosques y biodiversidad, y se verá que se ha convenido mercantilizar la naturaleza y sobrevalorar la minería. Podemos elegir entre estas evidencias y una promesa. Una promesa colonial de civilización que aun, después de 500 años, no se ha podido cumplir.

* Emiliano Teran Mantovani es investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos – CELARG, tesista de la escuela de sociología de la Universidad Central de Venezuela, y hace parte del Eje de Ecología Social del Foro Social Mundial Temático Venezuela.
 

 
paulinonius@gmail.com
 

Notas

[1] NACIONES Unidas. El futuro que queremos. p.10
[2] Véase el documento de UNEP “Hacia una economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Síntesis para los encargados de formulación de políticas”. En:http://www.unep.org/greeneconomy/Portals/88/documents/ger/GER_synthesis_sp.pdf.
[3] NACIONES Unidas. El futuro que queremos.
[4] AFP. Rio+20 culmina con modesto plan por medio ambiente y combate a la pobreza.
[5] NACIONES Unidas. El futuro que queremos. p.23
[6] Op.Cit. p.58. Subrayado nuestro. El etapismo teleológico de esta afirmación hace evidente, una vez más, que por más que pretendan mostrar un proyecto geopolítico “multicultural”, el paradigma de “progreso” está en Occidente. Esto a estas alturas de la crisis de los paradigmas, es cínico.
[7] Idem. p.8. Subrayado nuestro.
[8] Véase la alocución completa de Claudia Salerno en la 5ta plenaria de Rio+20, en: http://webtv.un.org/meetings-events/watch/venezuela-general-debate-5th-plenary-meeting-rio20/1702660402001
[9] Si desea conocer el programa de gobierno del Presidente Chávez, se encuentra en:http://www.chavez.org.ve/Programa-Patria-2013-2019.pdf. El programa de la Mesa de la Unidad, disponible en:http://www.cuadernos.org.ve/pdf/mud.pdf
[10] AVN. Venezuela celebra logros de países del Sur en Río+20.
[11] Un comercial reciente del Banco Banesco (Venezuela), es una muestra de como acceder a los deseos de progreso del sujeto modernizado para ofrecer un producto, un ideal del “desarrollo” subjetivo, que a pesar de las preocupaciones sociales mundiales por el tema ambiental, continúa siendo poderosamente seductor. Vea el comercial aquí: http://www.youtube.com/watch?v=zfwbb7N5neI


Fuentes:
- AFP. Rio+20 culmina con modesto plan por medio ambiente y combate a la pobreza. El Mundo. 22/06/2012. En: http://www.elmundo.com.ve/noticias/economia/internacional/rio-20-culmina-con-modesto-plan-por-medio-ambiente.aspx[Consultado: 26/06/2012].
- AVN. Venezuela celebra logros de países del Sur en Río+20. Caracas, 27 Jun. AVN. En: http://www.avn.info.ve/print/119607. [Consultado: 29/06/2012].
- BANESCO en imágenes. Multicreditos 48 Horas Banesco. En: http://www.youtube.com/watch?v=zfwbb7N5neI
- MESA de la Unidad Democrática. Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional (2013-2019). Caracas, noviembre de 2011. En: http://www.cuadernos.org.ve/pdf/mud.pdf. [Consultado: 08/03/2012].
- NACIONES Unidas. El futuro que queremos. Rio+20 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible. Documento final de la Conferencia. 19 de junio de 2012. Disponible en: http://rio20.net/wp-content/uploads/2012/06/Documento-Final-Rio+20.pdf
- PNUMA. Hacia una economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Síntesis para los encargados de formulación de políticas. UNEP. St Martin Bellevue, Francia. 2011. En: http://www.unep.org/greeneconomy/Portals/88/documents/ger/GER_synthesis_sp.pdf[Consultado: 26/09/2011].
- PROPUESTA del Candidato de la Patria Comandante Hugo Chávez Para la gestión Bolivariana socialista 2013-2019. 11 de junio de 2012. En: http://www.chavez.org.ve/Programa-Patria-2013-2019.pdf. [Consultado: 13/06/2012].
-UN Webcast. Venezuela, General Debate - 5th Plenary Meeting, Rio+20.
United Nations Conference on Sustainable Development (UNCSD), Rio+20. 
22 jun 2012. En: http://webtv.un.org/meetings-events/watch/venezuela-general-debate-5th-plenary-meeting-rio20/1702660402001. [Consultado: 28/06/2012].


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Emiliano Teran Mantovani

Emiliano Teran Mantovani es sociólogo, investigador y ecologista político. Mención honorífica al Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2015. Hace parte de la Red Oilwatch Latinoamerica.

 @MantovaniTeran

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